29. La Reina de las hadas

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— Ostia, que dolor de cabeza —, escucha Justo antes de abrir los ojos.

Su cabeza aún daba vueltas y tardó unos segundos en volver a ver normal, se percató que se encontraban en una extraña habitación donde las paredes eran de madera, no madera procesada sino que parecía tal y como un tronco de un árbol, al alzar la vista pudo ver que realmente se encontraban dentro del tronco hueco de un árbol que estaba decorado para parecer un hogar, habían hojas por todas partes y todos los muebles eran de madera, incluso el sofá en donde estaba recostado. Frente a ellos había una chimenea que estaba encendida con un fuego azul que parecía estar realmente controlado, vio a Luzu con las manos cubriéndose los ojos sentado a su lado en un sofá más pequeño.

— No os mováis o os quemo vivos —, habla una voz de mujer a sus espaldas.

— Eh, no creo que eso salga muy bien —, habla Auron con humor.

Se volteó para encontrar a una anciana de cabellos grises y cuerpo encorvado que les apuntaba amenazadoramente con sus manos que emitían polvos rosados tal y como los de las hadas. Aquella era Mildred y esa era su casa. No recordaba como habían llegado ni tampoco que había pasado luego de que Luzu amenazara a las hadas y estas le persiguieran, la única pista que tenía era aquel fuerte de dolor de cabeza y un mareo horrible que le hacía querer vomitar, al mirar a Luzu supuso que él se sentía un poco igual.

— ¿Quiénes sois? —, inquiere alterada —. ¿Qué queréis de mi? Habéis atacado a las hadas del bosque, ¿sois cazadores?

— ¿Qué dices? ¿Cómo vamos a ser cazadores si ni siquiera andamos con armas? —, habla Luzu de mala gana —. Además, tu nos has traído aquí.

— Porque estabais inconscientes fuera de mi casa, ¿queríais que os dejara en el bosque como alimento de los zombies?

— Ser comido por zombies no suena tan mal teniendo en cuenta este dolor de cabeza —, se queja Auron apoyando su cabeza en el respaldo para luego cubrirse los ojos con su brazo, la luz de la chimenea solo hacía que su dolor de cabeza se agudizara.

— Son los efectos del polvo de hadas —, explica la mujer bajando su mano —. Bebed los vasos que os dejado en la mesa de café, con eso pasarán los efectos.

Apartó su brazo y miró hacia el frente a la mesa de café de madera, estaba decorada con un bordado blanco que representaba un copo de nieve y un florero azul lleno de margaritas, a los costados habían dos vasos rosados que tenían un líquido efervescente de color amarillo pálido que no se veía muy apetecible la verdad. Miró cómo Luzu cogía el vaso y se lo acercaba a su nariz para olfatearlo, rápidamente una mueca de disgusto se formó en su rostro y lo apartó de sí mismo. Se volteó para ver a Mildred que le animaba a beberlo pero ninguno de los dos parecía convencido, después de todo era una mujer a extraña que acababa de amenazarles y parecía un poco enfadada porque atacaron a sus hadas.

— Bueno, ¿ya qué? —, dice Luzu encogiéndose de hombros y volviéndose a acercar el vaso al rostro —. Auron, si muero envenenado quiero que sepas que ni de coña te quiero ver en mi funeral.

Llevó el vaso a sus labios y lo bebió antes de que Auron pudiera evitarlo, una mueca de formó en el rostro de Luzu del disgusto, parecía que aquel líquido era tan asqueroso como se veía. Le miró atentamente como esperando que algo pasara pero, de pronto, la expresión de Luzu mejoró notoriamente y le miró con sorpresa, incluso las bolsas desaparecieron de debajo de sus ojos y pareció recuperar toda la vitalidad que tenía de pequeño. Dejó el vaso sobre la mesa y le dio una señal a Auron para que también lo bebiera, cogió el vaso y también lo bebió, al principio el líquido hizo arder su garganta, tenía un sabor amargo y era efervescente como una soda, sabía a alguno de estos jarabe para la tos, segundos después de beberlo el dolor de cabeza cesó, sintió toda su energía regenerándose, jamás se había sentido tan bien en toda su vida.

— Y vosotros desconfiabais de mi —, escupe Mildred de mala gana —. Ese es un brebaje especial hecho con flores silvestres.

— Vaya, gracias —, habla Auron sintiéndose terrible por cómo le habían hablado anteriormente.

— Y bien, ¿qué hace un humano y un Dios aquí por el bosque? —, pregunta con curiosidad haciendo que ambos chicos intercambiaran miradas extrañados —. Hace mucho tiempo que no veía un Dios por Karmaland y eso que he vivido años aquí.

— Vale, gracias por el cumplido pero no es necesario tan adulación —, suelta Luzu estirándose en el sofá, Mildred sacudió la mano.

— No hablo de ti, tú eres un simple mortal —, escupe, sus ojos celestes casi blancos se posaron sobre Auron —. Pero tú, tú si que eres un Dios, aunque tienes mucha energía terrenal, ¿cómo lo haces para esconder tu energía? Todas las hadas podemos identificar de inmediato la mínima pizca de sangre de Dios en cualquiera pero contigo he tardado y creo que mis niñas no se han dado cuenta.

Se quedó estático en su sitio sin poder reaccionar, sus ojo involuntariamente buscaron a Luzu como pidiéndole una explicación pero él estaba igual de sorprendido que Auron. ¿Cómo que un Dios? Las Sirenas le habían dicho que no era humano, Merlon también lo dijo cuando sobrevivió a las burbujas ácidas de las Sirenas pero él lo descartó de inmediato, era imposible, simplemente pensó que era uno de sus tantos poderes que habían actuado en el momento. Él era un humano, lo era, no había cosa de la que estuviera más seguro, suponía que sus padres también eran humanos, lo suficientemente humanos como para dejarle en el bosque tirado, un Dios no haría eso porque eran seres poderosos y piadosos, por algo los veneraban, entonces, si sus padres no eran Dioses, él no tenía de dónde salir como un Dios.

— Te equivocas, no lo soy —, niega rápidamente —. Tengo poderes ilimitados, puede que eso te confundiera, pero un Dios, no.

— Así que no lo sabes —, habla la mujer analizándolo detenidamente —. Solo los Dioses tienen poderes ilimitados, los Dioses o quienes poseen de su sangre como las Ninfas o las Sirenas.

— Vaya, ¿eres una Sirena, Auron? —, se mofa Luzu aunque sonaba como si estuviera forzándose a quitarle hierro al asunto porque sus ojos reflejaban lo extrañado que estaba.

— ¿Qué va? No —, niega rápidamente —. Me han enviado aquí por una lectura, no se que coño significa eso.

— Bien, con eso lo aclararemos todo.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora