5. Hablando de fantasmas

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— ¿Y cuál es tu poder? —, pregunta Fargan mientras indagaba a sus alrededores en busca de monstruos.

— No... no lo he desarrollado aún —, niega con la cabeza.

Caminaban por el valle oscuro camino a casa de Karmaland, ya habían dejado el poblado atrás y ahora solo se veían árboles a sus alrededores. A lo lejos podía ver un par de zombies que caminaban hambrientos arrastrando sus pies, pero estaban tan lejos que no les veían, para su suerte. Fargan había insistido en acompañarle a casa de Mangel aunque no se llevaran muy bien, prefería ver la irritante cara del chico de gafas antes que arriesgarse a que le ocurriera algo a su amigo Auron, por su parte, el morocho había agradecido el gesto, no sabía que habría hecho si en el camino le atacaba un grupo de zombies hambrientos... de nuevo.

— No te preocupes, tarde o temprano lo conseguirás —, le anima Fargan apoyando una mano en su hombro —. Con Luzu... Borja, nos gustaba intentar adivinar que poder habías desarrollado luego de que te fuiste, yo siempre aposté que sería algo similar a lo de Willy pero Borja insistía que sería algo como el fuego, bueno, el siempre te conoció mejor que yo pero hablar de ti era lo único que lo tranquilizaba.

— ¿Él... siguió hablando de mi luego que me marché? —, pregunta con sorpresa, siempre había pensado que Luzu había dejado de pronunciar su nombre en cuanto desapareció.

— Hombre, claro —, asiente Fargan liberando la tensión de su arco —. Al principio, Luzu estaba desanimado por su número, no quería hacer nada, nos apartó a todos pero luego decidió que vivir así no serviría de nada, prefirió volver a ser el Luzu lleno de energía que siempre conocimos dando lo mejor de sí, hasta que...

Alzó la vista con los ojos entrecerrados y su mano a la altura de sus cejas, los rayos de luz daban con fuerza contra su rostro acariciandole en un cálido gesto, hacia un buen día, habían pocas nubes en el cielo. Volvió su atención al largo lago que abría paso frente a él, se acomodó en la incómoda banca de madera y apretó con más fuerza la caña entre sus manos. El agua del lago parecía apaciguada, reflejaba un fuerte color turquesa que dejaba ver los peces nadando en el río bajo la superficie acuática, los corales de colores le daban un hermoso toque al fondo marino como si se tratara de un arcoíris en el fondo del lago. Vió como un pez curioso de colores verde nadaba alrededor de su anzuelo, parecía estar analizándolo y decidiendo si morderlo o no, Luzu esperó paciente y, en un suave gesto, le dio un golpe en la pierna a su padre que estaba sentado junto a él en la banca, el padre de Luzu lo miró con el ceño fruncido, señaló su caña de pescar y su padre siguió el curso de su dedo con la mirada, allí vio al pez casi decidido a ir por el anzuelo. Pero, de pronto, unas voces se escucharon por la orilla opuesta del lago que espantaron a todos los peces.

— Mierda... —, suelta Luzu de mala gana.

Los juncos junto al lago comenzaron a moverse llamando la atención de Luzu, medían casi dos metros de largo por lo que no logró ver quienes estaban del otro lado de estos. En un repentino movimiento, se vió como de los juncos caía una inmensa bolsa negra rodeada de cuerdas que la sujetaban, la bolsa era de un inmenso tamaño por lo que, al caer al agua, provocó un gran salpicar que terminó por espantar a los peces. Luzu se levantó de un salto intentó reconocer a quienes habían sido los culpables pero su padre lo sujetó de la muñeca y lo hizo volver a sentarse, se volteó para verle y el rostro de su padre le indicó que guardara silencio. Cuando escucharon que las personas se alejaron, ambos se levantaron de un salto para observar el agua ahora apaciguada, justo en el centro del lago estaba la bolsa atada rodeada de pez y... tenía forma humana.

— Vigila que no vuelvan —, le ordena su padre, Luzu asiente y recoge su arco del suelo, sin dudarlo, lo cargo y apuntó a los juncos viendo como su padre saltaba al agua.

Vio como caminaban con sus piernas pesadas por el agua hasta que tuvo que comenzar a andar, los peces salían huyendo a medida que se iba acercando a ellos. Llegó donde se encontraba aquella silueta y la levantó hasta sacarla a flote y quedó en claro que dentro había un cuerpo. Allí mismo, quitó las sogas que la apresaban e instantáneamente la bolsa cayó de regreso al agua, bajo la bolsa se vió un rostro púrpura debido al no recibir oxígeno pero se notaba claramente que era un chico.

— ¿Pa-papá? —, le llama Luzu sintiendo un revoltijo en su estómago, su padre se volteó para mirarle por un par de segundos.

— Tranquilo, hijo, tú vigila —, menciona acercando su rostro al del joven y, de pronto, escuchó el ruido de algo hundiéndose en el agua.

Al voltearse vio a su padre peleando en el agua contra el chico entre salpicaduras y arañazos. Luzu se apresuró a la orilla para mirar mejor, no entendía que estaba sucediendo, estaba más que seguro que el chico estaba muerto pero, tal parece, no era así. Soltó una fuerte expiación al ve en cómo el joven le rasguñaba el rostro a su padre y dejó de titubear, alzó su arco y le apuntó con la flecha, con el arco en tensión, esperó la posición justa para poder disparar pero, antes de que lo hiciera, vió al chico enterrar sus dientes en el cuello de su padre, quien soltó un fuerte grito al tiempo que la laguna se llenaba de sangre. Soltó la flecha que atravesó la frente del muchacho que cayó muerto boca arriba en las aguas ensangrentas.

— ¡Papá! —, exclama Luzu corriendo hacia él, su padre se sostenía el cuello y a duras penas se mantenía a flote.

— Era un zombie —, explica Fargan al notar la expresión de confusión de Auron —. Lo que ocurrió después... Luzu no volvió a ser el mismo.

Pudo imaginarse que había sucedido, cuando un zombie mordía a alguien de Karmaland, estos se transformaban en uno y no había peor castigo que ese, vagar por el valle de Karmaland como un asqueroso zombie. Debió ser difícil para Luzu, el tener que acabar con la vida de su padre para evitar que ese fuese su destino, el de un zombie karmaladiense, cualquier persona habría perdido la cordura tras eso, ahora comprendía un poco mejor el cambio radical de personalidad de Luzu, en su lugar, él no lo hubiera tolerado.

Llegaron a casa de Mangel con el fuego de las antorchas iluminándoles el rostro. Auron notó que Mangel había arreglado la puerta y se sintió sumamente culpable de no haber estado allí para ayudarle, después de todo, había escapado sin decirle nada. Caminó hasta el umbral de la puerta y llamó a esta con sus nudillos, pasados unos segundos, la puerta se abrió dejando ver a Mangel que tenía los ojos rojos al igual que sus mejillas, al verle, su rostro se iluminó y saltó a abrazarle.

— ¡Auron! ¡Ay Dioh mío que pensé que te me había matao! —, exclama entre sollozos —. ¿Dónde andaba? ¡Que te he buscao por toh lao, tío!

— Fui donde las Sirenas —, explica Auron intentando tranquilizarle —. Fargan me ha traído.

— ¿Fargan? —, pregunta Mangel con el ceño fruncido, vio como retrocedió unos pasos y le miró con terror reflejado en sus ojos, rápidamente, Auron alzó sus manos hasta la altura de sus orejas en señal de paz.

— Tranquilo —, suelta con suavidad —. Fargan no te hará nada, ¿ah que no, hombre?

Pero, al darse vuelta, no se veía ni la sombra de Fargan, éste se había marchado antes de que Mangel si quiera tocara la puerta. Miró a Mangel que había seguido la trayectoria de su mirada y ahora le miraba con más terror que antes.

— Tio... —, suelta en un murmuro —. Fargan falleció hace tres años.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora