48. Ventajas divinas

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La ventisca cesó, Auron sintió un gran alivio en el pecho al dejar de sentir la fuerza que lo empujaba hacia atrás, se incorporó y miró por sobre los escalones donde unos ojos rojos le miraban con malicia desde la fuente. No sabía como podría vencer a las sirenas siendo que ahora ya no tenía ninguna ventaja sobre ellas, es más, a pesar de que tuvieran los mismos poderes, las Sirenas podían manejarlos bastante mejor de lo que él podía. Suspiró pesadamente y miró a Luzu quien se había incorporado y le daba la espalda, supuso que él también estaba buscando una manera de derrotarlas pero no parecía tener ninguna idea. De pronto, algo se pasó por su cabeza, las Sirenas estaban al mandato de los Dioses, eso lo sabían todos, ellas eran la voz de los Dioses en la Tierra lo que quería decir que ellas debían obedecer cuando un Dios les diera órdenes y, para su suerte, Auron eran un Dios, ahora lo que tenía que conseguir era que las Sirenas le escucharan en lugar de volver a atacarles.

— Sirenas, escúchenme —, hablo con determinación pero su voz sonó sumamente temblorosa, así jamás lograría que las Sirenas le hicieran caso, su único consuelo era que, por el momento, no parecían estar preparando otro ataque.

— Iros —, siseo una de ellas nadando descontroladamente en su fuente logrando que el agua salpicara.

— No —, se apresuró a negarse Auron avanzando un escalón hasta detenerse junto a Luzu quien mantenía la mirada fija en ellas y la mandíbula muy apretada —. Vosotras tenéis algo que necesitamos.

— Nosotras no tenemos nada para ofreceros —, soltó con agresividad la Sirena que no había abandonado su posición.

— Claro que sí —, les contradice Auron avanzando un paso más, la Sirena que nadaba de lado a lado se detuvo y le observó fijamente junto a su hermana en actitud amenazante —. Y se que os joderá oír esto pero debéis obedecerme porque soy un Dios.

Hubo un largo silencio que parecía advertir que aquellas palabras no habían logrado nada más que enfadar más a las Sirenas, los ojos de Auron buscaron a los de Luzu, al sentir su mirada se volteó a verle y asintió levemente con la cabeza, por primera vez había podido notar nerviosismo en la mirada de Luzu, ambos sabían que nada bueno saldría de allí, debían tener un plan B, ¿pero que podían hacer cuando las Sirenas eran tan poderosas como ambos? De pronto algo dentro de Luzu se iluminó, abrió mucho los ojos aún con su vista fija en Auron y sonrió ampliamente dándole a conocer que tenía una idea y por la seguridad de su expresión, una muy buena. Se volteó hacia las Sirenas con la barbilla muy alta y una sonrisa maligna en su rostro, Auron observaba a Luzu con el ceño muy fruncido sin poder captar lo que estaba haciendo pero sabía que aquella actitud solo enfadaría más a las Sirenas.

— ¿Así habláis a un Dios? ¿No tenéis nada de decencia? Este Dios de aquí os concedió esa Fuente en la que vosotras estáis y no hacéis más que atacarle constantemente y faltarle el respeto —, habla Luzu acercándose a ellas, Auron pudo jurar que las Sirenas le atacarían pero, en su lugar, retrocedieron la Fuente nerviosas mirándose entre ellas, pudo ver como el tono rojizo de su piel comenzaba a desaparecer y se tornaba de un pálido azul —. ¿No os da vergüenza? Habéis hasta usurpado sus poderes, tenéis suerte que el Dios Auron aquí es piadoso pero si yo fuese él ya las habría exiliado para siempre a ustedes y a toda su raza, no os volveremos a confiar ninguna misión importante en la Tierra, seréis la decepción de la Sangre divina y todas las especies de Karmaland os conocerán como tal, ¿es eso lo que queréis?

— N-no —, siseo una de las Sirenas quien, por primera vez, había recuperado su aspecto humano, su rostro estaba pálido como el papel, sus ojos se habían tornado azules y temblaba violentamente, la otra Sirena aún conservaba los ojos de un pálido rojo pero el resto de ella casi parecía una persona real.

— ¿Y quién eres tu? Tu no eres un Dios.

— No lo soy, soy el vocero de Auron, ¿en serio creéis que un Dios debe dirigirse directamente a vosotras después de vuestras constantes faltas? Por favor, estáis comenzando a alucinar, antes suponía que ya no eran aptas para el trabajo pero ahora estoy más que segura —, escupe con furia que incluso Auron creyó que era genuina.

— ¿Qué- qué desea usted? —, inquiere suavemente la Sirena perdiendo el color rojo por completo de sus ojos.

Miró a Luzu con clara sorpresa en su rostro, Luzu sintió su mirada y se volteó a verle, le sonrió de lado y sacudió la cabeza en dirección a las Sirenas indicándole que se acercase. Con cautela, terminó por subir los peldaños y se acercó a la Fuente de la Vida, con cada paso que daba las Sirenas retrocedía en la Fuente intentando mantenerse lo más lejos que podían de él dándole la confianza a Auron para seguir con su actuación, Luzu le siguió unos pasos más atrás con los brazos cruzados y una sonrisa maliciosa aún en su rostro. Se detuvo justo frente a las Sirenas y apoyó las manos en el borde de cerámica azul desgastada, las Sirenas parecían aterradas por tenerle tan cerca. Se sintió estúpido por haberles temido todos esos años siendo que era tan sencillo como intimidarlas para poder acercarse a ellas. Mantuvo su mirada lo más seria posible e, incluso, intentó parecer molesto, las Sirenas lo notaron y comenzaron a mover sus colas agitadas por la furia que emanaba Auron.

— Os voy a pedir una cosa y solo si me la concedéis os perdonaré esta terrible actitud contra mí, primero, lo mínimo que podéis hacer es devolverme mis poderes, no teníais ningún derecho de adueñarse de ellos, los quiero de vuelta.

— Lo haremos —, asiente la Sirena de melena más clara, la otra asintió concordando con ella.

— Y lo siguiente que quiero es la piedra que protegéis —, puntualiza Auron cruzándose de brazos, las Sirenas se miraron horrorizadas como si les hubiese pedido que comiesen pescado frito.

— Pero... —, murmura una entre dientes —. No podemos hacer eso...

— ¿Y eso? —, interrumpe Luzu avanzando hasta quedar tras de Auron.

— Es que... —. Las Sirenas lucían nerviosas, se movían de lado a lado y no le miraban directo al rostro como si temieran que Auron se enfadara con ellas y les hiciera algo —. Tenemos órdenes de no hacerlo...

— ¿Órdenes de quién?

— De Merlon.

Un sabor amargo inundó su boca al oír aquél nombre. Había pasado por alto la existencia de Merlon y su plan terrible de despertar a Araxiel, claro estaba que él también quería hacerse con las piedras, después de todo, las piedras eran los puntos vitales de Karmaland y con ellos podría alzarse el Inframundo y, así, Araxiel. Entendía que Merlon tenía algo que ellos no, él tenía influencia, pese a que Auron era un Dios y no sólo eso, si no que el único humano que logró conseguir sangre divina y, además, con poderes que abarcaban desde las habilidades celestiales de las más poderosas y veneradas deidades hasta los más oscuros y peligrosos dones de los demonios más temido. Uno pensaría aquello lo pondría sobre toda y cada persona de Karmaland pero, lastimosamente, su esencia humana aún era muy poderosa ocultando todo su poder bajo esa capa de humanidad que los Dioses no padecían, esto le quitaba veracidad e influencia, las criaturas de sangre divina como él no podían reconocerle fácilmente lo que les impedía detectar la verdadera naturaleza de Auron, por otro lado, Auron tampoco sabía ocupar ni la mitad de sus poderes, no comprendía lo que ser un Dios implicaba, aún no entendía como había conseguido hacer ciertas cosas, hasta ahora solo se había dejado llevar y aquello le había funcionado pero le avergonzaba que las Sirenas consiguieron descifrar como usar sus poderes antes que él. Ignorando todo lo anterior, Merlon se había hecho una reputación en el pueblo como el anciano más sabio de todos, había sido parte de grandes rituales como lo es El Ritual de la Vida que todo habitante de Karmaland debe participar para descubrir su edad de fallecimiento, también fue quien educaba a los niños, quien mantenía el pueblo a salvo, quien se encargaba de que hubiera paz entre las criaturas divinas y los humanos. Aunque odiara decirlo, Merlon se había ganado el respeto del pueblo y aunque expusiera su plan, sabía que nadie se iría de su lado.

— Fue Merlon quien nos envió —, suelta Auron en voz baja esperando de que las Sirenas se creyeran aquella mentira pero estaba claro que tendrían que pensar en otro plan.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora