2. Bienvenido a Karmaland

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La casa de Mangel estaba a las afueras de la ciudad escondida entre el bosque, cuando Auron la vió desde lejos pensó que se elevaba del agua, era magnífica, aunque no era la casa más grande que había visto, si era la con mejor ubicación, estaba bordeadas de altos pinos que la protegían, en el centro había un gran lago a la que la casa de Mangel tenía espléndidas vistas, para ingresar a esa zona habia que atravesar unas montañas altas que dejaban un estrecho espacio y allí estaba todo eso. Mangel mostraba su casa con orgullo y Auron lo entendía, recordaba que antes vivía en muy precarias condiciones en una casa de madera en el pueblo, solo había una habitación y un baño, esto era así porque su padre había fallecido dejándole a él solo con su madre, ella no había podido darle más a su familia pero Mangel siempre fue muy agradecido.

En silencio, Auron le dio un bocado al jamón que le había servido Mangel, y si bien, la casa era acogedora, la mirada de Rubius lograba que todo a su alrededor se sintiera sumamente frío. Se había cambiado de ropa y ahora traía una suerte blanco y unos jeans negros, nadie se hubiera imaginado que ese era el cura de la ciudad, pudo ver un destello en su cuello y, al fijarse más de cerca, notó que era una cadena con una cuz. Vaya, tenía sentido. Con alegría, Mangel hablaba del proceso de extracción de jamón y como cuidaba de sus cerdos para producir un jamón de esa calidad pero Auron parecía lejano, su mente no dejaba de pasear en Borja... Luzu, ¿cómo estaría él? ¿Cómo se habrá tomado su último año? El cacareo de Frederick le devolvió a la conversación. Bajó la vista y vió a Frederick caminar por el suelo de madera de Mangel picoteando cualquier cosa que veía.

— ¿Y ya tienes tu poder, Auron? —, pregunta Mangel dándole un bocado a su jamón, Auron bajó la cabeza.

— Yo... llevó demasiado tiempo fuera de Karmaland —, niega con la cabeza dejando el tenedor junto al plato.

— Tonterías —, escupe Rubius sin levantar la vista de la mesa —. Todos en Karmaland tienen poderes, incluso los gilipollas como tú y Vegetta.

Alzó la vista con confusión, Rubius, de pronto, se tensó en su sitio con la sola mención de aquél nombre. Parecía cabreado pero algo en sus ojos demostraba que por dentro, en realidad, estaba dolido.

— ¿Vegetta? —, inquiere Auron.

— Agh, Samuel —, aclara Rubius de mala gana.

— ¿Qué le ha dado a todos por cambiarse el nombre? —, ríe Mangel con una sonrisa —. Tu y yo somos los únicos fieles a nuestros orígenes, Raúl.

— En realidad... —, suelta suavemente —. Ahora me llaman Auron.

Guardaron silencio mientras comían, el único ruido de fondo que había era el de las patas de Frederick chocando con la madera y los graduales cacareos que hacía. Para su suerte, Mangel le había ofrecido quedarse con él, cuando consideró la opción de volver a Karmaland en ningún momento planeó donde se quedaría, solo había sentido una necesidad de volver al pueblo casi como si una fuerza magnética lo hubiera hipnotizado y obligado a ir, ahora estaba más sobrio y no comprendía sus motivos, sentía que todo era una muy mala idea y que su presencia no había hecho más que arruinar todo.

— Mañana podría llevarte con Luzu, supongo que a él has venido a ver —, menciona Mangel atrayendo la atención de Auron pero, en ese instante, Rubius se desliza hacia atrás en la silla provocando un fuerte chirrido antes de levantarse y, con ambas manos empuñadas, golpear la mesa partiéndola a la mitad y derribando todas las cosas que había en ella. Tanto Mangel como Auron se quedaron congelados en su lugar.

— ¡Por nada en el mundo verá a Luzu! —, exclama Rubius con fuerza —. Lo que menos necesita Luzu ahora es ver a esta traidor.

Le dió una última mirada frívola a Auron llena de odio antes de bordear el desastre que había hecho y salir de casa de Mangel. Se mantuvieron en silencio hasta que escuchar la puerta golpearse con tal fuerza que las bisagras salieron disparadas y la puerta cayó de bruces por la escalerilla que daba a la casa hasta terminar flotando en el lago. Finalmente, Auron volvió a respirar tras haber guardado el aliento sin percatarse.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora