59. Fracaso tras fracaso

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Jamás había estado en el desierto de Karmaland pero, en cuanto llegó, sintió como si hubiera estado allí antes. No era como los desiertos de las películas, montañas de arena tras montaña, el desierto de Karmaland era una amplia explanada de arena, el cielo era casi del mismo color debido a toda la arena en el aire, habían grandes cactuses que se alzaban en el horizonte y una construcción que se entreveía bajo esa capa de arena, a lo lejos veía unas montañas grandes de color verde y unas palmeras, oía, también, el ruido de un caudal de río. Por primera vez comprendió lo decía Luzu con las vacas aberrantes que había creado, eran vacas como cualquier otra pero de un extraño color verde pastoso con espinas que les salían de todo el cuerpo, las vacas comían cactuses y sacudían las colas haciendo que saltaran espinas a todos lados.

— Me arrepiento de jamás decirle nada por crear esas vacas —, piensa Vegetta en voz alta haciendo que los ojos de Auron miraran a los extraños animales —. Son horrorosas.

Caminaron con dificultad hacia el templo de arena frente a ellos, el viento ejercía presión contra ellos y les dificultaba avanzar o lograr ver lo que tenían por delante. Siguieron avanzando con los ojos entrecerrados para evitar que la arena elevada por el viento les cegara pero sí les lastimaba al chocar contra su piel. Sería más difícil de lo que parecía. De pronto, la mano de Vegetta se apoyó en el pecho de Auron y lo empujó tras de él, segundos después una inmensa espina de una de las vacas pasó casi rozando el rostro de Auron quien se quedó perplejo.

— Hay que alejarnos de las vacas si no queremos terminar empalados —, bufa Vegetta agarrando a Auron de la camiseta y obligándolo a cambiar de ruta, Auron mantuvo su rostro lo más cerca de la espalda de Vegetta para lograr que este le cubriera la arena —. No veo un carajo.

— Ni lo menciones —, resopla Auron cubriéndose la nariz con su playera.

— Voy a tomar mi forma de lobo, tu sígueme de cerca ¿vale? —, propone Vegetta, Auron asintió con al cabeza cubriéndose los ojos con su mano —. Voltéate, me voy a quitar la ropa para no destruirla y tener que andar desnudo por allí después, a menos de que quieras ver, claro.

Soltó un bufido y se dio la vuelta. escuchó como Vegetta se quitaba la ropa y, al darse vuelta, se encontró con un enorme lobo negro a sus espaldas.

— Venga, salgamos de aquí —, le apresuró Auron, el lobo sacudió la cabeza, recogió la ropa de Vegetta del suelo y comenzó a avanzar.

Se cubrió los ojos con el antebrazo y avanzó cabizbajo, podía ver la cola del lobo solamente pero eso era suficiente para seguirle el rostro, la arena golpeando su brazo desnudo le lastimaba pero era mejor que recibirla en los ojos. Cada paso era un infierno, sus pies se enterraban en la arena por el peso y tenía que hacer un gran esfuerzo para poder sacarlo de allí y seguir avanzando, a diferencia suya, Vegetta avanzaba con facilidad por la Arena, sus patas eran mucho más pequeñas que los pies de Auron por lo que no se hundía al avanzar, si bien eso no quería decir que se hubiera relajado, las vacas de cactus estaban por todas partes y de vez en cuando debía cambiar de trayectoria para evitar ser penetrados por las espinas que salían disparadas para todas partes, para su suerte, sus reflejos de lobo eran increíbles, lo que le preocupaba era Auron, él ni siquiera podría verlas venir hasta que fuera muy tarde, por eso intentó alejarse lo más posible de las vacas hasta que alcanzaron el templo. El templo era inmenso, algunas de sus paredes se habían derrumbado dejando un enorme agujero en la parte trasera que dejaba expuesto el interior, se podían ver varios detalles remarcables en las paredes, desde enormes pilares hasta jeroglíficos. Por lo que se veía, el templo tenía tres pisos, en ellos no había más que escombros, el techo también estaba abierto pero lograba cubrirles de las vacas y de la arena.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora