4. Guerra interna

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  — ¿Ya tienes donde pasar la noche? —, le pregunta Fargan.

Se encontraban sentados en las escaleras que unían la casa de Merlon con el poblado uno al lado del otro mientras miraban las luces de Karmaland que batallaban por resaltar por sobre las estrellas pero, en Karmaland, las estrellas brillaban más que cualquier cosa, lo único que las superaba era... los ojos de Borja. Su vista se dirigió a casa de Borja, las cascadas de lava caían por el borde provocando reflejos rojos sobre las paredes negras y no podía evitarse sentir curiosidad sobre qué había ocurrido con él.

— Sí —, asiente sosteniendo la taza de té que le había servido Merlon entre sus manos para mantener el calor —. Mangel me ha dejado quedarme con él.

— Ah —, asiente con sequedad —. Así que ya viste a Mangel.

Aquellas palabras más que sonar amistosas como era el común de Fargan, parecieron ser escupidas casi con desagrado. Se volteó para mirarle y, a pesar que una maya del antifaz blanca cubría la parte de sus ojos y le impedía verle bien, por la manera en la que se tensaba su mandíbula supo de inmediato que había algo que le molestaba.

— ¿Qué pasa con Mangel? —, inquiere Auron dejando su vista vagar en dirección a casa de Mangel.

— No es nada, solo... —, suspira pesadamente y se rasca la nuca intentando descifrar las palabras que decir —. Todos hemos cambiado desde que te fuiste.

Guardaron silencio. Era cierto, lo notaba, pero él también había cambiado y no para bien, haberse marchado había sido la peor decisión que pudo haber tomado, dejar a Luzu a su suerte sabiendo que solo le quedaban 18 años de vida... ¿Por qué no había vuelto antes? Tal vez pudo haber buscando la manera de que Luzu... de que su tiempo se alargara, y si no era posible, al menos quedarse a su lado y cuidarle, hacerle pasar los mejores años de su vida como recordaba de niños. Pero daba igual, había vuelto, pero muy tarde.

— ¿Cómo están los demás? —, pregunta Auron sintiendo aquél conocido sentimiento que lo invadía cada noche; la culpa.

— No lo sé —, niega suavemente con la cabeza —. Cuando tu partiste, nos fuimos distanciando, fue algo gradual, al principio resistimos como pudimos pero tu huida animó a Vegetta a hacerlo también, él... no pudo con la presión de ser quien viviría por más tiempo, así que se marchó de la ciudad unos años después y cuando volvió, ya no era el mismo.

— Willy se enfadó con él al verle tan cambiado —, continúa Fargan mirando al horizonte como si su mente estuviera llena de recuerdos —. Un día tuvieron una horrible pelea que casi terminó con la vida de Vegetta, Willy aún no aprendía bien a controlar su poder y con la ira que sentía en ese momento, no dudo ocupar todo su potencial con Vegetta... Esa pelea terminó separándonos en bandos, algunos apoyaban a Vegetta, otros a Willy, comenzamos a pelear entre nosotros, Willy no soportó casi asesinar a Vegetta y se encerró en su casa, no le vemos desde entonces...

Era un día frío, una capa de escarcha cubría todo Karmaland y con cada respiración salía humo de su boca. Sujetó su arco entre sus manos apuntando entre temblores directamente hacia en frente, Willy tenía su mano levantada con la palma abierta mirando en la misma dirección que Fargan. El viento invernal les soplaba el rostro haciéndoles tiritar de frío pero su mantuvieron firme en su posición, debían demostrar fortaleza. Los ojos de Fargana viajaban de un lado para otro buscando algún movimiento, una hoja cayendo de un árbol, una vaca pastando a lo lejos, un pájaro volando entre los árboles, y allí le vio, una sombra violeta entre los matorrales.

— ¡Ahí! —, exclama Fargan apuntándoles instantáneamente con la flecha, Willy entornó los ojos intentando verle pero su vista no era tan buena como la de Fargan.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora