58. El portal del desierto

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Había una inmensa diferencia entre besar a Vegetta y besar a Luzu. Luzu era mucho más frío, sus besos era como si estuviesen premeditados hasta el último paso, como si estuviese conteniéndose para no dejarse llevar por completo, Vegetta era exactamente lo opuesto, era la persona más libre que había, se dejaba consumir por ti y, por ende, tú te consumías en él.

Cuando Auron recién le beso, Vegetta tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo no hubo manera de detenerlo. Le sujetó por la nuca con una mano y con la otra le rodeó la cintura, Auron se sentía pequeño contra su pecho pero logró apañárselas y se hubierado quedando allí besándose en el bosque por toda la noche si no hubieran escuchado unas rampas rompiéndose a sus espaldas, Vegetta se apartó de un saltó y, justo antes de caer al suelo, adaptó su forma de lobo, se encorvó sobre sí y comenzó a gruñir pero, tras olfatear el aire un par de veces, abandonó su posición de ataque y Auron juró que lucía confundido.

— ¿Qué es? —, inquirió Auron con confusión, el lobo sacudió la cabeza y se volteó a verle, Auron se concentró en sus ojos, se imaginó a Vegetta hablandole pese a su forma de lobo, intentó leer lo que sus ojos le comunicaban y ahí logró escuchar su voz en su cabeza.

— ¿Pero qué cojones? Es imposible —, oyó la voz de Vegetta en la parte trasera de su cabeza como un eco, Auron abrió mucho los ojos y el lobo hizo lo mismo —. ¿Qué pasa? ¿Vio algo?

— Puedo oírte —, susurró Auron, Vegetta exclamó confundido y Auron asintió.

— ¿Es en serio? A ver, ¿Qué estoy diciendo ahora? Pastel de calabaza, parroquia, astronauta —, comenzó a decir Vegetta mientras los ojos púrpura del lobo se mantenían sobre él.

— ¿En serio? Dios, vaya niñato —, ríe Auron, el lobo asintió con la cabeza —. Ahora dime, ¿qué había?

— Estoy seguro de haber sentido el olor de Mangel —, escucha decir a Vegetta, Auron frunció el ceño y se volteó bruscamente a verle, Vegetta paseó la vista a lo largo del bosque como si esperara que Mangel saltara por entre los arboles — Deberíamos irnos, aquí no es seguro.

Se dirigieron a casa de Mangel, en el camino, Auron le comentó a Vegetta sobre Mónica y la ciudad acuática, Vegetta parecía desconfiado de Mónica pese a que no la conocía aún. Podía ser sospechoso que solo Mónica fuera quien supiera donde estaba Circón pero no se había tomado el tiempo de cuestionárselo, estaba tan desesperado por encontrar la piedra antes que Merlon que no tenía tiempo para andar desconfiando de las únicas personas que tenían pistas de su paradero. A este punto ya avanzaba a ciegas, lo único que hacía era recolectar información e ir uniendo hilos. Era un pollo sin cabeza que corría en círculos.

Llegaron a casa de Mangel, Vegetta fue el primero en ingresar a la casa y comenzó a olfatear el aire como si temiera que hubiera alguna amenaza allí, los perros de Mangel aparecieron inmediatamente al sentir el olor de Vegetta y comenzaron a saltar a su alrededor pero Vegetta no estaba de humor. Cuando comprobó que todo era seguro, se volteó para mirar a Auron quien estaba apoyado en la puerta de brazos cruzados mirándole con una sonrisa burlesca en la cara, Vegetta hizo lo más similar a un bufido que pudo.

— ¿Terminaste? —, ríe Auron con gracia, Vegetta solo le miró fijamente, se acercó a él y le rascó tras las orejas haciendo que la cola de Vegetta se moviera levemente —. Hay ropa arriba en el armario, puedes utilizar lo que quieras, a Mangel no le molestaría.

— Ya es segunda vez que tengo que andar mendigando ropa —, bufa Vegetta mientras subía las escaleras con los dos perros saltando tras de él, Auron sonrió mientras veía como desaparecía en el segundo piso.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora