19. Visita improvisada

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Su cuerpo comenzó a sacudirse contra su voluntad, su vista se nubló impidiéndole ver a Merlon claramente. Muchas imágenes pasaban frente a sus ojos a una velocidad mezclándose con la realidad que veía haciéndole imposible distinguirlas, sentía su cuerpo helado y cubierto de sudor, estaba convulsionando y su mente estaba en punto entre la consciencia y su opuesto, hasta todo se calmó y se encontró en medio de una sala sumamente oscura que jamás había visto en su vida. En aquella sala se veían unas paredes de piedra húmeda que sostenían a unas antorchas que iluminaban estas, habían calaveras en las paredes y una inmensa escalera a un lado, en el suelo se dibujaba un mosaico en forma de calavera y, al mirar al fondo de la habitación, vio una figura encorvada abrazándose las piernas en una esquina.

Caminó lentamente hasta la persona que estaba sentada en aquella esquina con la capucha de su chamarra cubriéndole por completo la cabeza, mientras más se acercaba, más fuerte se oían los ruidos que esa persona hacía y casi pudo jurar que se trataban de... sollozos. Se agachó frente a él y le miró sin saber que decir, sabía más que perfectamente que aquel era Luzu, lo tenía muy claro, a pesar de que no pudiera verle la cara, de alguna forma sabía que era él, no tenía idea como había llegado a parar frente a él o porque Luzu estaba llorando pero verle allí le rompió el corazón y le hizo olvidar completamente el hechizo que le había lanzado.

— Eh, Luzu —, le llama suavemente, pero el chico no le escuchó.

Acercó su mano lentamente y, al intentar tocar a Luzu, lo atravesó. Miró su mano como si aquella fuese a explicarle el motivo pero no tenía idea que estaba pasando, seguramente se trataba de un sueño o algo, no podía recordar nada, como había llegado, que había pasado luego de la maldición de Luzu, solo había aparecido allí y el resto estaba todo borroso. Sus pensamientos se vieron detenidos al oír un par de pasos bajando las escaleras, al alzar la vista vio a una muchacha que traía ropas en pésimas condiciones, su rostro era pálido y un poco verdoso y su cabello estaba descuidado, era un zombie.

— ¿Luzu? —, habla la mujer llegando donde estaba él, Luzu alzó la vista logrando que Auron le viera directo a los ojos.

Se sintió un poco cohibido al ver esos ojos marrones rojos por el llanto mirándole llenos de vulnerabilidad pero, claro, no le miraban a él, miraban hacia la muchacha que estaba tras suya. Se apartó sintiéndose incómodo de estar en un momento como aquel aunque no pudieran verle por alguna razón que desconocía. Apoyó su espalda en la pared opuesta a ellos y miró la escena desde lejos sin querer entrometerse demasiado, vio como la muchacha se arrodillaba frente a él y le acariciaba la mejilla limpiándole las lágrimas, por alguna razón, Auron no pudo evitar imaginarse en el lugar de ella, consolando a Luzu en aquel momento, sosteniendo su rostro entre sus manos, mirándole con aquella expresión que tranquilizaba a Luzu con tan solo sonreírle, quería estar en ese lugar, quería poder estar allí para Luzu, ser la persona en la que él mas confiaba, a la que mas quería, quería ser su todo, así sería muchísimo más fácil para él poder llevar la idea de que Luzu sí que era todo para él aunque lo lastimara, cambiara su forma, desconociera o incluso le mirara como si no le conociera, pero debía admitir que dolía, le dolía querer a Luzu porque sabía que no era recíproco.

— ¿Qué pasa, Luzu? —, inquiere la joven con tranquilidad.

— Ha venido Auron hace un rato —, explica limpiándose la nariz con la mano —. He hecho lo que tenía que hacer.

— ¿Y por qué lloras, entonces?

Los ojos de Auron estaban atentos a la escena, la simple mención de su nombre fue suficiente para dejar de lamentarse por si mismo y comenzar a prestar atención. Esto había ocurrido justo después de lanzarle la maldición, eso quería decir que podría saber porque Luzu hizo eso y más importante, su reacción luego de hacerlo. No tuvo tiempo para ponerse a divagar sobre aquello pero tenía claro que no esperaba que Luzu llorara por algo así, una parte de sí pensaba que Luzu estaría orgulloso e incluso mosqueado porque apareció en su casa pero aquello era todo lo contrario.

— Porque es Auron —, habla entre sollozos, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos —. Nunca pensé que sería capaz de dañarle.

— Él también te dañó a ti, Luzu —, dice la chica acariciandole el cabello con suavidad —. A diferencia tuya, él lo hizo sin motivo y atacó a donde más duele, el corazón.

El castaño asintió suavemente aunque no parecía convencido de sus palabras. Bajó la vista y miró sus zapatos aún con sus ojos empañados de lágrimas, por su lado, Auron miraba la escena con las cejas apretadas y la mandíbula tensada, aquellas palabras habían llegado directamente a su interior, no tenía idea de quién era esa chica pero tenía razón, Auron había recibido daños físicos, había perdido su cuerpo por culpa de Luzu y estaba bien, Auron había hecho algo mil veces pero que eso, traicionó a Luzu y lo dejo cuando más lo necesitaba y solo porque era un cobarde, porque no podía imaginar una vida sin Luzu, por eso pensó que debía irse para olvidarle y así no sufrir cuando se fuera, sabía que su vida terminaría cuando los días de Luzu acabaran y, a pesar de que ahora sabía que sería así, en ese entonces también lo pensaba aunque metafóricamente hablando.

— Se lo merecía, Luzu —, habla la chica —. Así lo mantendrás alejado de ti y lo volverá a hacerte daño.

— ¡Cállate, zorra! —, exclama Auron perdiendo los estribos, se acercó hacia donde estaban aunque no pudieran verle y caminó hasta ellos —. ¿Tu qué coño vas a saber? ¡Yo nunca quise lastimar a Luzu, me fui porque la idea de perderlo estaba acabando conmigo y desde que me marché no he dejado de pensar un puto día en él!

Caminó de lado a otro pasándose las manos por el rostro con frustración. Por primera vez podía decir aquellas palabras en voz alta, finalmente podía dejar salir todos esos sentimientos que habían estado comiéndolo por dentro sin dejarlo descansar un solo segundo. Se había cansado de sentir culpa, se había marchado, sí, pero porque no podía disfrutar un segundo más en Karmaland sabiendo que cada día que pasaba se restaba de la vida de Luzu, odiaba la idea de tener que aprovechar cada momento a su lado porque sabría que pronto se iría, lo único que quería era tranquilidad, quería estar con él una puta vida completa sin tener que estar atento a la fecha para saber cuando moriría la única persona que le hacía querer vivir para siempre.

— ¿Y sabes qué? Tienes razón, no me lo merezco porque fui un cobarde y me fui en lugar de quedarme con él —, sigue hablando con rabia contenida, rabia hacia si mismo —. Lo cual es irónico porque ahora daría lo que fuera por pasar un solo segundo con Luzu, porque yo... yo...

Se volteó para mirar a Luzu con los ojos cubiertos de lágrimas, pero, al hacerlo, vio el rostro del castaño pálido como un papel mirando en su dirección, la chica también le miraba con la misma sorpresa. ¿Acaso le estaban...viendo? Se movió a otro lado de la habitación y comprobó que le siguieron con la mirada.

— Vale, ¿cuánto habéis oído? —, pregunta Auron en broma sin creerse que le estaban viendo.

— ¿A-auron? —, titubea Luzu con el ceño fruncido.

Antes de que pudiera si quiera sorprenderse, sintió sus piernas desvaneciéndose y cayó de bruces contra el suelo como si su cuerpo le dejara de responder. Se preparó para el golpe pero nunca llegó, su cuerpo atravesó el suelo y, al abrir los ojos, se encontró a sí mismo recostado en medio del pasillo de la mansión de Vegetta con Merlon mirándole impacientemente con su mano jugueteando con su barba.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora