37. Recuerdos de Infancia

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— Tierra llamando a Auron, ¿me oyes? —, inquiere Heberon pasando la mano repetidas veces por frente al rostro de Auron.

Abrió los ojos lentamente sintiendo una fuerte luz contra sus ojos, su última recuerda era Heberon tocándole y él perdiendo la consciente, debía decir que aquello le ocurría muchísimas más veces de las que le gustaría, si seguía desmayándose así es terminaría partiéndole la cabeza a alguien porque comenzaba a hartarse de aquel gustillo que le estaban tomando a todos. Ignorando aquel pensamiento que repiqueteaba en su cabeza, notó que se encontraban en el bosque en pleno día, el pueblo de Karmaland se veía a lo lejos pero no habían tantas edificaciones como en el presente, podía ver casas humildes de madera, un huerto diminuto y un molino pequeño también de madera a lo lejos, Heberon estaba frente a él de brazos cruzados, al captar u atención señaló hacia el suelo haciéndole bajar la vista, justo a los pies de ambos había un pequeño en un canasto, era tan solo un bebé envuelto en unas mantas viejas.

— ¿Y esto? —, inquiere Auron agachándose para verificar que el bebé se encontraba bien pero cuando intentó tocarle simplemente le atravesó.

— Te he traído a uno de tus primeros recuerdos de cuando eras un crío —, habla Heberon mirando al pequeño Raúl en el canasto que miraba las hojas de los árboles embobado por el reflejo de la luz en estas —. Y diría yo que el más importante de tu vida.

— ¿Éste soy yo? — inquiere señalando al bebé rechoncho con las mejillas sonrojadas —. Tenía un poco cara de pringao.

— Algunas cosas no cambian, eh —, bromea con una sonrisa.

El momento se vio interrumpido cuando unos pasos se oyeron a lo lejos, Auron se volteó aún agachado junto al bebé y vio a Merlon acercándose al canasto, no le sorprendió ver que Merlon era el mismo viejo que conocía y que siempre había conocido, con su túnica azul y su larga barba blanca, tal parecía ese hombre jamás había sido joven en toda su vida. Se incorporó y retrocedió al ver al anciano acercarse al bebé que ahora le miraba con la barbilla cubierta de baba, los ojos marrones del anciano le miraron con confusión, claro, era extraño ver a un bebé en el medio del bosque, miró en todas direcciones buscando alguna señal de vida pero el bebé era la única otra persona aparte de él que había en el bosque.

— ¿Te han dejado aquí, pequeño? —, inquiere Merlon levantando al bebé del suelo y acunandolo en sus brazos —. ¿Cuánto llevarás aquí? Ven, te llevaré a casa.

— Déjame adelantar un poco —, indica Heberon sacudiendo la mano.

Vio como todo el paisaje en el que se encontraban se desplazaba a toda velocidad a su alrededor, era como si estuvieran moviéndose extremadamente sin siquiera dar un paso, todo avanzó en cámara rápida hasta que, en un momento, llegaron a casa de Merlon pero parecía que ya habían pasado un par de días. Estaban en un salón de la casa de Merlon, había una cuna con pequeños muñecos de ovejas colgando sobre ella, Auron recordaba aquella cuna perfectamente, había pasado muchísimo tiempo en esa casa hasta que el padre de Luzu le aceptó en su familia, pero sus primeros años los pasó allí y aquella cuna siempre le hizo compañía. El bebé Auron estaba recostado en la cuna jugando con un muñeco de ramas secas que Merlon le había fabricado, el anciano, por su parte, estaba sentado frente a su mesa haciendo de las suyas, cuando Auron se acercó para mirar por sobre su hombro se sorprendió al ver que encima de la mesa había un bote de cristal con un hada dentro que golpeaba las paredes intentando huir, de la cabeza del bote salía un tubo rojo que llevaba a otro bote más pequeño, allí habían polvos de hadas rosados como los que había visto de Mildred, el anciano o hacía mucho caso al hada, en cambio, estaba centrado en una muestra de sangre que tenía dentro de una placa petri.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora