"Bienvenido a Karmaland" escribía el gran cartel a la entrada de la ciudad, el autobús se alejaba por la misma calle que le había traído dejándole varado en aquél triste y desolado paradero junto al bosque. Apretó el mango de su valija con fuerza y se ajustó las correas de su mochila. No recordaba Karmaland de aquella forma, ahora más que un pueblucho con un par de casas, era toda una ciudad, el poblado había crecido enormemente, veía que hasta tenían un banco, una heladería y un gran zoológico, por otra parte, estaba lleno de casas colosales que resaltaban a la vista pero sus ojos no se apartaban de aquella inmensa casa rodeada de una muralla oscura que dejaba caer lava de sus paredes.
— Borja... —, susurra mirando a la montaña, donde ni siquiera el fantasma de la pequeña choza que antes había allí quedaba.
Caminó junto al sendero de los coches arrastrando su maleta, Frederick, su gallina, cacareaba con desesperación dentro de su jaula intentando salir, debió ser un viaje estresante para él, después de todo quedaba muy alejado de la ciudad en donde se encontraba anteriormente. Después de tantos años lejos de su ciudad de nacimiento, se sentía extraño poniendo sus pies de nuevo en ella, como si fuera un forajido, ¿por qué se sentía así? Él tenía tanto derecho como cualquier otro habitante de Karmaland de andar por allí, después de todo, esas calles le habían visto crecer.
Mientras más se acercaba al poblado, más ardía la marca en su muñeca, al bajar la vista vio las líneas negras que escribían aquél nombre que intentó ignorar por tanto tiempo. Borja, ¿cómo estaría él? ¿Seguiría en Karmaland? Jamás olvidaría el número que apareció en la muñeca de Borja, fue el 18, lo que significaba que éste era su último año de vida. Morir a los 31 años debía ser algo horrible, ¿qué has conseguido con 31 años? Absolutamente nada, Auron ya tenía 31 años y su vida había pasado tan rápido como un parpadeo, sí, no había vivido mal, se había liado con cuantas chicas y chicos quiso, había trabajado en una fábrica de mierda pero al menos había juntado dinero suficiente para vivir bien, había viajado lo suficiente pero aún no lograba nada digno de recordar, ¿le pasaría lo mismo a Borja?
Llegó a la ciudad y rápidamente vio el movimiento de las calles, había mucha gente paseando de un lado a otro, rostros que jamás había visto antes. Caminó esquivando a la gente que pasaba a su lado sin siquiera mirarle, como si no importara y tal vez era así. Los negocios también habían cambiado un montón, antes sólo eran casas de madera donde vivían un par de personas, ahora habían locales comerciales por todos lados y las casas parecían no verse por ningún lado. Karmaland se había vuelto una ciudad más.
Dobló por una esquina que recordaba llevaba hasta la pileta frente al Ayuntamiento, avanzó unos pasos y allí vio una inmensa construcción de un blanco pulcro que se elevaba imponente frente a la pileta, en letras plateadas escribía "Ilustre Ayuntamiento de Karmaland", pero no había nada de Ilustre en él, la fachada, por muy bella que fuese la se veía opacada por un sinfín de grabados que escribían "Muerte al Alcalde", "Ayuntamiento corrupto" y cosas del mismo estilo. ¿Quién sería el alcalde de Karmaland? Seguramente no lo conocía, todo había cambiado tanto que ya casi ni reconocía aquél lugar.
Se sentó en una banca frente a la pileta y dejó sus valijas a un lado. Se encontraba desorientado y no sabía muy buen a dónde ir, ¿qué había esperando conseguir con ir allí? ¿Por qué había vuelto? Sabía la respuesta pero, aún así, le parecía que había cometido un error, un muy grande error. Sus ojos no se apartaban de las puertas cerradas de la Iglesia de Karmaland y sentía el retumbar de sus latidos en la garganta, junto a la entrada habían varios arreglos de flores desperdigados por todos lados, aquello no podía ser buena señal. Esperó pacientemente hasta que el coche fúnebre de color blanco aparcó fuera de la Iglesia. Las puertas inmensas de madera oscura se abrieron y vio como un ataúd de caoba salía cargado por un par de hombres que no le sonaban de nada. Se levantó de un salto y observó como cargaban el ataúd en el coche fúnebre mientras las otras personas se encargaban de dejar las flores sobre el techo del vehículo, sin poder evitarlo, tomó sus cosas y se dirigió al tumulto de gente. Debía saber de quien era aquél funeral.
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Cuando muera; Luzuplay [En edición]
FanfictionLos 9 héroes de Karmaland habían tomado caminos distintos y tenían una fuerte rivalidad entre ellos la cual se ven obligada a superar cuando descubren la Profecía que acechaba al pueblo que los vio crecer y que dictaba el final de este. Auron se pro...