39. El precio a pagar

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Despertó con los ojos escocidos de tanto dormir, no había descansado tanto ni una sola vez desde que había puesto un pie en Karmaland lo cual era bastante irónico porque pasaba desmayado la mayor parte del tiempo, por otro lado, por muy ajetreado que hubiera sido el día de ayer, hoy se sentía distinto, más relajado incluso después de recibir toda aquella información que debería haberle hecho cambiar toda su manera de ver lo que le estaba sucediendo, atribuyó este sentimiento de paz a su conversación con Luzu fuera de su puerta, aclarar aquello le había quitado un enorme peso de sus hombros, era ridículo porque tenía preocupaciones del tamaño de un buque como el hecho de que un espíritu del infierno quería apropiarse de su pueblo o que el hombre que lo crió como un padre le traicionaría, todo eso sin contar que se había enterado que era una de las entes más poderosas de todo Karmaland pero aún así Luzu seguía siendo su prioridad máxima.

— Hasta que te has despertado, bella durmiente —, bufa Luzu de mala gana dejando una taza de color blanco bruscamente sobre la mesa frente a él —. Que ya son las cuatro de la tarde.

— ¿Cómo que las cuatro? —, inquiere incorporándose bruscamente del sofá en donde había dormido.

— Que sí —, asiente pasándose las manos por su cabello —. Te hice un café.

Miró la taza que había dejado Luzu sobre la mesa frente a él, la cogió entre sus manos y le dio un sorbo, rápidamente lo volvió a escupir en la misma taza al sentir el horrible sabor del café frío es su boca. Alzó la vista hacia Luzu con el ceño fruncido y le vió mirando con expresión de seriedad por la ventana que daba hacía la parte trasera de su casa.

— Está frío.

— Pues claro, hombre, si te lo preparé ya hace cinco horas porque pensé que te despertarías antes —, habla pasándose las manos por el cabello, Auron volvió a dejar la taza sobre la mesa —. Bien, ve a alistarte e iremos a ver a los demás, si tienes hambre e dejado unos emparedados en la cocina por si quieres.

— Bien —, asiente Auron levantándose.

— El baño está por el pasillo a la izquierda, te dejé ropa allí que puede te quede.

— Gracias.

Había dormido en el sofá de la sala de Luzu que, en realidad, era bastante espacioso y cómodo, lo único que le había jodido era que en la noche el cerdo de Luzu, Manolo, había saltado al sofá para dormir con él y, aunque las primeras tres veces que hizo eso le bajó, ya a la cuarto aceptó que el cerdo dormiría junto a él. Se alistó rápidamente, tomó una ducha en el baño de Luzu que era bastante elegante, todo de un color blanco muy pulcro con toques cían que le daban un toque de color, sintió alivio al ver que el agua podía tocarle sin causarle ningún daño, no se imaginó que sería de su vida si no hubiera podido a volver a tocar agua nunca más. Cuando salió de la regadera no pudo evitar detenerse a ver su reflejo en el espejo empañado de vaho, pasó la mano por el cristal y se vio a sí mismo mirándose con una expresión que le resultaba muy desconocida, lucía... feliz. Pasó su mano por su cabello y vio que una parte de su flequillo era de un color anaranjado, el resto de su cabello permanecía casi igual a excepción de unos cuantos visos de color rojo y las puntas de su cabello amarillas que casi eran imperceptibles, acercó su rostro al espejo y vio su ojo izquierdo, era de un color amarillo con un toque anaranjado, por otro lado, su ojo derecho seguía siendo marrón tal y como era el suyo, bajó la vista por su cuerpo viendo si algo más había cambiado, sus brazos estaban tal y como antes, con la cicatriz en su antebrazo gracias a las sirenas y el nombre de Luzu en la muñeca, aquello no había cambiado, agradeció bastante recuperar su cuerpo casi por completo, ya estaba harto de ser un hombre de lava aunque molara por momentos.

Vio que sobre el wc estaba la ropa que Luzu le había dejado, supuso que debía ser de él ya que era toda completamente negra, no tardó en vestirse y, al ver el resultado, casi prefería ir desnudo que con aquella ropa, sentía que flotaba dentro de aquel suéter y pantalones, todo le quedaba demasiado grande, para su suerte él conservaba su cinturón naranja con cuadros negros con el que logró ajustar los pantalones lo suficiente para que no se le cayeran con cada paso, se subió las mangas hasta los codos para disimular lo inmenso que le quedaba aunque esté le llegara a las rodillas. Salió del baño avergonzado por las pintas que traía pero todo eso desapareció cuando vio a Luzu en la cocina hablando con la chica zombie que había visto luego de que Merlon enviara su alma con él.

— ¿Hola? —, habla Auron con confusión.

Tanto Luzu como la chica se voltearon bruscamente al ver a Auron allí de pie mirándoles con confusión, el rostro de Luzu mostró claro temor que Auron no comprendió. Supuso que era una simple muerta viviente como a los que invocaba siempre, aunque era extraño porque ella no era un esqueleto como el resto, parecía más persona que cualquier cosa aunque su piel verdosa y las partes de sus brazos que dejaban ver sus huesos indicaban que no lo era, al menos no del todo. La cabeza de Luzu se sacudió indicándole que se marchara y la muchacha asintió rápidamente para desaparecer por el pasillo con los ojos de Auron fijos sobre ella.

— ¿Quién es ella? —, inquiere Auron acercándose lentamente.

— ¿En serio quieres hablar de eso? —, pregunta pasándose las manos por el cabello, Auron asiente —. Bien, ven.

Llegó a la cocina donde se encontraba Luzu dubitativo, su expresión no le indicaba cosas buenas, parecía sumido en sus pensamientos como si hubiera algo realmente oscuro tras de todo aquello. Se apoyó contra la mesada y se cruzó de brazos esperando a oírle, Luzu le miró por unos segundos a los ojos pero pronto apartó la vista sin poder corresponderle la mirada.

— ¿Recuerdas que te dije que todo us del Libro Oscuro tenía su precio? —, pregunta suavemente, Auron asintió —. Bueno, el Libro no te lo dice, es algo que está implícito, en mi caso... se llevó al amor de mi vida.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora