33. Unidos

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Corrió lo más rápido que sus patas caninas le permitían, sentía el viento chocar contra su rostro animándole a alcanzarle, podía verle a lo lejos colgando del borde del agujero, la quemadura de su estómago aún dolía, con cada paso sentía como ardía contra su cuerpo, un camino de sangre iba quedando por donde pasaba pero su prioridad era llegar donde Auron. Sintió un olor familiar en el aire, elevó la nariz y olisqueó, era Luzu, le buscó con la mirada sin dejar de correr y le vio acercándose hacia Auron apresuradamente, eso hacía las cosas más fáciles para él. Vio como Luzu se agachaba para alcanzar la mano de Auron y, cuando éste le sujetó su mano, pudo ver también el hacha de Mordisquitos sujetándose de la sudadera de Auron empujándole hacia él, Luzu rápidamente llamó a sus esqueletos para que le ayudaran a sacar a Auron, entre todos forzajearon contra Mordisquitos pero el toro era muchísimo más fuerte. Solo había una cosa que podía hacer.

Llegó al agujero y, sin dudarlo, dio un brinco que lo elevó por sobre la cabeza de Auron, logró divisar sus ojos contemplandole por un segundo antes de caer en picada al agujero. Aterrizó justo sobre el rostro de Mordisquitos y le atizó una mordida en una de sus astas de metal llenando toda su boca de un horrible sabor pero, aún así, no le soltó, le dolían los dientes por lo duro de su cuerpo, sabía que no podría hacer nada contra él, todas sus habilidades de lobo eran inútiles con aquel toro de metal, pero le había dado tiempo a Auron, le había ayudado a escapar y eso era suficiente para él.

— ¡Vegetta! —, exclama Auron en un grito desgarrador.

Si moría allí mismo en manos de aquel monstruo valdría la pena, al menos había salvado la vida de Auron, era lo único que le importaba. Bastó un solo golpe del hacha de Mordisquitos en su espalda para abatirlo, cayó contra el suelo sintiendo todo su cuerpo entumecido, unas punzadas de dolor le recorrieron la columna y sintió la sangre mojando todo su cuerpo. Alzó la vista para mirar por el agujero, Auron estaba allí asomado mirándole con una expresión que jamás podría olvidar, era verdadero temor, podía olerlo, ¿acaso era por él? ¿Tanto le importaba? Aquello fue satisfacción suficiente como para aceptar su destino, en esos momentos se preguntó una cosa. Si iba a morir allí, ¿por qué su número le indicaba lo contrario? Tal vez había una ínfima posibilidad, algo que se le estuviera escapando, no todo estaba perdido, si tan solo pudiera saber que era...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte estruendo, al principio pensó que fue el hacha de Mordisquitos preparándose para aniquilarle pero luego vio una cabellera platinada asomándose por sobre la cabeza del monstruo. Rubius. Con sus manos, sujetó las astas de Mordisquitos y le empujó hacia adelante logrando que se estampara con el borde del agujero, sus cuernos quedaron enterrados en la tierra que comenzó a desplomarse de inmediato sobre él impidiéndole librarse, el agujero se estaba desplomando y tierra caía como una lluvia sobre ellos.

— ¿Qué esperas, cabezon? Hay que irnos —, le dice Rubius bajando de un salto a su lado, Vegetta se levantó del suelo pero sus piernas temblaron y volvió a caer —. Vamos, caniche, sujétate.

Sujetó a Vegetta por las patas y lo subió a su cuello, con él ya cargado, Rubius se aferró a las piedras de las paredes y comenzó a subir impulsándose con sus brazos para poder salir del agujero, cuando ya estaban por llegar, Auron y Luzu se acercaron rápidamente hasta ellos y les ayudaron a subir. Cuando su cuerpo tocó el frío césped, sintió como un extraño alivio le recorría todo el cuerpo y pronto notó que no estaba listo para morir, todavía tenía muchas cosas que hacer, la primera de ellas era arreglar las cosas con Rubius.

— Eres un puto loco —, suelta Auron aliviado, sintió sus manos sujetándole el rostro, inconscientemente comenzó a batir la cola de un lado a otro sin siquiera poder controlarlo, Rubius notó aquel pequeño gesto y no pudo dejarlo pasar.

— ¡Rabis! —, habla Luzu caminando hacia el chico que miraba la escena de reojo —. ¿Sabes de dónde ha salido Mordisquitos?

— Ni idea —, niega rápidamente mirando hacia abajo del agujero —. Estaba en mi casa cuando oí el alboroto, al llegar aquí os vi al borde de zambullirse en el agujero de le muerte.

— ¿De dónde cojones ha salido? —, pregunta Auron aún arrodillado en el suelo junto al cuerpo del lobo —. ¿No os parece extraño que apareciera justo cuando estábamos todos divididos? 

— Sí —, asiente Luzu con el ceño fruncido —. Lo más extraño es que solo una persona conocía su ubicación...

— Lolito —, puntualiza Rubius.

— ¿Dónde cojones están todos? —, pregunta Auron.

— No los vi camino hacia aquí —, niega Rubius.

Luzu sacudió sus brazos y poco a poco los esqueletos fueron enterrándose a sí mismo de vuelta a la tierra por donde habían venido. El pueblo aún ardía en llamas pero estaba extrañamente calmado a pesar de lo destruido que se veía. La atención de Auron estaba complemente sobre Vegetta, tenía una gran herida en la espalda que sangraba y la quemadura que le había provocado en el estómago parecía haber comenzado a sangrar nuevamente. Nuevamente se veía confundido, había dudado de Vegetta una vez más y él rápidamente había aparecido desmintiendo todas sus sospechas, si había hecho aquello con el fin de acabar con el pueblo, ¿por qué había saltado directo al agujero solo para salvarlo? No tenía sentido, el traicionero lo habría dejado morir y, ¿qué mejor escenario que aquél? Habría quedado como un accidente con Mordisquitos como único culpable. Se convenció a sí mismo que Vegetta no era el traicionero, e incluso se sintió culpable de volver a dudar de él, pero no podía dejar sus sospechas de lado, después de todo le habían dicho los mismos Dioses que no confiara en nadie.

— Me enferman —, escupe Luzu de mala gana.

— Ni que lo digas —, concuerda Rubius.

— ¡Chicos! —, exclama una voz a lo lejos.

Alzó la cabeza y vio a los demás corriendo hacia ellos a toda velocidad. Allí estaban todos, Lolito, Fargan, Alexby y Mangel, todos corriendo por el valle hacia ellos a toda prisa con expresión de desconcierto en el rostro. Al divisar a Luzu y a Rubius con ellos, el desconcierto no hizo nada más que aumentar en sus rostro, pero aquello no le importaba, toda su atención está puesta en Lolito, intentó centrarse lo suficiente en él, imaginó lo que podía estar pensando y sintiendo en ese momento, rápidamente apareció un aura al rededor de los chicos pero todos compartían un mismo color, el púrpura y un color grisáceo, según lo que había aprendido con Fargan, el color púrpura significa confusión y suponía que el gris debía ser miedo o preocupación, no estaba seguro. Descartó a Lolito como sospechoso, no había nada que lo delatara, parecía tan extrañado como los demás, entonces, ¿quién había liberado a Mordisquitos? Una idea pasó por su cabeza al unir todos los sucesos que habían ocurrido en los anteriores días. El ejército de esqueletos en casa de Vegetta inculpando a Luzu, el derrumbe de la cueva que solo Willy podía causar, ahora el ataque de Mordisquitos que señalaba que había sido causado por Lolito, todos tenían un posible sospechoso que convenientemente era uno de los nueve héroes.

— Nos están intentando separar —, dijo Auron por lo bajo, las orejas de Vegetta se movieron en su dirección al oírle hablar —. Alguien quiere que nos peleemos entre nosotros.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora