Capítulo 50: El arte de la guerra...

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Un desconcertado Asami había despertado con una sensación extraña, no recordaba a qué hora se había dormido, Edward se había ido bien entrada la madrugada, luego de que él insistiera en saber más y más sobre la presencia de Akihito.

—Lo siento señor Asami, lamento si no estoy cumpliendo sus expectativas, el chico se sentó en posición de flor de loto, tiene los brazos cruzados y lo único que me responde es...

—¿Qué es lo que le responde? —preguntaba ansioso.

—No se moleste, yo...

—¡Dígalo de una maldita vez! —decía logrando intimidar al psíquico.

Dígale a ese idiota que entienda que solo le diré a través de Sarah. Lamento no ser de más utilidad. ¿Es conveniente marcharme ahora?—preguntaba con una sonrisa forzada.

Asami sonreía ante la mira incrédula de Edward...sí, Akihito habría reaccionado así y esas habrían sido sus palabras exactas.

—Sí, gracias y disculpe, la suite está pagada por todo el mes, si desea pasar unas vacaciones aquí, envíe sus cuentas a esta dirección, todas serán pagadas.

—Es muy generoso, me quedaré unos días ya que hice un viaje tan largo y siempre tuve curiosidad de conocer su país.

—Disfrute entonces...

—Sí me necesita para algo más, estaré feliz de ayudar.

—Gracias—decía dándole la orden a Kirishima de escoltarlo al hotel.

Ahora en la soledad de su habitación y después de haber dormido más y mejor de lo que pensaba, se preguntaba muchas cosas ¿Por qué Akihito confiaba en Sarah? ¿Desde cuándo Shinji supo que no era un accidente? ¿Esa maldita investigación llegaba tan lejos que propiciaba esto? ¿La gente cercana a él, estaba en peligro?

Este último pensamiento le disparaba las alarmas de alerta, Sarah, Satoru, Tao y Haru...¡Haru! Todos en un mismo lugar, no dudaba que estaban fuertemente custodiados, pero, también Akihito lo había estado y los resultados eran funestos ¿Cómo demonios se les ocurrió poner semejante tentación al alcance de sus enemigos? Y más, era de suponer que, al no estar Sarah cerca de él, se supiera del obvio rompimiento, sus enemigos no eran estúpidos y podían pensar en usar a la chica en sus vendettas contra él y si encima su hermano estaba con ella, tenía que hacerlos volver cuanto antes.

Por un instante se detuvo...¿Le había importado más el bienestar de Sarah, que interrogarla sobre Akihito? Por un segundo sintió que la cama giraba, y hasta se sujetaba de la sabana al sentir vértigo y todo se presentó a él como una luz centellante: Iba a tener un hijo, se convertiría en padre.

Alguna vez, cuando pensó en formar una familia con Akihito, había decido que de ser necesario, contrataría a un ejército para protegerlos y ahora, la situación lo tomaba completamente por sorpresa, por su mente, luego de lo de Akihito, no pasó nunca más esa idea y de pronto, sin pensarlo, sin proponérselo, ahí estaba...Él y Sarah lo hacían a cada rato, en cualquier parte, un par de veces incluso en el baño de la universidad, sin contar las que detuvo el elevador del edificio o de su oficina...ambos eran sanos, él en la edad perfecta para concebir ¿Cómo pudo pensar que nunca pasaría? ¿A dónde iba su relación con Sarah? ¿Qué era lo que quería de ella y con ella? Tenían más de un año juntos, compartiéndolo todo, Sarah había formado para él un mundo distinto, su hermano estaba ahora a su lado entre otras cosas por la rotunda negación de la chica de hacerlo volver al colegio. Argumentando que la familia debía estar junta y unida.

Tal como en algún momento, había querido Akihito.

Había sido Sarah quien impedía que moliera golpes a Kirishima luego de saber la relación que a escondidas llevaba con Haru, haciéndole ver el semblante de felicidad de su amigo y la enorme sonrisa de su hermano, había sido Asami quien la convencía de que Kuroda era ideal para Satoru. En ese tiempo, no estuvieron exentos de altibajos, celos de él, celos de ella, pero siempre encontraban un momento para aclarar las cosas y seguir adelante, era Sarah quien lo volvía más unido aun a Mikahil y Feilong, quien afianzaba aún más la amistad con Kirishima y Kuroda, haciéndolo admitir que los quería y mucho, una vez al mes, el domingo era para una gran comida en la azotea del edificio, reuniones en la que un asador se colocaba, cervezas se enfriaban y las ocurrencias de Haru se desbordaban.

Mi nuevo amanecer sin ti...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora