Capítulo 9 ✔

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Pov. Antoni

Si me lo hubieran dicho yo solo me hubiera reído por el buen chiste, pero lo estoy viendo, nunca pensé verla así.

Nada más nos dirigimos al auditorio, Andrés, está muy sorprendido por Ana, buscamos un lugar cuando estaba por conversar con Andrés.

Viene corriendo a mi Rosmeri, a sentarse en mis piernas para besarme, yo le respondo el beso.

Cuando abro los ojos lo primero que veo es a Ana, yendo a unos asientos principales, no voltea a mí. Veo una sonrisa en el rostro de Rosmeri antes de irse.

— ¿Qué es lo que acaba de pasar? -dice Andrés.

—No tengo la menor idea -le restó importancia a todo, solo puedo observar a Ana, está tan cambiada que no puedo decir que es la misma que yo conocí, es una diferente

La Ana, la cual yo me enamore, es una chica que usaría una camiseta gigante con unos shorts debajo, no un conjunto o quizás nunca fui capaz de conocerla en todas sus etapas.

Al terminar todos se retiran del auditorio, esperaba que todos se fueran para seguir mi camino, pero Rosmeri, me jala a la cafetería. Andrés, nada más nos sigue.

La mesa que escoge es nada menos que una mesa atrás de Ana, los cuales no nos toma la mínima importancia y eso parece molestarla.

Va hacia ella, para jalarle del brazo, cosa que no recomendaría, Ana, sabe muy bien cómo hacer cualquier llave para quedarte inmóvil.

Los que la acompañan se ponen en alerta, pero Ana, solo se suelta para tranquilizarlos.

—¿Qué se siente que te cambien por mí, Ana? -la escucho decir, todas sus amigas se ríen con ella.

—No tengo la menor idea de que me estás hablando y no me interesa. -responde tranquila, suelto una risa por un recuerdo, esto parece una película.

Donde la amante viene a reclamar y la original se burla de ella, pero fue mal momento para recordar ello porque Rosmeri, escucho mi risa.

—Vamos, no te hagas la mojigata, sé que ardes en celos porque te quite algo que es tuyo. -suelta el veneno que tiene sobre los dientes, pero Ana, lo toma de burla- ¿De qué te ríes?

—De lo patética que te ves, si te acuestas con él, ¿qué? Ese no es mi problema -se pone enfrente de ella- ya hemos terminado, entonces no me debe interesar quién es la que pase por su cama, cariño.

Bueno, eso no es de sorprender, ella siempre ha sido la más madura en esta relación, sobre todo si alguien termina a otro, las reglas y todo viene a mi mente, pero sigue.

En lo contrario, a ti si te interesa cuál va a ser mi reacción, bueno solamente para satisfacer tu necesidad -respira, hondo- ¿Por qué lo hicistes? -finge una voz llorosa- ahora sí.

Demuestra una esa mirada de ya me aburriste, no tengo por qué escucharte más.

—Vamos, las dos sabemos que después que todos se vayan me vas a venir a rogar, que lo deje para volver con él. -en serio era necesario continuar cavando tu propia desgracia.

—¿Yo? -se acabó su paciencia- para que me entiendas, no recojo algo usado, las cosas de segunda mano me desagradan, prefiero algo nuevo.

Me sentiría ofendido, pero no tengo el derecho de decir nada, solo ser un auspiciador más, aunque no refuto a Ana, ya que todo lo que dice es cierto, pero termina con algo que sí me llama la atención.

Aquí, entre las dos, te lo agradezco -señala su mesa, en específico a un chico el cual no conozco para nada.

El chico también lo nota, por el hecho de que no ha apartado ningún momento su vista de aquí, él está pendiente igual que yo, pero él se para ir detrás de Ana.

—¿Lindura, pasa algo? -la coge de la cintura para apegarla a él, pero este quien se ha creído, su cabeza sobre su cuello para después besarla.

La sensación que antes era un dolor ahora es un castigo que me impide hablar. ¿Quién es él?

Pero no son las mismas reacciones, Ana, si yo hacía eso comenzaba a temblar, aunque lo niegue, pero con él solo se pone nerviosa.

"Perdistes"

"Lo sé"

—No, nada de lo que no pueda solucionar -se van a sentar de nuevo.

Dejando a Rosmeri, con la palabra en la boca, yo solamente voy con Andrés, pero no antes de'escuchar las puertas abrirse de una manera brusca.

—Eso estuvo intenso, no me digas que ese el novio -me extiende una manzana.

—No sé, ni me importa, vale -cojo la manzana.

—No, pues míralos, si lo son, están tan juntos que no lo dudaría -volteo para verlos, él está agarrándole las mejillas dejando un beso en cada una, ella agarra la crema para untarle en la cara.

No puedo seguir viendo esto.

—No vemos en el auditorio -salgo de ahí escuchando sus risas más un intenso dolor.

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Pov. Ana

—No, nada de lo que no pueda solucionar -lo traigo conmigo, para no darle más contenido—¿Por qué hiciste eso? -le pellizco.

—A si me agradece después de haberme utilizado -coge mis cachetes para jugar con ellos, manchándolos.

—¡No hagas eso! -le tiro mi crema en la cara y me rio.

—O ya vas a ver -agarra la Nutella de Noelia para echarme en toda la cara.

— ¡No, mi Nutella! -grita histérica Noelia.

—Vamos a dejar regidas las cuentas -agarro el refresco que está en la mesa para echarla encima de él.

Cuando me doy cuenta de lo que hice corro al único lugar donde no me puede seguir, soy perseguida por sus gritos.

Aceleró el paso, solo falta un poco para llegar, estoy por dar la vuelta cuando me coge de la cintura alzándome.

Me da giros como si no pesara nada, explotó en risas, me enrolló de su cintura por miedo a caerme, me pegó a él cogiéndole del cuello.

—No me sueltes -susurro a lado de su cuello.

Cuando las risas terminaron, su agarre en la cintura es más fuerte, su reparación pega con mis oídos, me aparto para verlo; grave error, nada más logró que me quede hipnotizada por esos ojos que me gustan tanto.

Nos hundimos en un beso eterno, una mezcla de necesidad, deseo y suavidad, un ritmo que nunca experimente.

Lo agarró del cabello para hacer lo que quise desde que lo vi, enrolló mis dedos con sus cabellos para jalar cada uno, él responde con un gruñido apretándome las piernas.

Como con solamente apretar en un punto puede dejarme queriendo que lo siga haciendo, cada vez se

vuelve más fuerte apretándome contra él.

Me separo mordiéndole el labio, soltando un gemido en ellos, oculto mi sonrojo en su cuello y porque no dejando unos besos cortos por si mandíbula causando que diga mi nombre.

Nunca me he obsesionado con alguien que mencione mi nombre, pero de él, quiero seguir escuchándolo, muerdo como castigo a mis pensamientos sin importarme si dejó una marca.

Él no aguanta más para cogerme de la nuca y volverme a besar, pero con más fuerza, lamiendo, mordiendo, nuestros labios como castigo de la tentación.

Como dicen, las cosas buenas se terminan más rápido de lo que crees, pero porque hoy.

—¡Hey ustedes vayan a un hotel! -grita una voz conocida.

En lo que me convertistes【En edición】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora