Así te conocí

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Al fin después de seis horas de viaje llegaba a mi destino el país vecino Japón.

Hubiera llegado en avión privado pero, como renuncie a todos los lujos por ir tras mi pasión, no me importaba.

Ahora debo ir a la estación de trenes. Una pequeña ciudad me espera, y comenzaré a trabajar en lo que amo. Atender y cuidar de las personas.

El viaje continua pero está vez voy observando todo el paisaje del lugar, antes de viajar, averigüe sobre la pequeña localidad a dónde será mi nuevo hogar y dónde se encuentra mi centro de trabajo.

Tomoeda es el típico pueblo de gente buena, sencilla y sobretodo muy servicial.

Pero así como hay gente buena y amable, también los hay, como decirlo  gente sin oficio y sin beneficio que está al pendiente de la vida de los demás.

Es por eso que yo siempre soy de perfil bajo, soy reservado y casi no tengo amistades, pero eso no significa que sea un amargado, solo que soy selectivo.

El viaje termina y el tren hace su arribo a la pequeña localidad. Lo que veo en primera impresión me gusta, un imponente sol brillando en todo su esplendor, cielo despejado y de un color azul muy bonito.

Al ver el cielo recordé los ojos de mi primo y mejor amigo Eriol, le prometí que llegando e instalandome me comunicaría con el.

Comienzo a caminar por las calles del lugar, con mi maleta en una mano y en la otra mi casaca de cuero, no dejo de sorprenderme por lo hermoso del sitio. En una sola palabra perfecto.

Al pasar por un parque de reojo me doy cuenta de las miradas curiosas que me siguen entre hombres y mujeres.

La de los hombres con cara y semblante de querer asesinarme pues algunos estaban de la mano con sus esposas o sus parejas y me están comiendo con la mirada sin ningún pudor.

Las mujeres mayores con admiración y murmullos, pero las jovencitas entre 18 y casi 30 años, me miran con deseo y lascivia.

Mi prima Meiling me dice que soy un bombón y una suculencia de hombre, es por eso que me quieren devorar como un dulce de fresas o un kekito de chocolate y trufas. Pero yo no me considero un Adonis, solo soy un hombre común y corriente.

Y no es que las mujeres no me gusten al contrario todas son bellas y tengo muy bien definido mi sexualidad.

Nunca me e enamorado con intensidad y pasión. En la universidad e tenido muchas declaraciones, que siempre rechace con respeto y tratando de no herir a la joven que se lanzaba a mi. Tuve mis encuentros ocasionales de una noche y de ahí nunca pasó nada más con nadie.

Pero eso sí siempre cuidándome y protegiéndome como es debido.

A mis 25 años ya tendría que estar casado y talvez hasta con un hijo. Pero no e conocido a la indicada para que sea la madre de mis hijos y la mujer que amare con todo mi ser y mi alma.

Solo espero encontrarla muy pronto, porque muy en el fondo de mi tengo un presentimiento que cambiará mi vida para siempre.

Salgo de ese parque y llego a una avenida donde había un puesto de periódicos, me asomo a preguntarle si conocía la dirección que buscaba o al menos una orientación de cómo llegar.

_Buenos días.- Saludo cordialmente.

Un hombre mayor con barba blanca, medio rechoncho y con una gorra en la cabeza me ve y me regresa el saludo.

_Que tal buenos días.- Me saluda sonriente.

Que suerte la primera persona que trato y me cae muy bien y viceversa.

C̾a̾u̾t̾i̾v̾o̾ d̾e̾ t̾u̾ C̾u̾e̾r̾p̾o̾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora