Setenta Y Cinco

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Leintan fue llevado a un examen al día siguiente donde el Verum y los guardianes más importantes del Reino lo analizaron durante una semana entera.  Al volver a su hogar sus padres, Taehyung y Taris se encontraban en la puerta esperándolo pero el no los pudo mirar a los ojos y simplemente caminó en silencio a su habitación para encerrarse allí.

Ella escuchó sus lágrimas del otro lado de la hermosa puerta de marfil de su habitación y decidió quedarse ahí esperándolo.

-Se que estas ahí... Puedo oírte, Taris.- Comentó al abrir la puerta y ver a la niña sobre el suelo. -Ve a tu casa, no estoy de humor para jugar.-

-No quiero jugar, Leintan.- Chillo al entrar a su hermosa y elegante habitación de príncipe. -¿Que sucedió allí?-

-Soy un prodigio, analizaron mi cerebro y mis capacidades físicas hasta descubrir que tengo incluso más desarrollo cognitivo que el Verum y mi energía es igual de fuerte.- Soltó con asco en su boca y observó a Taris en busca de apoyo, lo cual recibió. Ella se acomodo junto a él en la cama y acarició su cabello hasta tranquilizar sus lágrimas. -Me hicieron hacer cosas horribles...-

-Tranquilo, solo estoy yo aquí ahora.- Susurró al ver como sus ojos azules lloraban formando hermosos ríos en su rostro triste.

-¿Puedes quedarte conmigo para siempre?- Leintan también la observaba y supo en ese instante que nunca antes había visto algo más hermoso. Taris tenía la piel café y su cabello rizado era negro como el carbon ardiendo.

-¿Hasta que muera?- Preguntó al extenderle su meñique para formalizar la promesa y el lo entrelazo sin dudarlo.

¿Quién creería que aquella promesa infantil acabaría siendo real?-

Los años pasaron y los hermanos Kim crecieron para afrontar el feroz universo juntos... Hasta hoy.

Actualidad...

-Estoy feliz de que tu vida no fuese como la mía, Taehyung.- Susurró sabiendo que su pequeño hermano ya no tenía fuerzas para mantenerse en pie. -Tuve que hacer cosas terribles para lograrlo pero todo valdrá la pena cuando me convierta en un Dios y cambie el juego.-

Un silencio caótico sucumbió entre ambos hermanos, años de vida que guardaban en dolorosas miradas que dolían día a día.

-Ahora lo entiendo.- Su voz fue suave pero segura, un murmullo bajo la luna repleta de sangre. -El día que escogiste ser un Dios y te uniste a los Cupios, ese día... Ese día dejaste de ser mi hermano.- Soltó antes de liberar los restos de su energía en tan sólo un segundo repentino y explosivo.

Leintan no pudo contestar aquellas palabras, ya que sintió como su cuello se volvía prisionero de una filosa y cogelada arma que lo atacó en solo un suspiro, creando un collar mortal de hielo que podría cortar su garganta con un solo movimiento de Taehyung.

-¿Cómo es posible?- Preguntó Leintan totalmente perplejo. El peliazul seguía con su vista anulada, pero en ningún momento escuchó agua llegando a su cuello, nada tenía sentido.

-Engañe a tus oídos.- Confesó al ver que su plan había salido a la perfección, aunque ya no tenía casi fuerzas para mantener su prisión de agua. -Sabía que esquivarias las dagas que lancé aún cuando estabas ciego, también sabía que confiarias en tu audición para remplazar a tus ojos, por eso tenía que atacarte silenciosamente...-

Leintan estaba algo impresionado, aunque no lo suficiente como para sentir miedo. El seguía sabiendo que era mucho más poderoso y sabio que su hermanito... O eso creía.

-Aun así las dagas que te lancé no fueron en vano porque estas estaban mojadas con mi sudor y cuando las esquivabas mi agua caía en tu cuerpo, pero no le prestabas atención a ese sonido porque era mucho más importante para ti oír el ataque de las mismas dagas.- Explicó observando cómo el cuello de su hermano comenzaba a sangrar por el cortante hielo. -Luego llevé el agua hacia tu cuello y cuando fue suficiente lo congele, un solo movimiento y cortare tu cabeza.-

Asiardan ~BTS/BP~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora