-Once-

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El atardecer en la aldea del fuego era extremadamente hermoso y Rose se quedó admirandolo por unos segundos en el punto más lejano del suelo que pudo alcanzar, un gran árbol con demasiadas hojas y ramas.

Debía descansar porque sus piernas le rogaban detenerse, había recorrido la aldea toda el día pero Leyn no tenía intenciones de aparecer. Su frustración la tentó a llorar más de una vez pero eso no ayudaría de nada a su situación.

Se preguntó a sí misma como estaría el resto del equipo negro y con eso notó lo extraño que era volver a estar sola.

Los gritos de Hoseok y Jennie no se escuchaban por ninguna parte, ni siquiera Leyn estaba ahí para leer alguna pequeña historia que sonaba ficticia.

Solo ella y un gran sol escondiéndose en el horizonte, aveces le gustaba alejarse de todos y simplemente pensar... aunque la mayoría de las veces solo lograba autodestruirse.

Rose estaba tan repleta de dudas que aveces cuestionaba hasta su propia existencia, una parte de ella que había sido robada y la incertidumbre ardía cada vez más.

No habían repuestas para ella.

Las primeras lágrimas fueron aliviadoras en todo sentido, aunque con el pasar del tiempo sólo sintió pena... Como solía pasarle.

Rose lloraba con frecuencia, no era una guardiana heroica o una muñeca perfecta. Solo una chica triste y confundida.

-No debes llorar frente a nadie.- Le advirtió Jennie con tan sólo once años de edad, llevaban sólo unos meses de la formación del equipo y Rose no la conocía mucho.

-¿Por qué no?- Preguntó limpiando los mocos aguadoz que salían de su nariz por culpa del llanto.

-Porque creerán que eres débil.- Contestó la castaña repitiendo las palabras que su padre le gritaba. -Y no lo somos, Rosie.-

En ese momento la rubia entendió que Jennie se volvería su hermana y con el tiempo ambas lograron formar una amistad imposible de destruir.

-Ademas.- Agregó con una pequeña sonrisa. -Se arruinaría tu maquillaje.-

Ambas rieron por unos segundos y todo se volvió mucho más cálido.

-No tenemos edad para eso todavia.- Protesto entre carcajadas Rose, pero Jennie la silencio para que no arruinaría su fantasía de niña pequeña.

Ya habían pasado cinco años desde entonces y Rose todavía no usaba maquillaje, pero aún así no lloraba en público.

-No creo que esté sea un lugar adecuado para llorar.-

Una voz masculina la devolvió al presente, Rose notó como tipo le hablaba desde el suelo a quizás unos cuatro metros de distancia.

-Lo digo en serio, chica.-

El hombre insistió al ver que Rose no contestó a su comentario, por unos segundos ella pensó que aquel tipo estaba completamente solo pero luego notó a quizás diez personas más que también la observaban desde el suelo.

-Estoy bien aquí.- Escupió con firmeza, sintiendo como sus piernas comenzaban a temblar. Ella los analizó con disimulo pero la luz del sol ya se había ido y no noto muchos detalles.

Todos eran hombres de quizás venite o treinta años, no llevaban uniformes del Reino así que existía la posibilidad de que sean simples aldeanos sin habilidades... Aún así Rose se estremeció al escuchar lo siguiente.

-Hay muchos tipos malos por estas zonas, niñita.- El más desagradable de los hombres le sonrió con malicia. -Deberías bajar de ahí. Ahora.-

Diez hombres contra Rose.

Ella es una estudiante con manejos sobre los sansie pero su cuerpo no estaba en las condiciones para pelear, ni siquiera sabía si podría escapar de ahí sin desmayarse.

Su estómago se revolvió y se sintió tan idiota por no poder pensar en ninguna solución, había estado en situaciones mucho peores a aquella pero su cerebro no la dejaba tranquila.

-Deberías hacernos caso niñita.- Murmuró una voz profunda y Rose solto un grito ahogado al notar que un hombre estaba sobre el árbol a tan solo unos centímetros sobre ella.

Un solo golpe bastó para desestabilizarla, aquel tipo tenía la mano pesada pero Rose notó que no tenía tanta experiencia en puñetazos... Aún así dolió.

-Bajá de aquí y dame tu mochila.- Ordenó cuando la sangre comenzó a caer por la nariz de Rose, pero al hombre sobre el árbol no le importo. -Ahora, niña.-

Ella obedeció porque estaba sola, aterrada y triste. Sabía que en otras circunstancias hubiera peleado con valentía pero su alma se encontraba demasiado agotada para defenderse.

Aún así con movimientos hábiles y rápidos logró bajarse del gran árbol a diferencia del hombre que la había golpeado, que tardó minutos más.

-¿Que tienes aquí?- Preguntó otro idiota mientras revisaba la mochila de Rose y solto un chillido de sorpresa al entenderlo. El la miró unos segundos y no pudo creer lo que veía. -Ella es una guardiana.- Reveló al mostrar el contenido de la mochila, unas dagas, rocas, etc.

Rose quizo decirles que todavía no lo era pero su temor no le dejó abrir la boca, mucho menos cuando las carcajadas de aquellos idiotas comenzaron a sonar.

-No pareces una guardiana.- Exclamó al acercarse peligrosamente a Rose, ella intentó retrodecer unos pasos pero otro tipo la detuvo con sus brazos. -Te ves patética y asustada.-

Como si aquellas palabras hubiesen sido el mejor chiste que habían escuchado en sus desagradables vidas, los tipos volvieron a explotar de la risa y Rose se estremeció del miedo.

-Ustedes se creen superiores a nosotros solo porque nos protegen...- Agregó otro hombre que con demasiada suerte podía mantenerse parado. Todos ellos olían a alcohol y otras sustancias que Rose desconocía. -Vamos a darte una lección, nilita engreída.-

El impacto de el pie contra su estómago fue repentino y doloroso, aunque logró no gritar. Las risas fueron en aumento con cada golpe y Rose no se movió ni siquiera un poco ante los ataques.

Cayó al suelo en un mar de lágrimas y sangre, pero aquellos hombre no se detuvieron y Rose se preguntó a sí misma si su hermano podría perdonarla algún día.

Arthur había huido de casa por su culpa y su madre lloraba cada noche por el hijo y esposo que había perdido, todo gracias a Rose.

-No es divertido si no grita.- Se quejo el hombre de barba espesa, Rose no pudo verle la cara por la falta de luz pero se imaginaba la maldad en su rostro.

-Quizas esto si te asuste, guardiana.-

Rose vio con claridad aquella botella rota que tenía el hombre en su mano izquierda y deseó no complacerlos, pero aún así lo hizo y solto un grito ahogado de miedo cuando el apoyó aquella arma sobre su mejilla.

Aunque gracias a eso la adrenalina volvió a su cuerpo por unos segundos y su cerebro pudo recordar esa misma mañana, Rose apretó su oreja con una fuerza excesiva y luego su mano la abandonó nuevamente. Deseo que el llamador del sonido de Taehyung aún funcionara.

Asiardan ~BTS/BP~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora