Capítulo 47

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Iba a replicar, cuando se escuchó - ¡El qué vamos a ver! ¡Te voy a matar hijo de puta! – y Román se abalanzó sobre él golpeándolo duramente, le dio dos derechazos que lo dejaron en el suelo – ¿Cómo te has atrevido a tocar a mi princesa eh? A lo más puro y bueno de mi casa – empezó a darle patadas, tenía a Fabio reventado e indiqué con la cabeza a Armando que lo parara.

- Ya señor Ferreiro, no vale la pena mancharse las manos con esta escoria. Si lo mata, irá a la cárcel, recapacite que tiene una familia. Lo que tenemos que hacer es denunciarlo -.

Me tranquilicé un poco – Está bien... saquen a esta puta basura de aquí y lo tiran en la calle -.

La seguridad sacó del recinto a un Fabio totalmente inconsciente. Y noté como Román nos abrazaba a ambas.

- Princesita ¿Por qué no me dijiste nada? – acaricié la mejilla de mi hermana y ella me miró con los ojos inundados en lágrimas.

- Por idiota... siempre me decía que iba a cambiar y que si lo dejaba se iba a suicidar – seguí llorando contra Zulema que me tenía completamente abrazada a ella.

- Zulema, gracias por llegar a su vida y cuidarla – le di un beso en la mejilla a mi cuñada y otro a mi hermana y fui a por una copa.

- Mi pequeña... no llores más, no va a pasar nada. Ven, vamos al baño que te voy a retocar el maquillaje y te voy a dar muchos besitos – le besé la frente y me encaminé medio abrazada a ella hacia el cuarto de baño.


- Nuestra niña Leopoldo... le pasó esto porque no estuvimos ahí para ella, la dejamos sola... no me voy a perdonar esto nunca -.

- Me voy a encargar de que ese hijo de puta pague y no se acerque nunca más a nuestra princesa – dije con lágrimas en los ojos ante el conocimiento de todo lo que había sufrido nuestra hija.

- Voy a buscarla, necesito abrazarla y consolarla – respondí sin poder evitar que las lágrimas se derramaran por mis mejillas.

- Ve con ella... yo no tengo la cara para enfrentarla después de haberla dejado sola... eso sí, dile a Zahir que quiero hablar con ella -.

- Está bien mi amor... solo prométeme que no volveremos a dejarla sola -.

- Te lo prometo -.


Entramos al baño y nos metimos en uno de los cubículos. Mi rubia se abrazó totalmente a mí, metiendo su cara en el hueco de mi cuello y rompiendo en un intenso llanto. – Ya mi amor... nunca más volverá a tocarte, te lo prometo – acaricié su cadera, me senté en el inodoro y la senté sobre mis piernas, acurrucándola como si fuera un bebé. Besé su frente muy despacio – Mi pequeña... - limpié sus lágrimas con la yema de mis dedos y rocé mi nariz con la suya – no permitiré que nadie más roce tu piel – acaricié sus cejas, su nariz, sus mejillas, para acabar bajando con la punta de mis dedos por su cuello hasta el valle entre sus senos. Sin ninguna intención sexual, más que el puro placer de acariciarla y darle tranquilidad – Solo yo lo haré y siempre será para acariciarte – esto último se lo dije en un susurro en su oído. Llevé mis dedos a sus labios, los delineé con mucha suavidad y me acerqué para, finalmente, besarla muy despacio, acariciando su mejilla y notando como se relajaba por completo entre mis brazos.

Zulema una vez más me estaba demostrando que era ella y solo ella, que nunca había sido feliz porque mi corazón la estaba esperando – Te amo – susurré contra sus labios. Escuché la puerta del baño y me separé un poco, quedándome abrazada a ella.

- Yo te amo más mi pequeña – le di un piquito muy tierno, la invité a ponerse de pie y salimos del cubículo. Al salir nos encontramos con la madre de Macarena.

Zurena - TóxicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora