Capítulo 28

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Entramos a la habitación, besé a mi rubia con mucha dulzura y mirándola a los ojos le dije – Te amo -.

- Yo también te amo – respondí entre besos.

Me separé de sus labios, la abracé por la cadera y le pregunté - ¿Estás muy cansada? -.

- Un poquito – contesté, le sonreí y le dije – Aunque me muero de ganas de hacer el amor contigo – bajé mis manos de su cadera a su trasero, apretándola contra mí.

- Rubia... - que tomara así la iniciativa, dejando atrás el miedo y el pudor acababa de desarmarme. Cogí su carita y la besé profundamente, entrando en un beso eterno en el que mi lengua y la suya entraron en una batalla por hacerse con el control. Al notarla tan receptiva la dejé que llevara el mando.

Miré a Zulema entre besos, le sonreí y le dije – Quiero aprender contigo – beso. Empecé a desabrocharle su camisa, se la quité, dejando a vista su sujetador de encaje azul. Llevé mis manos a su pantalón, lo desabroché y cayó a sus pies, dejando una de las imágenes más hermosas que había visto en la vida, mi morena en un conjunto de encaje azul, formado por el brassier y un tanga que dejaba muy poco a la imaginación.

Notaba a mi rubia algo temblorosa mientras me desvestía y acaricié su cadera para darle tranquilidad. Cuando estuve en ropa interior, bajé la cremallera de su vestido, dejándolo caer a sus pies y regalándome la imagen de la rubia con tan solo un tanga de encaje blanco – Eres preciosa mi amor – llevé de nuevo mis manos a su cadera y la besé apasionadamente.

Rozar su piel era una sensación mágica, podía sentir escalofríos cada vez que me acariciaba, me dejé besar y llevé de nuevo mis manos a su trasero apretándolo y acariciándolo a cada tanto. La llevé hasta el filo de la cama, desabroché su sujetador, se lo quité, la tumbé en la cama y me puse encima mirándola con mucho amor. La estuve besando un rato buscando tranquilizarme, bajé a su cuello besándolo y succionando la zona mientras llevaba una mano a uno de sus pechos y empezaba a acariciarlo.

Que mi rubia estuviera llevando la iniciativa me tenía encantada, estaba acariciando su cadera y su espalda de arriba abajo muy suavemente, mientras me dejaba mimar por ella – Eres lo mejor que me ha pasado en la vida – le susurré mientras me estaba besando el cuello.

Levanté mi cara para mirarla ante lo que me había dicho – Te amo -. Dejé algunas marcas en su cuello y bajé a su pecho, lo llené de besos húmedos, lo acaricié con mi nariz y llevé mis labios a su pezón, introduciéndolo en mi boca y succionándolo suavemente, mientras apretaba el otro con mi mano. Acaricié todo su vientre, puse mi mano en su intimidad por encima de la tela del tanga y pude notar su humedad. Me puse algo nerviosa y no pude evitar sonreír mientras estaba lamiendo su otro pezón hasta dejarlo erecto ante mí. Regresé a sus labios, empecé a frotar por encima de la tela su intimidad, lo que hizo que mi morena empezara a soltar pequeños suspiros.

Macarena me estaba volviendo loca, su sensibilidad y su ternura estaban derribando todos mis muros... me dejé besar y la apreté un poco contra mí, llevado mis dos manos, que hasta ahora se habían mantenido juiciosas, hasta su trasero para apretarlo. Con mi mano derecha, aparté el hilito del tanga y desde atrás empecé a acariciar el sexo de mi rubia con mis dedos, estaba muy mojada por lo que introduje un dedo en su interior y comencé a moverlo.

Sentir a Zulema tocarme de esa manera junto a la excitación que ya sentía por estar acariciándola casi me hace llegar al orgasmo. Me tranquilicé un poco, acompañé las embestidas suaves del dedo de mi morena moviéndome de arriba abajo, para notar más contacto. Le bajé el tanga y ella se lo terminó de quitar, la acaricié con mis dedos y sin dilatarlo más, seguí su ejemplo y le introduje un dedo, todo esto sin dejar de besarnos. Realmente nos estábamos devorando, y apenas separábamos nuestros labios en busca de aire. Introduje otro dedo y recordando como anoche ella me hizo ir más rápido ayudándome con su mano, intensifiqué la velocidad haciéndola gemir dulcemente – Ah... rubita... mmm -. Sus caricias y sus embestidas suaves también me estaban alterando, pero quería que ella llegara antes que yo, introduje el tercer dedo, aceleré mis movimientos y en pocos minutos pude notar la presión de su interior en mis dedos, notando como ella llegaba a la cima de forma sutil mientras decía mi nombre – Macarena... ah... -. Buscó meter su cara en el hueco de mi cuello, mientras se recuperaba de los últimos temblores ocasionados por el clímax y me besaba la zona dulcemente. Saqué mis dedos suavemente de su interior, me daba algo de vergüenza pero realmente me apetecía probar a que sabe mi morena, la miré a los ojos y llevé los dedos sensualmente a mi boca, limpiándolos con mi lengua. Me gusta... su sabor me pareció delicioso y acto seguido la besé.

Zurena - TóxicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora