Capítulo 50

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Aviso: +18 🔥🔥

Estuve besándola y acariciando su intimidad desde atrás durante varios minutos, disfrutando de tenerla encima. Le di la vuelta despacio, enlazando mis piernas con las suyas y provocando el roce entre nuestras intimidades – Pequeña... prométeme que no me vas a dejar nunca – le dije contra sus labios y me quedé mirándola fijamente a los ojos.

Al ver la carita de mi reina mora solo pude darle un beso en el que me entretuve succionando su labio inferior, atrayéndolo entre mis dientes a cada tanto e introduciendo mi lengua en su boca de manera erótica, sintiendo el contacto y presionando la suya. Me separé un poco y rozando mi nariz con la suya de manera tierna le contesté – Nunca mi amor – y volví a besarla de la misma forma, notando como se le erizaba la piel.

El beso de Macarena me había descolocado totalmente, y esperaba ser la única persona a la que ha besado así. No me cabía la menor duda de que ya no podría vivir sin ella. Me levanté de encima, ante lo que recibí una queja por parte de mi rubia – Es solo un segundo amor – fui al mueble a por su joyita y el satisfayer. Los puse sobre la mesilla y volví a echarme encima con suavidad.

La besé con mucha pasión y empecé a bajar por su cuello, rozándolo con mi nariz a cada tanto, me dirigí al valle entre sus senos con besos húmedos y metí mi cara en medio de los dos notando la suavidad de su piel. Mimé sus pechos dejándole besitos suaves en cada uno de ellos y los torturé con mi lengua hasta dejar sus pezones erectos frente a mí. Me separé un poco, cogí la joyita, le puse un poco de lubricante y separándole las piernas busqué la entrada de su culito, presioné un poco y entró con bastante facilidad, lo que me hizo sonreírle de manera torcida. Sin dilatar mucho el momento, llevé mi boca a su intimidad succionándola con pasión, replicando el beso que me había dado en la boca con sus labios vaginales, mordiendo y tirando suavemente, pero sin llegar a hacerle daño. Tras un rato de mimar suavemente su coñito con mi lengua, le introduje dos dedos mientras hacia circulitos con mi lengua sobre su clítoris hinchado.

Me había sentido muy bien por como había llevado al éxtasis a Zulema, pero esta mujer nunca dejaría de sorprenderme, estaba a punto de correrme y apenas llevaba dos minutos besando y lamiendo mi intimidad. Esto también me afirmaba algo que ya sabía, que tiene muchísima experiencia haciendo esto, lo que me hacía sentir bastante mal y bastante celosa. – Princesa... ah... no puedo -.

Separé mi boca de su intimidad sin dejar de embestirla con mis dedos – Shhh... aguanta un poquito pequeña, te va a gustar -. Le saqué mis dedos cuando vi que iba a llegar y recibí un grito ahogado por su parte en forma de protesta, dejé mi boca en su intimidad, penetrándola con mi lengua, mientras me ponía el arnés lo más rápido que pude. Separé mi boca, le abrí un poco más las piernas, cogí el pene del arnés situándolo en su entrada y echándome encima la penetré con fuerza – Ahhhhh – me gritó y me quedé quieta dentro de ella. - ¿Duele amor? -.

- Un poco – no creía poder aguantar la joyita mientras me hacía el amor, aunque lo intentaría.

- Voy a hacerlo despacio ¿vale? – me asintió y llevé mi boca a comerle los labios sin descanso, mientras empezaba a moverme muy lento, haciendo que sintiera cada centímetro que entraba y salía de su interior. Al principio su cara era de dolor, pero poco a poco su expresión fue cambiando a una de completo placer, esto me hizo acelerar mis movimientos y empezar a follarla fuerte y bastante rápido.

No podía más, me estaba gustando, sin embargo, estaba siendo demasiado bruta – Amor... ah... más despacio... uhmmmm -. No me hizo caso y en pocos segundos noté como me llegaba al éxtasis mientras ella me seguía penetrando con dureza.

Pude ver como llegó, le sujeté con fuerza la cadera y la seguí follando mientras ella se corría, tres o cuatro embestidas más y yo también llegué al orgasmo debido a las vibraciones del arnés chocando contra mi clítoris. Me desplomé sobre su cuerpo sin salir aún de ella, metí mi cara en su cuello y me dediqué a besarlo con suavidad. Recuperé un poco el aliento y la tranquilidad en mi respiración, me separé para mirarla y seguía con los ojos cerrados respirando agitadamente. Le di un piquito muy suave y salí despacio de ella, abrió sus ojitos, rocé mi nariz con la suya y volví a besarla. - ¿Bien amor? – le sonreí con ternura.

Zurena - TóxicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora