Prisión de Omegas (Kookgi) +18

55. El infierno en una palabra, parte 2

      Prisión de omegas.
      Celda uno, pabellón dos.
      5: 35 a.m

Yoongi sabía que su malestar a causa de su celo solo se había tomado un momento de descanso. Sin embargo, y pese a todo, sentía como si un camión le hubiese pasado por encima.

Era impresionante como un simple celo podía controlar a un omega como él y convertirlo en el ser más primitivo.

Suspiró, al recordar su conversación con Jung Kook la noche anterior. Su corazón se sentía agitado. Él lo sabía, era su lobo emocionado ante el recuerdo de su voz suave llamándolo "Omega"

—Déjalo ya, lobo —susurró más que todo para sí mismo, al mismo tiempo en que se enderezaba para ponerse de pie.

—¿Qué pasa, Min? —le dijo Choi desde la entrada de su celda.

—Quiero ir al baño —respondió Yoongi con voz baja y cansada, ya sentado sobre su cama.

Siquiera podía levantar su cabeza para mirar a aquel alfa, quien justo en ese instante abría la puerta de la celda para dejarlo salir. Entonces, justo cuando Min se enderezó por completo, un mareo inundó su cabeza. Por instinto, se sujetó al borde de la cama.

—Min —le dijo Choi enseguida, al notar que Yoongi palidecía de pronto, para seguidamente, caer desplomado sobre el suelo —. ¡Min! —gritó asustado el alfa, a su vez que corría hacia donde Yoongi yacía desmayado, para así tomar su radio y rápidamente decir —, Oficial Choi Minho, estoy en la celda uno, Min se ha desmayado, llamen a la doctora Lee ahora mismo —anunció desde su radio, el cual al instante recibió una respuesta afirmativa.

      Ocho horas desde la desaparición de Jimin.
      Cuartel de Busan.
      7:20 a.m

—Él está bien, Jung Kook, calma —le dijo el alfa a su hijo, mientras palmeaba su espalda tensa.

—Lo sé, si lo hubiera querido muerto, lo habrían matado ahí mismo junto con los otros oficiales —afirmó Jung Kook, mirando hacia los mapas en la mesa.

No obstante, aunque el alfa lo sabía, sentía que algo no calzaba en la historia.

Habían interrogado a los oficiales que acompañaban a Jimin en el auto. Todos habían dicho lo mismo.

—Nos detuvimos en un semáforo y un auto se detuvo justo a nuestro lado, cuando volteamos a ver, había hombres con pasamontañas y armas apuntándonos en la cabeza —habían dicho.

Así nada más. Los habían abordado como si fuera algo sencillo, lo cual no lo era. Los oficiales que acompañaban a Jimin eran alfas entrenados y habían muerto intentando en toda la medida de lo posible, evitar el secuestro.

Había gato encerrado. Algunos ya lo comentaban en el cuartel.

—Es extraño que los atacaran tan de repente.

—Como si supieran que iban a pasar por ahí.

—Estaban esperándolos.

—Todo apunta a que sí.

Los oficiales deliberaban entre ellos. Y entonces, llegaron a una conclusión silenciosa.

¡Tenían un topo entre ellos! Todo era demasiado obvio. No solamente por lo evidente del ataque, si no, porque curiosamente justo a la hora del mismo, las cámaras de seguridad satelitales dejaron de trabajar por unos minutos, justo el tiempo suficiente para perder de vista el auto donde iba Jimin y sus secuestradores.