Capitulo 55

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Sonrío al sentir que Willow pone su manita sobre mi boca. Dejo un beso en sus dedos y ella se ríe.

—¿Quieres que cante?

Sus pequeños labios forman una sonrisa al escucharme.

—Primero tenemos que apurarnos —le digo, mientras ella se me queda viendo—. Ya casi es hora de que salgamos al área de entrenamiento, y antes tengo que cambiarte.

La acuesto sobre la cama y le quito su pantalón. Sujeto sus piernas a mientras le echo un vistazo al reloj, al ver la hora que es, me doy prisa en cambiarle el pañal.

Una vez que termino de cambiarla y vestirla, voy al baño para tirar las cosas que usé y también para lavarme las manos.

Regreso a la cama para asegurarme de que Willow no se caiga, y me pongo los zapatos.

Mientras ato las agujetas, escucho que alguien toca la puerta.

Dudo mucho que sea mi madre o Prim. Ellas normalmente regresan hasta las seis de la tarde, no tendrían porque venir a esta hora.

Cargo a Willow y con desconfianza me acerco a abrirle a quien ha llegado.

Me tenso cuando me encuentro con Gale del otro lado de la puerta.

Me quedo quieta mientras nos miramos. Él luce bastante pálido, incluso podría asegurar que se ve más delgado de lo que recuerdo.

Prim me dijo esta mañana que Gale fue dado de alta del hospital hace unos días. Pero es evidente que le falta bastante tiempo para recuperarse por completo.

—Hola —me saluda, y sus ojos se dirigen inmediatamente a Willow.

—Hola.

Me quedo parada, viéndolo, sin saber qué hacer o qué decirle.

Gale se queda completamente callado, sólo se limita a mirar a mi hija.

Miro a Willow, y me doy cuenta de que ella también se le queda viendo a él.

—¿Qué haces aquí? —pregunto finalmente—. Deberías estar descansando, acabas de salir del hospital.

Él deja de ver a mi bebé y me mira.

—Me harté de estar en cama —se encoge de hombros—. Y como no puedo hacer nada, pensé en visitar a una vieja amiga. Además, Posy está en la escuela y mi madre necesita descansar un poco.

Frunzo el ceño.

¿Realmente se ha levantado sólo para venirme a ver?

Me cuesta creer que a pesar de que se siente mal ha decidido venir hasta acá.

—¿Puedo pasar? —pregunta.

Asiento con la cabeza, no muy convencida, y me hago a un lado para dejarlo entrar.

Gale avanza despacio y se sienta con cuidado en una de las sillas. Me doy cuenta de que él hace una mueca de dolor cuando se acomoda.

Cierro la puerta y me siento en la silla que está frente a él.

—¿Ahí estás bien? —le pregunto.

—Si.

Pienso que va a decirme algo más, pero se queda callado.

En cuestión de segundos, se forma un silencio incómodo en el lugar.

—No fuiste a verme al hospital —dice de repente, y percibo de inmediato el resentimiento en su voz.

—No estaba segura si era buena idea ir —admito—. Y Prim me dijo que no admitían tantas visitas.

El silencio regresa, y percibo cómo incrementa la tensión en el ambiente.

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