Nunca creí que al conocer mejor a Peeta, todo esto pudiera sucederme.
Jamás creí que el chico del pan pudiera volverse tan importante para mí. Desearía fingir que no lo necesito, pero es verdad.
Paso por las calles de la Veta, y me dirijo al bosque. Ya casi es hora de la cena, y no tendría que ir al bosque, pero he olvidado preparar las trampas. Y debo hacerlo antes de que oscurezca.
Además, el cielo que está bastante nublado. Debo darme prisa si no quiero que me agarre la tormenta.
Avanzo por el pasto crecido, pero me detengo al ver que un hombre se encuentra cerca de la alambrada. Cuando se da la vuelta, le veo la cara. Es Peeta, ¿qué hace aquí?
—¿Peeta? —me acerco, y él me mira.
Su mirada es seria. Esto me da mala espina.
—Tengo que hablar contigo —mete las manos en los bolsillos del pantalón.
—Aquí estoy, sólo dilo.
Nos miramos fijamente, completamente en silencio.
—No podemos seguir viéndonos —me suelta—. Todo esto estuvo mal desde el principio, tiene que terminar ahora.
Vaya.
Sé que dije que iba a alejarme de él. Pero nada me preparó para algo como esto.
Pensarlo es una cosa, y escucharlo decírmelo es algo completamente diferente.
Noto que el enojo aparece, inclusive la indignación. Y dudo poder calmarme.
—¿Estás haciendo esto por Amber? —le reclamo—. Porque no recuerdo que eso te haya preocupado en un principio.
—Lo hago por mí —se acerca—. Ya no puedo soportarlo, ya no...
No quiero escucharlo.
Atravieso la alambrada, y avanzo entre los árboles.
—¡Katniss! —me llama—. ¡Deténte! ¡Es importante lo que tengo que decirte!
Lo ignoro, y aprieto el paso.
Escucho cerca sus ruidosas pisadas, que aplastan un montón de hojas secas y ramas. No me detengo.
Pero de repente, me toma del brazo y me obliga a frenar.
—Necesito que me escuches.
Me suelto.
—No voy a hacerlo, porque sé exactamente lo que vas a decir y no necesito escucharlo. ¡Sólo vete y déjame sola!
Escucho que el cielo comienza a tronar, por lo que me doy la vuelta y sigo avanzando.
—¿Alguna vez te ha importado lo que pueda suceder conmigo? —se para enfrente de mí, obligándome a detenerme—. ¡No tienes idea de lo que se siente amar a una persona que es feliz con alguien más!
Me quedo quieta, y nos miramos.
—Sólo estoy haciendo un favor para ambos —se tranquiliza—. Te dejo libre para que estés con Gale, ya no me interpondré. Y yo dejaré de hacerme daño con toda esta situación.
Escucho que las gotas de lluvia han comenzado a caer e incluso siento que comienzan a mojarme, pero ahora mismo es lo menos que me importa.
—Cobarde —murmuro, y me alejo.
La lluvia cae con fuerza, y busco un refugio. De nada sirve ir a casa, no lo conseguiría por más que lo intente.
Camino un buen rato hasta que llego a la casita del lago, que no es más que una habitación de unos cuatro metros cuadrados.
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Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...