Capitulo 23

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Me sorprende lo lento y a la vez lo rápido que pasa el tiempo.

Suena extraño, lo sé, pero a pesar de que he percibido que los días transcurren con lentitud, increíblemente ya ha pasado un mes desde que me enteré de que Peeta me engañó. Y ha transcurrido una semana desde que le dije que no quiero volver a verlo.

Le doy un sorbo a la tibia taza que está llena de leche de cabra y me relajo un poco al escuchar el silencio que invade a la casa.

El silencio pronto es interrumpido por el sonido de los platos siendo lavados por mi madre.

Después de unos minutos, ella termina de lavar y se sienta en la silla vacía que está frente a mí. Ella recarga sus manos en la mesa mientras intenta limpiar las migajas que hay sobre la superficie de madera.

—Prim no ha de tardar en venir de la ciudad —comenta, con una leve sonrisa.

—No era necesario —digo molesta.

—Es tu cumpleaños, claro que es necesario preparar algo especial.

Nos quedamos en silencio y continúo bebiendo mi leche.

Transcurren unos minutos en absoluto silencio entre nosotras, por lo que llego a creer que mi madre va a levantarse de la mesa, pero veo que se queda quieta y no deja de verme.

—¿Todo está bien Katniss? —pregunta con cautela, sin dejar de mirarme.

—¿Por qué no lo estaría? —pregunto con frialdad y le doy el último sorbo a la leche.

Ignoro su insistente mirada.

—Sé que las cosas entre Peeta y tú no han estado bien desde hace tiempo, y sé que eso te está afectando demasiado.

Dejo la taza sobre la mesa con brusquedad y la miro de mala manera.

—No vuelvas a hablar de él, ¿de acuerdo? Él ya no forma parte de mi vida, va a casarse y a tener un hijo con Amber.

—Pero él es un buen hombre y sé que lo amas...

Mi enojo se dispara al escucharla.

—Claro que no —respondo de mala manera—. No lo amo y él no es tan bueno como dices, porque me engañó.

—No creo que él haya hecho algo así —asegura y me mira con atención—. Conocemos a Peeta y sabemos cómo es él, no entiendo porqué aseguras que él te engañó.

—Tú no sabes nada —le reclamo—. Créeme que lo mejor es que él se aleje de mí, porque él va a casarse en algunas semanas.

—Por supuesto que sé lo que sucede y lo que su familia lo está obligando a hacer, así que no deberías culparlo porque sé que es inocente —se defiende, y afirma con seguridad—. Sólo lo castigas una y otra vez por cosas que no están bajo su control. Dime, si la situación fuera al revés. ¿Así es cómo te trataría Peeta?

Me quedo callada y sólo le sostengo la mirada.

—Por supuesto que no, Peeta te creería y confiaría plenamente en ti porque te conoce y te ama —comenta confiada—. Además, encontrar a alguien que ames y que también te ame es lo mejor que puede pasarte.

No puedo mostrarme débil frente a ella, pero me está costando trabajo evitarlo. Enserio detesto la manera en que sus palabras han logrado debilitarme y como ha desgastado mis intentos por mostrarme fuerte.

Mi madre ha conseguido que vuelva a revivir todos esos sentimientos que he intentado mantener guardados en lo más profundo de mi ser, y que sea como un duro y doloroso golpe.

—¿Para qué? —exploto y siento que me tiembla la voz—. ¿Para qué me sirve encontrar a alguien así? ¿Para terminar cómo tú?

Mi madre se sorprende por mis palabras e incluso distingo dolor en su mirada, pero no me importa. Estoy tan furiosa con ella por recordarme aquello que con tanto trabajo he mantenido controlado dentro de mí, para que no me siga dañando, que no me importa nada.

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