Me despierto al sentir que los rayos de sol me dan directo a la cara, muevo la cabeza para evadirlos y abro un poco los ojos.
Por la manera en que entra la luz solar por la ventana, parece que ya es bastante tarde.
Me levanto despacio de la cama y me visto con ropa abrigadora. El frío está terrible.
Salgo del dormitorio, y encuentro a mi madre en la cocina lavando los trastes. Prim acomoda los platos, y sirve el pan tostado para desayunar.
—Buenos días —las saludo.
—Hola hija —mi madre voltea a verme, y se seca las manos—. ¿Qué tal amaneciste?
—Bien —respondo desganada—. Aunque detesto sentirme tan cansada y dormir más de lo que debería.
—Eso es algo normal por el embarazo —asegura, sonríe un poco—. Además, el frío no ayuda a que puedas sentirte con energía.
Hago una mueca.
Comemos, noto la mirada constante de mi madre sobre mí. Parece que tiene algo que decirme:
—Peeta se fue hace rato a la panadería —le da un sorbo a su taza—. Deberías hablar con él.
—Ya lo hice anoche —muerdo el pan, le unto más mermelada—. Voy a quedarme a vivir aquí. Claro, si estás de acuerdo.
Ella me mira confundida, frunce el ceño.
—¿Vas a separarte de él?
Me encojo de hombros, evito mirarla.
—Ya lo hice, anoche —trago, lucho por sonar indiferente—. Ya no estamos juntos.
De reojo, veo que mi madre y Prim se me quedan viendo. Me incomoda sentir su mirada constante, por lo que me apuro en comer.
Termino pronto, me levanto y me pongo la chamarra, y una bufanda que encuentro.
—Voy al bosque —les aviso—. Vuelvo en un rato.
Prim se levanta, se me acerca.
—No creo que sea buena idea, Katniss —dice con cautela—. Ha estado nevando mucho y podrías resbalar o sufrir algún accidente por la nieve —hace una pausa—. Es peligroso que vayas a cazar, podría poner en peligro al bebé.
Frunzo el ceño.
—Por supuesto que no, ¿cómo crees?
Me acerco a la puerta, pero Prim me intercepta, se pone enfrente para evitar que salga..
—No vayas, ahora que estás embarazada debes tener más cuidado con lo que pueda pasarle al bebé.
—Necesitamos comer Prim —comienzo a enfadarme—. Y no por proteger a un... bebé que ni siquiera ha nacido vamos a pasar hambre.
—Vick ya va al bosque —asegura, intentando convencerme—. Podemos pedirle algunas presas a cambio de pan.
Niego con la cabeza.
—Eso es ridículo, yo puedo ir a conseguir comida. Además, no hay tantos animales por el invierno, y dudo que Vick haya logrado recolectar suficiente para que le alcance para su familia y además para nosotras.
Intento llegar a la puerta, pero Prim sigue sin quitarse.
Nos miramos por un eterno minuto, decidiendo quién va a salirse con la suya.
Suspiro. No pienso cambiar de opinión, pero es claro que ella tampoco lo hará.
Sé que jamás podré convencerla de que me deje ir al bosque, no hay manera existente de que ella acceda.
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Nuestro Secreto
Fiksi PenggemarKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...