Capítulo 18

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Avanzo hasta que consigo tocar el fondo resbaloso del lago con la punta de los pies. Volteo, veo que Peeta sigue cerca de la orilla.

—Ven, no está tan profundo —grito para que me escuche—. Además, ya te había enseñado a nadar.

—Mejor me quedo aquí.

Niego con la cabeza, y tomo impulso para llegar hasta él.

—No me digas que las clases que te di fueron para nada —le tomo las manos, lo obligo a avanzar—. Ya lo estabas haciendo bien, sólo confía.

Llegamos a una zona no tan profunda, e intento retroceder más, pero de repente pierdo el piso y no logro salir a la superficie.

Peeta me toma de los brazos y me alza. Salgo, y toso un poco mientras le rodeo el cuello con los brazos para no volver a hundirme. Él me abraza de la cintura y me hace retroceder hasta que el agua nos llega a los hombros.

—Y así quieres que confíe en ti para ir a lo más profundo —se ríe, y me quita el cabello mojado de la cara.

—Perdí el piso por un momento —me defiendo—. Estaba a punto de salir a la superficie en cualquier momento.

—Si claro —se ríe, le rodeo la cintura con las piernas. Sus manos me sujetan.

Nos miramos mientras el silencio de la naturaleza nos envuelve. Miro sus ojos, donde podría perderme en un instante, le acaricio los labios con el pulgar.

—¿Tengo algo en la cara? —pregunta curioso.

Niego con la cabeza.

—Todo está bien con tu cara —susurro, le peino hacia atrás el cabello rubio.

Mis ojos bajan, le acaricio los hombros, y mis manos bajan a su pecho. Doy un respingo al sentir que sus dedos suben por mi muslo, y se detienen en el borde de mi ropa interior.

—No entiendo por qué te metiste a nadar con ropa, si ya lo he visto todo de ti —murmura con una sonrisa.

—La desnudez nunca ha sido lo mío, lo sabes mejor que nadie.

—Si, lo sé.

Mi cuerpo tiembla ligeramente cuando siento que una de sus manos sube lentamente por mi pierna y me despoja con facilidad de mi ropa interior. Sus ojos se quedan fijos en los míos, su mano se niega a quedarse quieta, y continúa ascendiendo.

Me estremezco cuando siento que sube y se escabulle debajo de la tela para acariciar uno de mis pechos. Me mira, atento a mi reacción, a los sonidos que escapan de mi boca. No parece ser suficiente para él, porque su mano vuelve a bajar, pasa por mi abdomen y desciende lentamente hasta perderse entre mis muslos. Sus dedos comienzan a acariciarme con cortos movimientos circulares.

Un sonoro jadeo se escapa de mis labios. Lo abrazo del cuello con fuerza, y escondo la cara en su piel, en un intento desesperado por aferrarme a él mientras intento resistir el intenso placer que se apodera de todo mi cuerpo con cada toque.

Respiro con dificultad, mientras una serie de sonidos involuntarios escapan de mi boca sin que pueda evitarlo. Una ola de espasmos surge en mi interior, él consigue hacerme llegar a lo más alto, y vuelvo a aferrarme a él cuando caigo de regreso. Recargo la mejilla en su hombro y mis labios le rozan el cuello mientras lucho por recuperar el aliento.

Aún jadeante, junto mi frente con la suya. Él me besa, y me sostiene de las piernas para sacarme cargando del lago.

Su boca no abandona la mía en ningún momento, ni siquiera cuando me recuesta sobre el pasto para adentrarse en mi interior.

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