Avanzo por el pasillo mientras siento que el corazón me late demasiado deprisa contra el pecho.
Detrás de mí, escucho la voz de Peeta llamándome. Sin embargo, lo ignoro y me apresuro a entrar al compartimiento, asegurándome de cerrar la puerta.
Cubro mi rostro con las manos, y limpio todas las lágrimas que me salen sin control de los ojos.
Cuando escucho que se abre la puerta, aparto las manos y me atrevo a mirar a Peeta.
—¡¿Cuando pensabas decírmelo?! —le grito, sintiéndome completamente desesperada—. ¿O sólo pensabas irte sin decir nada?
Él no me contesta, solamente deja a Willow en la cuna.
Sus ojos se encuentran con los míos, y se acerca despacio.
—Katniss... —toma mis manos, pero me aparto de inmediato—. Me dieron los resultados hoy en la mañana. Y siendo sincero, no sabía cómo decírtelo.
—¡No puedo creer que hayas hecho algo así! —le grito, y se me rompe la voz—. ¡No puedes ser tan egoísta como para abandonar a tu hija y a mí! ¡Jamás voy a perdonarte por esto!
—¡Yo no decidí ir! —se altera—. ¡Nos han obligado a todos a presentar una prueba para determinar si somos aptos para ir o no! ¡Y de todos modos me hubieran mandado en algún momento porque necesitan a todos las personas posibles en el Distrito 2!
Me lo quedo viendo mientras resuena el eco de sus gritos en el compartimento, al igual que el repentino llanto de nuestra hija.
Él deja de mirarme y se acerca a la cuna para sacar a Willow. La mece y le habla con dulzura para tranquilizarla.
Lo miro en silencio mientras intenta calmar a nuestra hija. Y conforme transcurren los segundos, siento que el enojo en mi interior se reduce poco a poco.
Nuestra bebé deja de llorar. Aún así, Peeta la sigue meciendo.
—Ustedes dos lo son todo para mí —dice, más tranquilo, y me mira con tristeza—. De ninguna manera haría algo para dejarlas solas, pero me están obligando a ir. No tengo elección.
Nos quedamos mirando por un eterno minuto, sin que ninguno diga algo.
El miedo de perderlo me ataca tan de repente. Y es tan real, que me desmorono en un instante.
No puedo pasar por algo así de nuevo, no sé cómo podré soportarlo.
Estuve a punto de perderlo cuando bombardearon el 12, y no quiero volver a experimentar esa horrible situación.
Me dejo caer hasta que quedo sentada sobre el colchón, y vuelvo a cubrir mi rostro porque no puedo dejar de llorar.
Siento que Peeta se sienta junto a mí, y acaricia mi espalda.
—Los odio —sollozo—. Odio a estas personas, no tienen derecho de obligarte a algo así.
Peeta se acerca más a mí, y siento que rodea mi cuerpo con su brazo.
—No es justo que debas poner tu vida en riesgo —murmuro, y limpio las lágrimas que están en mi rostro—. No quiero que te vayas, no puedo perderte.
Siento que acaricia mi cabello y deja un suave beso en mi mejilla.
—No sabes lo mucho que me duele saber que voy a estar lejos de ustedes —toma mi rostro con su mano, y acaricia mi barbilla con su pulgar—. No sabía cómo decírtelo, porque ni siquiera soy capaz de asimilar todo esto.
Siento que la desesperación crece en mi interior, y no tengo idea de cómo puedo sobrellevar todo lo que siento.
Esto no es justo.

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Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...