Capitulo 49

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Miro a mi bebé a través de la oscuridad que hay en el compartimento.

Con ayuda de la luz tenue que proviene de la pared, veo cómo mi hija se queda tranquila mientras permanece acostada sobre el pecho de Peeta.

Willow me mira con sus ojos azules mientras su padre acaricia su pequeña espalda constantemente, sin conseguir que ella logre dormirse.

No puedo creer que mi hija ya tenga tres semanas de vida, el tiempo sí que pasa volando.

Mientras la observo, inevitablemente pienso en cómo es posible que ella esté tan activa a las 5:30 de la mañana.

Aún es demasiado temprano para levantarnos, pero Peeta y yo nos encontramos despiertos porque al parecer nuestra hija ha decidido que ya no quiere dormir. Ella sólo se queda tranquila si está sobre el pecho de su padre.

Durante estas semanas que han transcurrido, he estado demasiado atareada y me he sentido bastante agotada. Sin embargo, no me arrepiento para nada de lo poco que puedo dormir ni del cansancio que persiste de mi cuerpo, porque pasar tiempo con mi bebé lo es todo para mí.

A menudo me pregunto cómo sería nuestra vida si estuviéramos en el 12. No lo sé con certeza, pero estoy segura de que ahí estaríamos mucho mejor que en este lugar.

Para empezar, no pasaría tanto tiempo sola como aquí, porque seguramente mi madre y Prim irían casi todos los días a mi casa para ayudarme con mi bebé. Además, podría pasear libremente con mi hija por la ciudad, y caminaría con ella por la pradera para que disfrute del sol y la sensación de tranquilidad que ofrece la naturaleza.

No pasaríamos todo el tiempo bajo tierra.

Que contradictorio resulta esto, en el 13 no tenemos la libertad de estar en el exterior como cualquier persona normal, pero estamos seguros. Y en el 12 teníamos la libertad de estar en el exterior, pero siempre con el temor de que los agentes de la paz pudieran hacer algo, y con las terribles imágenes de los hombres torturados en la plaza.

A pesar de que este distrito no me agrada, comprendo que es necesario que estemos aquí por nuestro bienestar y seguridad. Además, aquí no existe la posibilidad de que mi hija participe algún día en la cosecha y que pueda salir seleccionada para ir a Los Juegos del Hambre.

Bueno, viéndolo bien, puede que en algún momento la posibilidad de que nadie más tenga que ir a los juegos sea una realidad para toda la nación.

Por los informes que he escuchado en el comedor, es un hecho que todos los distritos se han unido a la rebelión. A excepción del Distrito 2.

Según la presidenta Coin, cada vez más aumenta la esperanza de poder derrocar al Capitolio. Pero ella siempre hace énfasis en que es una larga lucha y que no debemos darnos por vencidos.

—No puedo creer cuanto ha crecido nuestra pequeña —susurra Peeta—. Cuando menos nos demos cuenta, ella ya va a estar gateando por aquí.

—Lo sé, parece que fue apenas cuando ella nació.

Peeta gira su rostro hacia mí para verme.

—Aún es temprano, tenemos un poco más de tiempo para descansar —susurra, y mira el reloj—. Deberías dormir un poco.

Niego con la cabeza.

—Ya casi me toca darle de comer, dudo mucho que me deje dormir.

Él me sonríe.

—Definitivamente heredó nuestra costumbre de despertar temprano —la mira—. Le servirá de práctica para abrir la panadería.

—O para ir al bosque —suspiro—. Si es que alguna vez regresamos al distrito.

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