Ya han transcurrido algunas semanas desde que me casé con Peeta, y a pesar de que aveces tenemos algunos malentendidos, soy muy feliz estando con él.
Haber decidido casarme con Peeta ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Él es el hombre que necesito y quien sin duda le brinda un lado positivo a mi vida. Con Peeta he descubierto varias facetas y actitudes mías que yo misma desconocía, y las cuales no sabía que podrían existir.
No todo es perfecto entre nosotros y existen algunas discusiones de vez en cuando, pero soy demasiado feliz estando casada con él, y agradezco profundamente que él sea mi esposo.
Camino por el bosque mientras una ligera brisa de viento pasa, refrescándome del clima cálido que se siente.
Avanzo hasta llegar a la alambrada y la atravieso. Camino por la pradera y me dirijo al quemador para realizar algunos intercambios.
Cuando llego al viejo edificio, me dirijo directamente hacia el puesto de la señora Rutherford.
Ella me entrega mi habitual pedido a cambio de algunas plantas medicinales que he recolectado del bosque, y lo guardo en mi bolsa de caza. Ya que estoy con ella, aprovecho para pedirle algunos materiales de curación que necesitan mi madre y mi hermana.
Decido ir solamente a su puesto, porque no tengo tantas presas que pueda intercambiar para adquirir más cosas.
Debo administrar las ardillas y los pocos conejos que tengo, porque debo darle algunas de esas presas a mi madre, algunas a la familia de Gale y otras las voy a utilizar para que cenemos Peeta y yo.
Salgo del quemador y recorro algunas calles de la Veta que me conducen a mi destino.
A unos metros de llegar a la casa de los Hawthorne, busco a Hazelle con la mirada. Sin embargo, no la veo por ningún lado.
No muy convencida, me atrevo a acercarme a la casa y toco la puerta.
Transcurren algunos segundos cuando se escuchan unos pasos en el interior de la casa, y en poco tiempo alguien me abre.
Me tenso al descubrir que Gale es la persona que está detrás de la puerta.
Permanezco completamente quieta, sin saber cómo debo reaccionar o que es lo que tengo que decir.
Él frunce el ceño y sus ojos enrojecidos me miran con detenimiento.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con frialdad y enojo.
Veo lo desalineado que se encuentra. Su pelo oscuro está desordenado, hay rastros de barba crecida en su rostro y su ropa se encuentra bastante arrugada.
Lo que me confunde, es percibir un leve aroma a bebida alcohólica.
No sabía que a él le gustara beber, pero supongo que eso es algo común entre los que trabajan en las minas. Algo que no está para nada bien, porque muchos de esos hombres, a pesar de que no ganan suficiente dinero y tienen una familia numerosa, prefieren gastar su dinero en alcohol a costa de dejar a su familia sin comida.
—¿Vienes a buscarme? —pregunta confundido.
—No. ¿Está tu madre?
Él sale de la casa y cierra la puerta detrás de él.
Se cruza de brazos y se pone enfrente de mí, su dura mirada logra intimidarme al igual que su cercanía.
—Cualquier cosa que quieras decirle a mi madre puedes decírmela a mí.
Lo miro con seriedad y hago el intento por no mostrarme intimidada por su mirada tan hostil ni por su postura tan ruda.
—¿No deberías estar trabajando en las minas? —pregunto con seriedad.

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Nuestro Secreto
Fiksi PenggemarKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...