Disfruto al sentir cómo los fuertes brazos de Peeta me rodean, y de la manera en que el calor de su cuerpo me calienta la piel.
Hace dos días Peeta me ayudó a traer todas mis cosas de la casa de mi madre, ya estamos viviendo juntos otra vez. La situación entre nosotros ha mejorado bastante desde entonces.
Volver a dormir con él es todo un lujo, echaba de menos su proximidad y notarlo a mi lado en la oscuridad.
Veo que toma las mantas y las sube para cubrirnos más con ellas.
—Me alegra que hayas regresado —susurra, y me acaricia el cabello—. Te extrañé demasiado.
Deslizo mi pierna entre las suyas, acomodo la cabeza en su pecho desnudo.
—Igual te eché de menos, es bueno estar de nuevo en casa contigo.
Le acaricio el pecho con los dedos mientras me relajo con el sonido de su corazón latiendo rítmicamente bajo mi oreja.
—Quiero aprovechar que ahora puedo abrazarte —susurro—. Porque cuando el vientre me crezca más, ya no podré abrazarte así.
Siento que deja un beso en mi frente, escucho que se ríe.
—No importa cuánto te crezca el vientre, encontraré la manera de poder seguir abrazándote.
—Eso espero —sonrío.
Su mano baja, y me acaricia el abdomen con suavidad.
—Aún no me acostumbro a la idea de que el bebé está creciendo dentro de mí —admito—. Es... demasiado extraño asimilarlo.
Lo veo sonreír.
Me lo quedo viendo, suspiro.
—Sé que es pronto, pero me gustaría que el bebé se parezca a ti —admito—. En todos los sentidos.
—Que tenga tus ojos azules, tu cabello rubio —le acaricio los párpados, provocando que cierre los ojos—. Y tus pestañas.
Sus labios se curvan en una sonrisa.
—También sería lindo que se parezca a ti.
Niego con la cabeza mientras sonrío.
—No tienes idea de lo que dices.
—Claro que sí —asegura, y me acaricia la cintura—. Que tenga el cabello castaño como tú o que herede tus preciosos ojos grises...
—Mi carácter —lo interrumpo.
—Por supuesto que me encantaría.
Frunzo el ceño.
—Lo dudo —insisto—. Imagínate dos como yo.
—Claro que sé lo que pido —asegura sonriendo—. Una pequeña versión tuya —mueve la mano sobre mi vientre—. Un pedacito de ambos.
Me mira, y se inclina para besarme. Lo escucho suspirar.
—Debo ir a la panadería —suspira—. ¿Vas a ir al bosque?
Niego con la cabeza.
—Prim dice que es peligroso que vaya, porque puedo resbalar en la nieve y... —me encojo de hombros—. Supongo que no por esta ocasión.
Me acomoda el cabello detrás de la oreja.
—Puedes ir a casa de tu madre.
—No creo, han ido muchos enfermos... —me callo, lo miro—. Puedo ir contigo un rato a la panadería.
Alza las cejas, sorprendido.
—¿De verdad?
Asiento con la cabeza.
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Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...