Camino por la zona de comerciantes, sintiéndome completamente vacía por dentro.
Creí que con lo ocurrido anoche con Gale, iba a sentirme mejor de alguna manera. Pero ha sido todo lo contrario.
De sólo pensar en todo lo que sucedió, vuelve la vergüenza y el pudor.
De ninguna manera se sintió bien lo que él hizo, lo que hice...
Busqué desesperadamente sentir lo mismo que cuando me veía con Peeta. Pero no sucedió.
Sus caricias eran demasiado toscas, bruscas, sus labios rudos...
No fue algo que disfrutara. Y me detesto por haber permitido que pasara.
Me avergüenzo por haber permitido que él me tocara de esa manera tan indecorosa, y sin respetarme en lo más mínimo.
No debí dejar que pasara.
Me sentí usada, deshonrada...
No creí que él pudiera tratarme de esa manera.
¿Cómo es que me las arreglé para perderme de esta manera?
No puedo dejar de pensar en Peeta, y es lo único que quiero hacer.
Pensé que podría olvidarlo, pero no. Él está atascado en mi cabeza, y no puedo sacarlo de ahí.
Debería convencerme de que no lo necesito, pero en el fondo sé que es todo lo contrario.
Llego a la puerta trasera de la panadería, y toco.
He conseguido algunas ardillas, y el panadero es el único que me daría una buena recompensa a cambio.
Algo se me revolotea en el pecho cuando veo quien me abre.
Sus ojos azules me miran un momento. Y el momento se ve interrumpido cuando aparece la rubia entrometida que lo abraza por detrás.
Intento ignorarla, y actuar con naturalidad l
—Traje algunas ardillas para tu padre —le digo—. No sé si quiera.
—Él salió hace rato. Pero dámelas a mí, no hay problema.
De repente, sus ojos se dirigen a mi cuello, y frunce ligeramente el ceño. Sin embargo, después parece comprender lo que pasa, porque su mirada se descompone.
—Pensándolo bien... —se aclara la garganta—. Mejor ven mañana, que mi padre te atienda.
Se da la vuelta y se va, dejándome confundida por su reacción.
Amber también parece estar confundida, pero distingo sorpresa en sus ojos azules cuando se dirigen a mi cuello.
—No te conozco —me mira—. Pero te lo digo porque seguramente no te has dado cuenta —parece incómoda—. Tienes una marca en el cuello, y bueno...
Llevo la mano a donde ella ha señalado, y de repente todo cobra sentido.
Me alejo tan rápido como puedo, y me desamarro la trenza para cubrirme con el pelo.
¿Cómo se atrevió Gale a hacer algo como esto?
¿Por qué exhibirme de esta manera?
Llego a la Veta, y veo que los minero caminan en dirección a sus casas. Sintiéndome completamente indignada y avergonzada, camino con determinación hacia él cuando lo ubico.
Lo tomo del brazo, y comienzo a alejarme sin soltarlo.
—También me alegro de verte —escucho que dice, mientras se ríe.

ESTÁS LEYENDO
Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...