Guardo en mi bolsa de caza los conejos, las ardillas y el pavo silvestre que cacé el día de hoy y después camino en dirección a la alambrada.
Este lugar me trae bastantes recuerdos de Peeta, pero necesito venir al bosque para poder llevarle comida a mi familia.
En estos días no he ido para nada al lago, he evitado a toda costa ese sitio porque sin duda es el lugar que más recuerdos me trae.
A veces por más que intento no pensar en él, simplemente no puedo evitarlo y varios recuerdos de él se reproducen sin permiso en mi mente.
Ha sido difícil admitir que mi historia con Peeta terminó, que ya no existe. Que todo lo que un día construimos se ha esfumado.
No sé si valió la pena amarlo de la manera tan profunda en que lo hice, porque ahora no sé cómo dejarlo ir.
Salgo del bosque y avanzo por la pradera hasta que llego a la Veta.
Cuando llego a casa, me extraña ver que mi madre y Prim están arreglando la pequeña mesa del comedor.
—Llegas justo a tiempo hija —mi madre me mira brevemente y sonríe—. Ya casi está lista la comida.
Frunzo el ceño y me acerco al pequeño comedor.
Mi hermana acomoda cuatro platos sobre la mesa y después me mira.
—Mamá y yo pensábamos que se te había olvidado que hoy es domingo y que se te iba a hacer tarde para venir a casa —sonríe Prim—. Que bueno que ya estás aquí, porque ya casi es hora de que llegue Peeta.
Me tenso al escucharla pronunciar ese nombre.
He intentado manteneme lo más alejada de él y de cualquier cosa que me lo recuerde. Por lo que escuchar que mi hermana me recuerde que Peeta solía venir a comer con nosotras todos los domingos, es cómo un golpe bajo para mí y provoca que esos sentimientos que he estado evitando surgan dentro de mí.
—Él no va a venir —declaro con seriedad.
Ellas se detienen inmediatamente y me miran con confusión.
—¿Por qué? —pregunta mi madre con preocupación y duda—. ¿Ocurrió algo?
Desvío la mirada de ella, me acerco a la mesa y comienzo a levantar lo que hay encima de ella.
—Él nunca va a volver a comer con nosotras. ¿De acuerdo? —espeto con enojo, dejo los platos en la cocina y continúo levantando la mesa.
—Katniss, ¿qué es lo que pasa? —pregunta Prim con preocupación—. ¿Peeta...
Suelto con brusquedad las cosas sobre la mesa y la miro con seriedad.
—¡Él ya no va a volver a esta casa! ¿De acuerdo? —alzo la voz, exaltada. Las miro con detenimiento—. ¡Así que no vuelvan a esperar que él venga porque no lo hará!
Siento que mi voz se debilita, y que estoy por desmoronarme en cualquier momento.
Ellas me miran asustadas, pero las ignoro.
—Ustedes coman —respondo con seriedad, intentando controlarme y mantener la compostura—. Voy al quemador, vuelvo en un momento.
Dejo el pavo silvestre en la mesa con brusquedad y salgo rápido de la casa.
Antes de ir al quemador, me dirijo a la casa de Gale.
Por fortuna, encuentro a Hazelle lavando ropa en el exterior.
Gale hace mucho decidió alejarse de mí, pero no por eso voy a romper nuestro trato de darle comida a su familia.
Sé que lo que él gana en las minas no es suficiente para mantener a su numerosa familia, por lo que intento venir seguido a su casa para darle comida a su madre aunque él no lo sepa.
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Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...