Capítulo 13

2.6K 158 35
                                    

Me despierto por el insistente sonido de los pájaros. Abro los ojos, y veo que algunos rayos de sol se filtran por las ventanas de la casita.

Me quedo quieta, disfrutando de la calidez que le brinda cuerpo de Peeta a mi espalda desnuda.

Noto una agradable sensación de felicidad que completamente tiene que ver con él. La sensación es tan inesperada y dulce, que me aferro a ella. Antes de que inevitablemente regrese a la realidad, donde él está con alguien más y yo igual.

No sé si él aún siga dormido, pero me quedo quieta para evitar despertarlo.

Siento que me cubre más con las mantas, lo cual me indica que ha despertado.

—¿A qué hora tienes que ir a trabajar? —hablo en voz baja, y me muerdo el labio inferior.

Temo que si hago cualquier movimiento, este momento pueda volverse incómodo.

—No tengo idea de que hora sea —contesta con voz baja, y siento que se acerca más—. Pero por la manera en que entra el sol por la ventana, probablemente ya es demasiado tarde para ir a trabajar.

—Vas a meterte en problemas —murmuro—. Debimos haber despertando antes.

—No importa —siento su cálida respiración chocar contra mi hombro desnudo. Me estremezco—. Créeme que valdrá la pena si puedo quedarme un poco más contigo.

Me giro para verlo, y me subo las mantas hasta los hombros.

—¿Cómo amaneciste? —pregunta, y me acomoda el cabello detrás de la oreja.

—Bien, creo que es evidente por lo tarde que me he levantado.

—¿Y cómo sigues? —me acaricia la mejilla con el pulgar, noto preocupación en sus ojos—. Enserio temo haberte hecho daño anoche por mi inexperiencia.

El calor me sube violentamente a la cara, y desvío la mirada.

La vergüenza es tanta, que no me siento capaz de verlo a la cara, por lo que acomodo la cabeza en su pecho para evitar mirarlo. Y me quedo callada.

Me relajo un poco al sentir que me acaricia el cabello.

—De acuerdo, tomaré tu silencio como un estoy bien —suspira—. Sólo me preocupo por ti. Además, yo creí que tú ya...

Se calla, dejándome con la duda.

—¿Qué yo que? —pregunto curiosa.

Sigue en silencio, por lo que me recargo en su pecho para mirarlo, cuidando que la manta me siga cubriendo.

—Creí que tú y Gale ya habían estado de esta manera —admite, mirándome a los ojos.

Niego con la cabeza.

—No, él y yo jamás hemos llegado tan lejos —murmuro—. Creo que ayer fue más que evidente. Yo si estaba segura de que tú y Amber... ya sabes —aumenta el nerviosismo —. Ese día en la bodega, creí que...

Peeta niega con la cabeza.

—Ella es quien ha querido que eso suceda, pero yo no —me acaricia la espalda con suavidad—. Ese día en la bodega me lo dejó más que claro, pero tuve que detenerla. Sólo necesitaba llegar la mujer indicada para compartir este momento por primera vez —me sonríe—. Y llegaste tú, no pudo haber sido alguien más.

Algo se remueve dentro de mí, y las palabras que quiero decirle se me quedan atascadas en la garganta.

Antes de que me dé cuenta, ya estoy inclinándome hacia él, y lo beso.

Nuestro Secreto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora