Me despierto al sentir un molesto y punzante dolor en mi cabeza.
Con los ojos cerrados, me remuevo en la cama hasta que logro quedar en una posición cómoda.
Subo las mantas hasta mi cuello y logro taparme como quiero, pero me percato de que mis brazos y mis piernas se encuentran demasiado adoloridos.
Ahora es cuando me doy cuenta de que me duele todo el cuerpo, y que me siento demasiado cansada.
Temo que esos malestares se deben a que probablemente va a darme un resfriado.
Abro los ojos y veo que los débiles rayos de sol se cuelan entre las cortinas y entran por la ventana.
Aún parece que es temprano, pero siento que he dormido una eternidad.
Cuando escucho que se abre la puerta de la habitación, entrecierro los ojos y veo que Peeta entra.
—¿Qué haces aquí —le pregunto tiritando de frío, me arropo más con las mantas—. Ya deberías estar en la panadería, no sé que hora es pero seguro ya es tarde.
Escucho que él suelta un sonoro suspiro y se acerca a mí.
—No puedo dejarte sola si estás enferma —se sienta en la cama.
—No recuerdo haberte dicho que me siento mal —respondo confundida, acomodo la cabeza en la almohada mientras lo miro.
—Es evidente, Kat —deja una taza humeante en la mesita de noche que está junto a él—. Anoche me desperté porque estabas tosiendo y estabas tiritando de frío. Creo que te dará sólo un resfriado, aunque será mejor que no te levantes de la cama ni nada.
Me siento sobre el colchón e intento demostrarle que estoy bien, pero ese simple gesto me hace sentir débil y demasiado mareada.
Peeta me acerca la taza humeante a los labios.
Le doy pequeños sorbos a la infusión caliente de miel con limón.
Él no parece enfadado conmigo por haber ido al bosque cuando él me dijo que no lo hiciera. Quizá ahora me vea demasiado destrozada, y por eso él seguramente espere después para reclamarme, cuando esté más recuperada.
Por el momento, él es amable conmigo y no parece dispuesto a regañarme.
Debo reconocer que fue una pésima idea haber salido anoche, después de que Peeta me dijo que no lo hiciera. Pero era necesario ir al bosque, porque en estas épocas de invierno es más fácil atrapar animales por medio de las trampas, y tuve que ir a prepararlas debido a que olvidé hacerlo en el día.
Gracias a eso, ahora estoy pagando las consecuencias por haber salido en medio de una casi tormenta de nieve.
—¿Ya desayunaste? —le pregunto, y cierro los ojos por un momento al sentir que me sigue doliendo la cabeza.
—No, aún no —vuelve a poner la taza en mis labios y le doy un sorbo al líquido caliente—. Estuve esperando a que despertaras —hace una pausa y me mira con seriedad—. Anoche te dije que no fueras al bosque porque estaba nevando demasiado, pero me ignoraste y aquí están las consecuencias.
Frunzo el ceño.
—No estoy de humor para regaños —respondo molesta, con la garganta bastante adolorida.
—Lo sé —suspira—. Nunca estás de humor para regaños.
Lo miro de mala manera.
—¿Tú qué sabes de eso? —pregunto molesta.
Él deja un beso en mi frente y me acomoda el cabello detrás de la oreja.
—Llevo algunos meses casado contigo, por supuesto que sé lo que te molesta y lo que no.
![](https://img.wattpad.com/cover/124625111-288-k755651.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...