—Eso duele papi —escucho que se queja Willow.
Alzo la mirada, y veo a través del espejo cómo ella frunce el ceño mientras se soba la cabeza.
—Quiero que mami me peine.
Veo que mi hija intenta levantarse de la silla, pero Peeta no la deja. Él hace que Willow vuelva a sentarse y le cepilla el cabello oscuro y ondulado.
Hoy es domingo, por lo que Peeta está con nosotros y no en la panadería. Él ahora descansa los fines de semana, por lo que ambos disfrutamos esos días con nuestros hijos.
—Lo siento Willow —le dice, mientras intenta trenzarle el cabello—. Mamá no puede peinarte ahora porque está ocupada con Rye.
Me percato de que mi hija intenta voltear en mi dirección, pero Peeta hace que ella vuelva a mirar hacia el frente.
—Vamos cariño, quédate quieta —dice concentrado, percibo un poco de desesperación en su voz—. Ya casi sale esto.
Dejo de mirarlos al sentir que mi bebé se separa de mi pecho. Lo alzo y lo acomodo sobre mí.
Mientras palmeo suavemente su espalda, siento cómo él recarga su mejilla en mi hombro.
Le acaricio la espalda mientras siento su tranquila respiración contra mi cuello.
Mi pequeño Rye, quien es una pequeña copia de su padre pero con los ojos grises. Iguales a los míos.
Al igual que me pasó cuando nació Willow, me he vuelto muy apegada a mi bebé. No me gusta estar lejos de él.
Me he mal acostumbrando a estar con él y con Willow todos los días. Y a pesar de que me ha resultado complicado adaptarme a cuidar de ambos, adoro pasar tiempo con mis hijos.
Peeta se va todos los días a la panadería, por lo que me quedo sola atendiendo a ambos. Afortunadamente, siento que ya me he adaptado casi por completo a la nueva rutina de cuidar a los dos pequeños de la casa.
Estos tres meses que han transcurrido desde que Rye nació, sí que han sido difíciles. Especialmente por la falta de sueño que hemos tenido Peeta y yo, y porque además tenemos que cuidar de Willow.
Por fortuna, Rye es de mucha ayuda porque es bastante tranquilo y casi no llora. Y cómo ya tenemos experiencia, no nos resultó tan difícil cuidar de nuestro hijo durante las primeras semanas.
Veo que mi pequeño levanta la cabeza y ambos nos quedamos viendo. Beso su suave mejilla, provocando que él emita un gorjeo y que me sonría.
Peino hacia atrás los pequeños mechones de cabello rubio que le caen sobre la frente, mientras sus ojos grises me miran con atención.
—No quedó tan mal —escucho que dice Peeta de repente.
Veo que Willow se baja de la silla y se acerca a la cama sobándose la cabeza. Mientras se sube, miro las dos trenzas que le ha hecho Peeta.
Sonrío al verla.
—¿Ya te enojaste con papá? —le pregunto.
—Me duele el cabello —se queja, y se sienta a mi lado.
—Pobre —acaricio su mejilla—. No tenías la necesidad de sufrir el castigo de ser peinada por tu papá.
—Willow es quien no se quedaba quieta —se defiende Peeta, dejando el cepillo sobre el tocador—. No es mi culpa.
Siento que ella se acerca más a mí y me abraza.
—No te enojes con papá —dejo un beso en su cabeza—. Él sólo intenta ayudar porque me encuentro ocupada con Rye.

ESTÁS LEYENDO
Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...