Despierto en la confortable calidez de mi cama, tomo las mantas y me tapo más con ellas al sentir el frío en el ambiente.
Me siento exhausta de manera emocional y física, sólo quiero seguir durmiendo.
Me quedo bastante tiempo acurrucada en la cama e intento calentar mi cuerpo. Miro la puerta y veo que se encuentra cerrada, eso sólo me indica que Peeta no pudo entrar a la habitación, o no quiso intentarlo.
Miro el reloj de manecillas que está en la mesita de noche y veo que son las diez de la maña. Ya es bastante tarde, Peeta seguramente se fue a la panadería desde hace algunas horas.
Al pensar en él, siento cómo casi de inmediato desaparece la calma con la que amanecí, porque inevitablemente recuerdo de golpe todos los sucesos del día de ayer.
Duele demasiado revivir todo aquello y recordar sus palabras.
No sé cómo sentirme respecto a todo lo que me dijo. Sólo sé que me encuentro completamente sola en esta situación, porque él me dejó en claro que no va apoyar mi decisión.
Duele demasiado saberlo, pero eso sólo significa que debo olvidarme de nuestro matrimonio y de él. No tiene ningún caso esperanzarme con la idea de que él va a querer seguir conmigo después de lo que voy a hacer, porque sé que no hay manera de que él llegue a perdonarme.
No tiene ningún caso que continuemos viviendo juntos si Peeta está dispuesto a separarse de mí, dudo que él quiera estar cerca de mí después de que realice la interrupción del embarazo.
Me levanto de la cama, abro los cajones de la cómoda y saco gran parte de mi ropa. La pongo sobre la cama para poder doblarla y meterla en la maleta.
Me aseguro de empacar gran parte de mis pertenencias, meto varias cosas hasta lograr que ya no quepa nada más.
Puedo volver después por el resto de mis cosas, por ahora sólo me llevaré una parte.
Me pongo una chamarra café, una bufanda y unos guantes para abrigarme del frío del exterior.
Cargo la maleta, que no resulta ser tan pesada como creí, y me dirijo a la sala.
Descuelgo mi bolsa de caza y la cazadora de mi padre del perchero. Y finalmente salgo del que fue mi hogar por muchos meses.
Apenas doy unos pasos cuando siento que el viento me congela la cara, y cómo mis pies se hunden un poco en el elevado nivel de la nieve que cubre las calles. Por fortuna, mis botas me protegen de la posibilidad de que se me mojen los pies.
Me pongo la capucha de la chamarra al ver que varios copos de nieve caen sobre mi cabello. Parece que está nevando demasiado, pero estoy segura de que podré llegar hasta la casa de mi madre.
Evito a toda costa pasar por la panadería, por lo que tomo otro camino y termino avanzando más calles para poder llegar a la Veta.
Cuando llego a la casa de mi madre, abro la puerta sin siquiera tocar y entro de inmediato.
Me doy cuenta de que mi hermana y mi madre se encuentran en el comedor, ellas interrumpen su platica y voltean a verme.
—Hola Katniss —saluda Prim con alegría, pero frunce el ceño cuando sus ojos se detienen en la maleta que estoy cargando—. ¿Todo bien?
—Si —respondo desanimada.
Volteo a ver a mi madre, quien me estudia con la mirada.
—¿Está todo bien hija?
Asiento con la cabeza.
—Es sólo que necesito quedarme con ustedes —sujeto el asa de la maleta con fuerza—. ¿Puedo regresar a vivir aquí?
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Nuestro Secreto
FanfictionKatniss y Peeta nunca fueron seleccionados para Los Juegos del Hambre. Es curioso cómo a veces una simple acción puede cambiar por completo la vida de alguien. Los papeles con sus nombres escritos jamás salieron de esa urna que condena cada año a lo...