Capitulo 42

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Contemplo cómo las llamas lejanas consumen todo lo que conocía del distrito doce. Lo único que no se encuentra cubierto de fuego es la pradera, todo lo demás está envuelto en un intenso incendio que parece intensificarse cada vez más.

Me quedo atontada un momento por el dolor, intentando recuperar la respiración.

Ya es demasiado tarde, Peeta está muerto. Él está fuera de mi alcance para siempre.

Es demasiado difícil asimilar que lo he perdido.

No puedo soportar la sola idea de saber que no podré verlo nunca más, ni de escuchar su voz o tocarlo.

No sé cómo podré seguir viviendo con esta pena tan grande que resulta imposible de sobrellevar.

Estoy tan conmocionada y adolorida, que ni siquiera me siento capaz de emitir algún sonido con la boca.

Las lágrimas bajan sin control por mis mejillas y siento que no puedo respirar. No importa cuánto aire inhale, siento que no puedo obtener suficiente oxígeno debido a la opresión que siento en el pecho.

Siento que alguien toma mis brazos y me levanta del suelo. A pesar de eso, continúo contemplado las llamas. Ese lugar dónde he perdido a Peeta para siempre.

—Ven Catnip —escucho que susurra una voz conocida, pero no me muevo ni volteo a verlo—. Tenemos que irnos.

Sólo consigo negar con la cabeza, intentando hacerle saber de esa manera que no quiero alejarme de aquí.

Por dentro tengo la pequeña esperanza de que Peeta aún pueda estar con vida y que va a volver conmigo, pero las intensas llamas que inundan todo el distrito deshacen cualquier ilusión de que él pueda seguir vivo.

Veo que Gale se para enfrente de mí. Me mira por un momento y después siento que rodea mi cuerpo con sus brazos, pero ni siquiera hago el intento por corresponderle el gesto.

Siento que él acaricia mi cabello y aprieta su abrazo.

—Enserio lo lamento Catnip.

Se separa de mí, y a un lado de él veo a mi madre y a Prim con lágrimas en los ojos.

Mi hermana se acerca a mí de inmediato y me abraza con fuerza.

—Lo siento mucho Katniss —solloza y siento que sus lágrimas mojan mi cuello, pero sigo sin moverme—. No puedo creer que esto esté pasando.

Cuando ella me suelta, veo que mi madre se acerca con cautela a mí y toma mi mano.

Me doy cuenta de que está llorando, pero intenta reprimir sus sollozos sin éxito.

—Lo siento mucho hija —aprieta los labios, y pone sus manos en mis mejillas—. No sabes cuánto lamento que te haya tocado vivir algo como esto.

Me abraza y no hago el intento por apartarme. Normalmente no permitiría que ella me abrace, pero en este momento sólo quiero que ella me conforte. Porque sólo mi madre puede entender lo que se siente vivir una situación como esta, y tener una pérdida de esta magnitud.

Solamente ella puede comprender a la perfección todo lo que estoy sintiendo ahora mismo.

Ella perdió a mi padre en una explosión de mina, y ahora yo he perdido a Peeta casi de la misma manera.

Después de unos segundos, ella se separa de mí y limpia las lágrimas de mis mejillas.

—Te entiendo —murmura con tristeza—. Lamentablemente sé cómo te sientes en este momento, y también sé que no hay algo que pueda decirte para hacerte sentir mejor, enserio lo siento.

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