Descendientes - Enmendar y dejar

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—LA PRINCESA VALIENTE LV—


— si Tristán no vuelve a recordar —masculle para mí, sin contar que Diaval estaba aquí también.

Pero él siempre permanecía en su esquina, en la ventana, sentado.

— ¿Ha considerado lo que dijo la hada madrina? —

Me mantuve en silencio. 

— un hechizo de memoria, solo puede ser deshecho con un acto físico —

Estrelle mis manos contra mi rostro— eso es estúpido —escupi con odio.

— no del todo mi señora —

— explícate Diaval —

— sí así lo quiere… sabemos que el amor es un sentimiento, pero en muchas veces es necesario un acto real, un acto de amor, algo que los haga despertar y reafirmar lo que sienten, es por ello que actos afectuosos físicos en una relación es necesaria —

Separé la mano de mi rostro y terminé mirando al techo— un acto de amor —masculle por lo bajo— que lo haga despertar —

Antes de venir, creía que el amor no era para los malos y la realidad es que el amor es para las personas, el amor es capaz de cambiar hasta la persona más fría y se podría manifestar de diferentes maneras, en un padre, un hijo, como Hades y Mal, en un villano como Mal con Ben, como Carlos y Jane, solo hace falta… un acto de amor. Un acto de amor como Bella con Bestia, un acto de amor como Ariel con Eric, un acto de amor como Alía con su pueblo. Todas, todas las historias de este mundo estaban sellada con un acto de amor.

Amor verdadero.

Tristán, selló su amor por mí en cuanto se dispuso a viajar conmigo, en cuanto enfrentó al demonio que había dentro de mí, Tristán hizo más de lo que un príncipe haría.

Me enamoré, me había enamorado, pero no era fácil demostrar un acto así, no cuando por años creciste en un lugar tan oscuro y desamparado como la isla.

— mi señora, es hora de ir con la señorita Evie —

Diaval, me llamaba, Evie no soportaba que las personas llegarán tarde donde ella, así que me levanté de mi asiento en busca de ella. 

No tenía ánimos de ir a una fiesta, además que todo había sido tan agotador.

Después de un par de minutos en moto hasta 4Evie la pequeña tienda de moda que Evie había abierto y que también servía como su hogar cuando quedaba a hacer vestido, estaba frente a mí y aunque se viera muy pequeña, realmente por dentro era enorme.

No demore en entrar pero, la perilla se abrió mágicamente y en un dos por tres tenía a Doug, el novio de Evie saliendo con un par de vestidos, en una carreta, eso no cambiaba.

— debo suponer que el auto en frente es tuyo —

— hola Meido —sin importancia y caminando sin mirar atrás Doug me vio— Evie ya está lista para ir al castillo —

Cuando volví mi mirada hacia dentro, suspiré viendo el pequeño hogar, aún así entre en él y lo crucé hasta llegar al taller de Evie, una atareada Evie iba de un lado a otro con unos pantalones de tela y una camisa cómoda.

— Evie —

— estaré en un momento contigo, Meido, solo déjame terminar unas cosas —ella realmente estaba ajetreada.

Bufé y removí mis manos— tranquila, lo vengo a quitarte tu tiempo, solo te diré que no voy al baile —se detuvo, con una cinta en mano y con su mirada en un vestido, Evie se había detenido si mirarme.

— no irás… —sabía que le había hecho perder el tiempo creando un vestido perfecto.

Hice un ademán con mis manos y suspiré— sí, lo sé, debí haberte dicho antes, además Mal me lo dijo recién y yo, tengo —de verdad no quería ir— tengo tantas cosas que pensar —musite con pesimismo. Pero Evie no emitía palabra alguna, parecía absorta en sus pensamientos, creo que la había herido— como sea, diviértete en la fiesta, ojalá todo salga bien —retrocedí mis pasos, queriendo dejarla en paz, pero mis actos fueron muy torpes y terminé chocando con alguien, por un momento que se que sería Diaval, pero a los segundos me di cuenta que solo era el novio de Evie, Doug.

— tranquila —

— estoy bien —masculle alejándome de él y saliendo de la casa.

Creo que había herido a Evie, pero era lo mejor.

El regreso fue más pesado, ahora con la culpa que cargaba encima, pero a mitad de camino y con la preparatoria frente a mí, realmente me di cuenta que no quería quedarme ahí, esta noche habría una fiesta y no quería tener que pasar mi noche encerrada.

Arranque la moto y pase de largo la preparatoria. No iría ahí, volvería a dónde tendría algo de paz y tranquilidad. 

La isla. 

El taller de Mal me haría bien, tenía muchas cosas entretenidas ahí y por supuesto un lugar donde dormir, saqué mi casco y también baje de la moto, Diaval estaba junto a mí, creo que era el único del que no me podía deshacer.

Pero tampoco hallaba justo que Diaval se perdiera una fiesta, su mirada rondaba en todo su alrededor, era la primera vez que venía a esta parte de la isla, nunca lo había traído al taller, pero él guardaba silencio mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

— oye, Diaval, si quieres puede ir a la fiesta —pero, no quería obligarlo a quedarse conmigo.

— ¿Qué es este lugar? —ignoro por completo mi comentario, suspire pesadamente y me separe de la moto, tomando una piedra al azar del suelo y viendo cómo dos chicos corrían con prisa y emoción, me gustaba ver las sonrisas en los perdidos, estaban felices, tanto que ni me reconocieron.

Pero una vez que se fueron, respondí a Diaval— es la torre de Mal —indique retrocediendo y buscando con la mirada el punto de tiro y cuando lo hice, tire la piedra y falle con estilo— creo que he perdido mi toque —masculle.

— ¿Puedo intentarlo? —la última vez estuve aquí con Dizzy y ahora estaba aquí con Diaval.

— adelante —me hice a un lado— no te sientas mal sino lo logras, es un tiro muy difícil, además de necesitar práctica y… —

Le atino— le atiné —retracte mis palabras.

— por supuesto que sí —era un guardián, esto era más fácil que cuidarme.

Solo subí las escaleras y bufé medianamente, aún así la cara de felicidad de Diaval al dar el tiro fue buena.

Creo que aquí pasaría mi noche, mañana regresaría en la mañana, para entonces seguramente Tristán habría vuelto a él Submundo, tal vez la reina Mirana sabría cómo remediarlo.

Descendientes - Salvemos al País de Nunca JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora