Descendientes - Que empiece el juego

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—LA PRINCESA VALIENTE XXVII—

HARRY

— señor, el barco desconocido se acerca —

Ya había pasado cerca de un día y ellos no regresaban, ¿Que tanto haces Meido?

— capitán —a mis oídos llegaron más quejidos— debemos salir de la playa y alejarnos lo más posible —gire mi rostro con recelo frente al bacalao de agua dulce.

Lo que inmediatamente hizo que tragara fuerte y retrocediera bajando las escaleras, era unos inútiles.

— señor ¿Y si no estamos preparados? —fruncí mi cielo con enojo.

— ¿Entonces a qué vinieron? ¿De crucero? —gruñi con odio y me despegue del borde del barco bajando a los combés con furia.

Mire mi reloj y bufé metiéndole nuevamente en mi bolsillo, hacía veinte minutos que ese barco se estaba dirigiendo aquí y estos inútiles no hacían más que quejarse, si pretendían irse, era su problema, pero no me iría de esta playa ni de mi barco.

Volví mi mirada al mar.

Aún debía enfrentar a papá, costará lo que costará.

— Harry... —miré furtivamente a quien osaba llamarme por mi nombre, el desaliñado pirata retrocedió y sacó su sombrero de la cabeza para ponérselo en el pecho temeroso— capitán —masculló por lo bajo con miedo.

Estaba harto, llevaban quejándose todo este tiempo— ¿Que? ¿Alguna queja que añadir para la carga del barco? —alce mi garfio con furia mirándole.

— señor, el barco está a solo unas cuantas olas —otro de ellos llamó mi atención y desvíe mi mirada del tipo.

¿A unas cuantas olas? Vaya, vaya, parece que pronto conoceríamos a nuestro invitado.

— capitán —¿Y estés que quería ahora? Rodeé los ojos y volví mi mirada.

Paciencia, paciencia.

— ¿Qué quieres? —dije entre dientes.

— ¿Y qué pasa si es el capitán Garfio? Su padre —trago fuerte— ¿No cree que es peligroso? —rei seco y volví mi mirada al barco.

¿Mi padre? No me hagas reír, ese miserable barco no se parecía nada al Jolly Roger, el majestuoso barco indomable, era obvio que a kilómetros ese barco no se parecía en nada a los dibujos que papá hacía del Jolly Roger.

— no seas idiota, eso no es más que un barco de segunda —masculle con gracia— BACALAOS —alce entonces mi voz con autoridad, pronto la hilera de piratas que Una había encargado especialmente para mí se alzaban frente a su capitán.

Una bola de inútiles y miedosos.

SÍ CAPITÁN — sonreí de lado, eso sí me agradaba escuchar.

— no nos iremos de aquí ¿Quedó claro? —presentí el miedo entre mis pobres BACALAOS, mirándose entre sí y el otro rezando— pondremos firme a la amenaza y alcanzaremos la victoria de este botín como los piratas que somos —fue entonces que camine entre ellos para oler su miedo— así que será mejor que transformen ese temor que tienen en coraje y valentía, porque no pienso irme de aquí hasta demostrar quién es el gran pirata de todo el océano —gruñí con odio sacando mi espada y alce su filo a la luz del sol mañanero— esta mañana seremos piratas de altos mares y no desistiremos —un silencio, estos idiotas— ¿Quién está conmigo? —dije a gran voz. Nuevamente el silencio, rodee los ojos y giré hacia ellos— se supone que deben decir nosotros capitán —dije entre dientes a todos.

Por si sus tres neuronas no les eran suficiente.

— el barco se acerca, capitán —dirigí entonces mi mirada hacia atrás, el barco había llegado a tierra firme y obviamente no era el Jolly Roger— mi catalejo, rápido —indique estirando mi mano y centrando mi vista en el barco de segunda que osaba a acercarse al mío.

El catalejo entonces fue puesto en mi mano y me dirigí a Babor, dónde podía visualizar con mayor detenimiento el barco— alisten armas para la batalla —anuncie a medida que veía como el barco osaba a tirar anclas.

— señor, aún hay tiempo... —quite el catalejo de mi ojo y se lo estrelle en el pecho al inepto y de reojo le mire con recelo.

_ sí, aún hay tiempo para que regresen —no me iría de aquí— prometí esperar a Meido y sus amigos y no faltará a mi promesa, así que mejor que resistan, porque no pienso irme —

Ahora debía aguantar más que nunca la lucha que se aproximaba y no permitiría que personas desconocidas osaran a intentar hacerme temblar a mi y a mi tripulación, estos bacalaos debían aprender mucho y eso era ahora o nunca.

Meido, será mejor que llegues cuanto antes porque necesitare tu ayuda para derrotar a Úrsula y los demás, mientras intento razonar con papá.

El garfio delicia con la luz del sol, mi pecho estaba agitado, pedía lucha, pero los recuerdos de Harriet abrumaba mi cabeza, ella siempre creyó que era el pirata más valiente y despiadado de todo el océano, CJ aún esperaba a que papá regresara y yo no me quedaría de brazos cruzados.

Mis tripulantes ahora formaban una escuadrilla frente a mí, finalmente habían decidido ponerse de mi lado y dejarse de tonterías, sonreí de lado y fruncí mi ceño, no desistiría.

Mire la isla.

Meido, tomate el tiempo que quieras, pero regresa, aún debo volver a la isla— no dejaré que me derroten —masculle triunfante.

Justo cuando los otros tripulantes decidieron descender de su barco y caminar hacia acá.

Que empiece el juego.

Descendientes - Salvemos al País de Nunca JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora