Descendientes - La misión principal

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—LA PRINCESA VALIENTE XXV—

Apenas pude navegar en mi conciencia y recordar mis momentos, cuando estaba en la isla, cuando llegue a Auradon, cuando conocí a Ben, Ben y su sonrisa carismática, cuando ví a Mal, cuando ví a Maléfica, cuando conocí a los chicos, cuando pensé en volverme buena y cuando Auradon cayó en ruinas, cuando volví a la isla y Dizzy fue llevada conmigo.

Recordé todo, completamente todo, como si fuera un flashback, dónde me mostraba completamente mis recuerdos, también estaban mezclados lo de Ryan, cuando en ese entonces estábamos juntos, concebí los de Tristán, la mayoría de veían tan sombríos y sus ojos parecían mi único refugio, sus labios tan carmesí como siempre, recordé a Sofía y a Alía, a Nadim y también cuando conocí a Diaval.

Los atavíos que tuvo mi vida, altos y bajos, cambios mayores y menores, cuestionamientos en magnitudes, enseñanzas que muchas veces no imaginé obtener, amistades y amor, más del que hubiera podido obtener, mis amigos me tomaron con mis imperfecciones y con mis molestias y solo parecían hacerlas a un lado y tomarme a mí, Tristán me dejó abrazarme en su frío invierno y darle calor a su alma, con diferentes funciones dábamos lo que el otro no tenía y eso me parecía perfecto.

Más que eso.

Pronto vislumbre el vacío pero también una luz que me volvió a la realidad, frunci mi cielo tratando de acostumbrar mis mirada que poco a poco enfoco mi alrededor, arrugue mi nariz, aunque no era necesario puesto que no había sol para proteger mis ojos, pero si unos colores distintos que pude obtener, sentía algo cómodo bajo mío, pensé que estaría tirada en la arena, el golpe en mi nuca era inminente y como dolía.

Y ya despierta reconocí lo que había pasado antes, la hada, la brillantina esa había salido de mi enredadera y me golpeó y estrelló contra un árbol.

— despertaste —la voz serena de Tristán me hizo darme cuenta en dónde estaba.

Había vuelto a la cabina, ya había estado aquí, ahora poseía una cama improvisada dónde me hallaba acostada, era la razón por la que no lo sentía para nada duro.

Oí chirridos dentro del lugar y a medida que me incorporaba, me daba cuenta a través de la ventana que aún estábamos anclados a la isla. Entonces entornó mi mirada en mi alrededor y caí en cuenta que éramos muchos en un solo lugar, fruncí mi ceño.

Harry apoyado en la puerta, Ryan y Diaval levantados cada uno en una esquina y Tristán sonriendo de lado y viéndome de frente. Una escena muy tétrica, parecían que estuvieran velando a un muerto.

Sus expresiones eran de nostalgia, preocupación y... Harry más bien parecía enojado.

Arregle mis pies y los puse sobre el suelo, entonces vi mi ropa, toda vuelta tirones y raspones, mis botas habían sido llenas completamente de lodo y todo en mi igual, no me sorprendería que mi cara también estuviera tan llena de lodo.

Mi cabello estaba mojado, entonces lo toque también, olía a pantano, hice una mueca de asco— sí, sé que no te ves bien —Tristán suspiro y tendió una toalla húmeda hacia mi.

— ¿Cuando me he visto bien? —masculle con recelo.

— pues, aún con lodo te ves linda —entonces entornó mi mirada en él, sabía que mis ojos estaban ardiendo, el enojo en mí se podía notar a kilómetros, pero a este chico ni parecía importarle en lo más mínimo.

Con él mi hechizo de miedo no servía, en otras personas era fácil encontrar el miedo, pero en él, me era difícil hallarlo.

— Ay, vaya, bravo —entonces Harry habló— al fin despiertas —bufo y todo sus ojos.

Limpie mi rostro con la toalla a medida que podía reprochar contra Harry— no exageres, solo ha sido por unas horas —masculle con recelo.

— ¿Unas horas? —Ryan se incorporó en la conversación y cruzado de brazos me miró con su ceño fruncido, detuve de limpiar mi cara y mire la toalla sucia.

— por el aspecto del sol y por la idea de estar aún en la isla no debe de haber pasado...—

— fue un día completo, Meido —Ryan me interrumpió y reveló la verdad, con su mirada seria se acercó a paso firme.

Pare el pañuelo a mitad de camino, justo cuando pensé terminar de limpiarme y Ryan parecía agitado— im-imposible —parpadee unas cuantas veces y entonces me levanté de la cama improvisada— yo no... —pero Tristán me tomo por los hombros y me regreso a mi asiento, me retuve.

— debes entender, fue un golpe muy severo... —

Fruncí mi ceño con más odio— un golpe muy severo —mis ojos volvían a arder, ¿Cómo podía decir algo así?— ¿Es que acaso no ves la situación? —gruñi con odio— estamos en una misión y tú simplemente piensas en algo así —mi corazón se estaba desbocando pero la mirada de Tristán permanecía neutral frente a mí, pero no retrocedía, permanencia.

— ¿Qué querías que hiciéramos? —fue Ryan quien se interpuso, entonces entornó mi mirada en él y por un momento los miedo de Ryan se presentaron, pero frunció su ceño y desaparecieron— escúchame, me ataste a una enredadera de cabeza, usaste tu magia a tu antojo y caíste inconsciente —trago fuerte y siguió hablando— tu querido príncipe aún habiendo caído de la enredadera que TÚ también le proporcionaste te tomo en brazos y te trajo al barco asustado —el enojo acogió una pequeña parte de mi corazón, se estaba disminuyendo, no podía ser cierto, no podía dejar que Ryan fuera el que me hiciera esto, ¿Cómo era posible que pudiera apaciguar mi ira?

Retrocedí, sus pasos me estaban apresando— mi señora —y ahora Diaval, dudé en mirarle, pero ya era imposible— ¿Cuál es la misión a la que fuimos mandados? —

¿Que clase de pregunta era esa? Diaval estaba desorbitado, ¿acaso había perdido la razón?

Alcé una ceja— ¿De qué hablas? Estamos aquí porque Ben nos confío en regresar a los villanos a la isla —indique con certeza— para que paguen por su crimen —

Pero Diaval frunció su ceño y terminó por cruzar sus brazos, por un momento dejó que la altivez lo controlará— curioso mi señora —

— ¿Que es curioso Diaval? —escupí.

Suspiró y bajó su mirada tocando sus manos una con otra— pensé que habíamos venido porque el joven Peyton pidió la ayuda de sus amigos, para salvar a su padre y amigos, ¿No era esa la misión principal? —

La misión principal...

El deseo de miedo había cesado en mí y la culpabilidad terminó por encajar en mi corazón.

Descendientes - Salvemos al País de Nunca JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora