Descendientes - Es un hasta pronto

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—LA PRINCESA VALIENTE I—


Temprano por la mañana Ben decidió que debíamos levantarnos, con oportunidad de ir lo más rápido posible.

Decía que los peligros en Nunca Jamás, eran mucho más preocupantes que los que se presentaban acá, por tal razón dijo que antes de ir a Nunca Jamás debíamos acudir a los mares de Tritón, donde allá la Reina Ariel, requería hablar con nosotros antes de partir a Nunca Jamás, puesto que su némesis, allá también se encontraba.

Eran cerca de las siete y media cuando mi cabello término seco y sentaba sobre la silla de mi espejo me miraba fijamente, supongo que ya ni estaría aquí por mucho tiempo, así que sería la última vez que me peinaría el cabello y arreglaría, sé que sería un viaje largo y que tendría que llevar algo de muda de ropa, pero esa no era del todo mi preocupación en este momento, sino lo que sucedería sino logramos el cometido o si uno de nosotros resultaba herido.

Porque algo dentro de mi corazón realmente me estaba diciendo a gritos que esto no daría buenos resultados que quizás algo fallaría o algo saldría fuera de nuestras manos.

Tantas posibilidades que pasaban por mi cabeza, que ni siquiera me atrevía a procesar bien el desayuno que compre por la mañana.

Los estudiantes hoy tenían su primera clase, mientras que nosotros partimos a Nunca Jamás.

Suspire pesadamente al momento en que la puerta de mi habitación se abría, fruncí el ceño al ver la mano con un anillo rojo, de inmediato visualice que sería Diaval cruzando la puerta, pero la sorpresa fue grande cuando una Dizzy totalmente desconsolada venía corriendo a mí.

Fruncí mi ceño levantándome y siendo atacada con un abrazo por ella, solo tome sus hombros y aferre mis manos a sus hombros.

— se supone que te vería en el receso y te contaría lo que me pasó en clases —estaba sollozando demasiado, suspire y sonreí abrazando levemente su cuerpo, tal vez no la vería por mucho tiempo.

Así que me aseguraría que quedará con un abrazo mío— te prometo que te traeré algo de Nunca Jamás —masculle con una sonrisa aunque ella no no la pudiese ver.

— realmente lo único que quiero es que regreses con vida, bueno también un poco de polvo de hada —se sorbo la nariz y se separó de mí, fruncí mi ceño.

— ¿Cómo conseguiré yo un polvo de hada? —no era como que conociera a una hada, pero la ilusión en los ojos de Dizzy no era porque esperaba que trajera el polvillo, sino porque volviera completamente sana.

Y no creía poder prometer eso.

— el Rey Ben nos espera en la sala de esgrima —indicó Diaval en la puerta aún con una sonrisa.

Asentí y volví mi mirada a Dizzy, la compense también con una sonrisa, para que no se preocupara— polvillo de hada, lo tendré en cuenta —guiñe un ojo— ahora ve a clases, da lo mejor de ti, quiero verte gobernando Auradon con estilo —se secó sus lágrimas y asintió.

Debía admitir que la ropa que tenía ahora era creación de Dizzy. También la que llevaba en el bolso.

Hasta ese momento me había dado cuenta que Dizzy había traído una bolsa consigo y que la había tirado en la cama, le señale la maleta— ¿Son libros? —pero ella paró un instante y entrecerró sus ojos tambaleante sus pies sobre la mesa.

— bueno, libros, sí —entré cerré mis ojos y la vi dudar— eso sí las revistas de moda Auradiana cuentan como libros —rodee los ojos al escuchar su respuesta.

De verdad no tenía remedio.

Una vez me aseguré de que Dizzy se hubiera ido de camino a la clase, fui dada libre para dirigir mi cuerpo| al campo de entrenamiento de esgrima. Suspiraba seguidamente y era algo que Diaval estaba notando, pero lo disfrazaba con simples pestañeos o miradas esquivadoras.

— mi señora —atendí al llamado con una mirada de reojo— entiendo que está abrumada —fruncí mi ceño.

— ¿quién está abrumada? yo no estoy abrumada, tú ¿estás nervioso? —expectante con una ceja alzada mire a Diaval, mientras mi respiración se me entrecortaba cada vez más.

Diaval negó con una sonrisa y me alejo de él— tranquila, no tiene porque sentirse así, yo la protegeré —desvie mi mirada con pesimismo.

— presiento que alguien más me dirá eso —masculle con recelo mirando a la pared.

— seguramente —me dio dos palmadas y sonrió caminando frente a mí.

Suspire pesadamente, mientras veía a Diaval irse, finalmente termine caminando tras de él, pero algo más cruzo mi campo visual, el corazón se me detuvo.

El señor Cristhian estaba frente a mí, bueno no exactamente frente a mí, sino a unos cuantos metros, estaba uniformado, fruncí mi ceño.

Era él.

Luna, ¿ese era tu padre? el señor Cristhian ¿es tu padre?.. ¿es mi padre?

Respire hondo y cerré mis ojos caminando a pasos dudosos, sentía que me caería con cada uno, como si caminara sobre una cuerda muy, pero muy floja y delgada.

El desayuno se me venía encima. Creo que vomitaría.

Fue el señor Cristhian el que me vio primero como siempre y sonreía de lado en mi dirección, suspire nerviosa, quise retroceder, pero Diaval giro en su entorno con el ceño fruncido, se había dado cuenta que el señor Cristhian me estaba viendo, mire a Diaval y suspire pesadamente, no podía evadir al señor Cristhian, él no me había hecho nada, ¿por qué actuaba?

— Meido —

— es un conocido —masculle antes que Diaval preguntará algo.

Una vez haber llegado a una distancia considerable, el señor Cristhian hizo una reverencia— debo admitir que no es como las demás princesas —

Sonreí de lado frente a él— me alegra que lo sepa —mi corazón se acelera. Silencio, respire hondo y sonreí— ¿que le trae por acá señor Cristhian? —¿sonreí? ¿por qué ahora sonreía así? negué con mi cabeza frunciendo mi ceño.

— bueno, como una sabia princesa me dijo antes, no es bueno pasar una buena oportunidad, el rey me ha reclutado como consejero oficial —le mire impresionada.

Aunque no sabía exactamente qué tipo de consejero era.

— ¿será consejero? —asintió feliz.

— sí, princesa, así que cualquier inquietud que tenga no dude en decirmela, estaré por aquí para solucionarlo juntos —

Juntos... Mis labios permanecen entreabiertos, que esa palabra viniera de él, realmente me dejaba un sabor de nostalgia.

— no creo que eso se pueda —masculle absorta.

El señor Cristhian frunció su ceño— ¿por qué lo dice? —desvié mi mirada en cuanto a su pregunta y seguí mi camino atravesando su lado.

— me iré de viaje, señor Cristhian —indique sin mirarle y siguiendo mi camino— tenga suerte en su trabajo —me despedí sin mirarle y solo con la mano, mientras sentía cómo iba dejando una parte de mí.

Le prometo, señor Cristhian, que si volvía, arreglaría las cosas y le diría lo que sé.

Por el momento me aferré a la idea de que lo volveré a ver y que regresare a Auradon.

Debía estar con Peyton ahora mismo. Y Nunca Jamás.

Descendientes - Salvemos al País de Nunca JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora