De nuevo, en este capítulo va a haber importantes diferencias entre lo que pasó en Chasing the stars y lo que voy a describir aquí, así que te pido paciencia y comprensión. Han pasado más de tres años desde que escribí el capítulo Slay su, King T!, en el que se cuentan muchas cosas de las que aquí aparecen, y aunque Sabrae es el spinoff y por tanto debería ser completamente fiel a la historia original, bueno... notarás que un par de cositas son ligeramente distintas. ¡Espero que te gusten de todos modos!
Y, por cierto, en el anterior capítulo se me olvidó poner un pequeño mensaje como éste anunciando que la historia que se cuenta resumida es un proyecto que ya anuncié en 2018, cuyo primer párrafo puedes leer entrando en el enlace adjunto a este cap . Sé que no es mucho, pero visto lo mucho que os gustó la historia de Annie y Dylan, creo que disfrutaréis con ese primer parrafito.
Dicho lo cual, no os molesto más, ¡disfruta del capítulo! ❤
-Gracias por venir tan rápido-jadeó una llorosa Eleanor, cuyo rímel a prueba de lágrimas estaba encontrando serias dificultades para mantener su promesa de un maquillaje perfecto sin importar las emociones que desbordaran a su dueña, antes incluso de permitir que terminara de bajarme del coche-. Sé que te tomas muy en serio tus clases, y que seguramente estés de exámenes, pero de verdad que no te habría llamado si esto no fuera una... emergencia-a Eleanor se le quebró la voz de nuevo, considerando unas circunstancias de las que aún no me había puesto al corriente.
Me había llamado en mitad de una clase, insistiendo tanto que incluso mi teléfono se había visto obligado a acceder a que yo cogiera la llamada, saltándose así las restricciones del modo "no molestar". Estaba segura de que Eleanor sabía que apagaba todas las notificaciones, y procuraba mantenerme bien apartada del teléfono y no cogerlo más que para emergencias (aunque el concepto de "emergencia" se hubiera flexibilizado mucho a raíz de mi relación con Alec, hasta el punto de que cualquier mensaje suyo adquiría la máxima prioridad para mí), de modo que cuando mi teléfono empezó a vibrar en mi estuche, una pesada bola de cañón tiró de la boca de mi estómago hasta anclármela en la silla. Porque, fuera lo que fuera que hubiera pasado, no podía ser bueno.
Me sentía un poco mezquina ahora que lo pensaba con más frialdad, pero ver el nombre de Eleanor en lugar del de Alec (o el de Annie) en mi móvil me había causado un alivio arrollador. Fuera lo que fuera lo que hubiera sucedido y que Eleanor no pudiera esperar a contarme, no sería, ni de lejos, tan mala noticia como las que me habían dado también en el instituto, hacía ya dos semanas.
Claro que Eleanor, de nuevo, no insistiría si no fuera un asunto de vital importancia.
-Sabrae-me recriminó Louis, a quien había interrumpido en plena explicación de las corrientes musicales del siglo XVIII, de la que la reina Victoria había sido mecenas. Puso los ojos en blanco cuando levanté la mirada en un gesto de disculpa; estaba segura de que, si le decía que era su hija la que estaba al otro lado de la línea, no se molestaría tanto conmigo.
Pero ni yo era tan mezquina ni él arriesgaría tanto su imparcialidad; bastante se había discutido sobre la posibilidad de que él fuera mi profesor de Música por las conexiones que tenía con mi familia (eso de que su mujer hubiera sido mi primera nodriza no hablaba mucho en favor de su objetividad), pero al final, los deseos de mi padre habían conseguido imponerse gracias, en parte, a que nadie dudaba de la exigencia que recaería sobre mí, tanto por parte de Louis como por parte mía. Especialmente, por parte mía.
-Mi hija necesita tener al mejor profesor de Música del instituto para poder ser una artistaza de los pies a la cabeza-había comentado papá en una de las comidas semanales-que-ocurrían-más-de-una-vez-a-la-semana en que las dos familias se reunían, reclinándose en la silla y sonriendo con chulería.
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G u g u l e t h u (Sabrae III)
RomanceTras los meses de la más absoluta felicidad que ha experimentado Sabrae en toda su vida, ha tenido que aprender por las malas que no se le puede poner un vendaje al corazón para impedir que sienta. Lo hace de todos modos, y más intensamente, quizá...