Capítulo 79: Realeza.

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Puede que Al estuviera acostumbrado a la gloria de un cuadrilátero, y que pensara que ya lo había visto todo en la vida, pero aquella tarde acababa de recibir una lección de humildad. Se había quedado parado en la puerta del backstage, mirando con la boca abierta cómo por los vomitorios fluía una corriente de personas cada vez más intensa.

Debo decir que no podía culparlo. A pesar de que ya había terminado acostumbrándome a la locura que solía desatarse en torno a papá, los momentos posteriores a la apertura de puertas de los recintos en que él iba a actuar siempre tenían un cierto deje vertiginoso. Había tenido que lidiar con las mareas de gente ya desde pequeñita, y eso que papá siempre nos había protegido con la ferocidad de un león. Recuerdo que la primera vez que nos habían rodeado yo me había asustado de verdad, y eso que apenas era un par de docenas de personas y mamá me sostenía en brazos, presta a protegerme incluso si papá fallaba.

Tampoco es que él fuera a darles mucho más margen a las fans para asustarse.

-¡Quietas, quietas, QUIETAS!-había aullado él, dando unos pasos hacia ellas, que habían jadeado y habían dejado de gritar en el momento en que abrió la boca, porque perderse aunque fuera una sola de sus palabras sería algo que no podían tolerar-. Sabéis que nunca me ha gustado que os abalancéis sobre mí, pero nunca os he parado los pies. Ahora que soy padre pienso hacerlo, y no me voy a arrepentir de ello, ¿está claro?

Había tenido que repetir eso en un par de ocasiones más, pero en cuanto se había negado a hacer fotos cuando vio que no había manera de que le hicieran caso, todo había fluido hacia un comportamiento un poco más contenido. Siendo yo fan también, entendía perfectamente que había veces en que el entusiasmo tomaba el control de tu cuerpo, pero había que hacer un esfuerzo por recordar que el objeto de tu admiración también era una persona, con sus sentimientos, sus preocupaciones, y sus fragilidades.

Era relativamente fácil olvidarme del peso que tenía mi apellido en la sociedad ahora que las fans de papá habían entendido, por fin, cuáles eran sus límites y lo serios que eran para nosotros.

Pero también era una bofetada de realidad y una demostración de hasta qué punto nos respetaban a mí, a mis hermanos y a mis padres, cuando las veía entrando en un concierto. Allí no había lógica ni respeto que valiera: era la jungla, y la más fuerte y más rápida conseguiría el preciado trofeo que suponía poder ver a Zayn por separado, o a One Direction en conjunto, sin ninguna cabeza entorpeciendo la vista.

Para mí, los conciertos eran un recordatorio de quién era yo en realidad, de todo lo que había conseguido mi padre, de la inmensa suerte que tenía de que mi nombre estuviera grabado en la placa dorada de un gramófono que no sonaba; la mayoría de nombres no tenían ese privilegio, y tenían que conformarse con baberos o chupetes. Yo era una excepción, no la regla.

Ser una Malik era un privilegio no sólo por los padres que me habían dado ese apellido y todo lo que éste implicaba (cuidados, comprensión, educación...), sino por quién era mi padre. Qué era mi padre. Qué podía hacer mi padre: conseguir que la gente acampara por él, corriera por él, se desmayara por él. No todos los hombres tenían aquello.

Puede que Alec tuviera ese efecto en mí, pero ese poder era relativo, venía enlazado con mi enamoramiento. Papá simplemente lo tenía, pura y simplemente.

Y Alec se estaba dando cuenta de aquello con lo que yo había crecido normalizándolo hasta cierto punto. Las cosas que me decía sobre la canción que me habían escrito cuando me adoptaron, por muy poéticas que fueran, eran una anomalía. Los padres no les escriben canciones a sus hijas ni ganan Grammys por ellas, al igual que los suegros normales tampoco pueden amenazarte con escribirte una canción que pondrá a todo el mundo en tu contra y hacerlo totalmente en serio.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora