Capítulo 51: Radiante.

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Probablemente fuera la primera vez en mi vida que me satisfacía cómo me había preparado para un evento desde el principio. Era como si estuviera siguiendo un plan predeterminado, tan estudiado que resultaba infalible, sin fisuras. El pelo, la piel, la ropa, el maquillaje, los zapatos; todo estaba en su lugar.

Me entretuve aplicándome un poco más de gloss en los labios para matar tiempo, perfeccionando algo que sabía que tenía muy poco margen de mejora, y que desde luego no estaba a mi alcance. Puede que Diana supiera cómo mejorar mi maquillaje, o estilizarme un poco más la figura, pero confiaba en que sólo una experta como ella me encontrara pegas.

Y, dado que la única experta en moda que habría en la graduación sería ella, estaba tranquila.

Así que me calcé los zapatos, subiéndome a unos tacones que confiaba que serían lo suficientemente cómodos para todo el uso que les daría esa noche (estaba acostumbrada a ir de tacones de fiesta, pero nunca unos tan altos; me aumentaban casi doce centímetros, aunque también es cierto que la parte delantera tenía plataforma, así que la aguja no sumaba tanto a mi estatura como el total del zapato), metí el móvil y unos preservativos en el bolso (una nunca deja de ser optimista) y salí de mi habitación, poniendo especial cuidado en no matarme cuando bajé las escaleras. Pude comprobar entonces que los zapatos eran cómodos, y amortiguaban mis pisadas con cada paso que daba, algo muy de agradecer.

Me senté en el sofá al lado de Shasha, que me escaneó de arriba abajo y asintió ligeramente con la cabeza, dándome un visto bueno que yo no sabía que necesitaba, y que desenredó un nudo en mi estómago ni siquiera sabía que tenía.

Sabía que estaba guapa. No me malinterpretes; no en esa forma chula en que las hijas de los famosos sabemos que tenemos a todo el mundo comiendo de nuestra mano y en que nos resulta difícil equivocarnos con un conjunto. No era esa clase de "guapa" cómodo y facilón que venía por el apellido: estaba guapa de verdad. Estaba increíble, me atrevería a decir. Me había contenido mucho para no subir a mis redes las fotos que me había hecho en el espejo, ya que quería que mi imagen fuera una sorpresa ese día.

Iba toda de blanco, con un traje de pantalón cuyo pantalón apenas era un culotte que ni me apretaba ni me sobraba; un top lencero que moldeaba mi figura y mantenía mis curvas a raya, en una noche en que me relacionaría con más chicas de medidas perfectas que en un pase de modelos, y con una americana blanca de cuatro grandes botones cruzados sobre mi vientre, haciendo que pareciera una de las pasantes de mamá. Me había apartado la mitad del pelo de la cabeza con unos pasadores con adornos de orquídea que mamá había llevado a una de las galas del MET hacía unos años, y de las que no se había desprendido como hacía con el resto de su ropa de diseño, que donaba a los museos de los diseñadores que la vestían, por razones evidentes: la primera, que era algo tan personal por ser sus flores favoritas que no había manera de que las dejara ir; y la segunda, que eran tan bonitas que parecía un sacrilegio no dejarlas en casa, preparadas para una ocasión especial, como una boda, por ejemplo.

O la graduación de un novio, en mi caso.

El toque de color de mi conjunto lo ponían los bordados del zapato, que recorrían toda la abertura para el pie, en un azul turquesa precioso a juego con mi bolso. Tanto el bolso como los zapatos iban a juego, invirtiendo el diseño el uno del otro: mientras que los zapatos eran blancos con la típica cenefa griega de olas cuadradas en azul turquesa, el bolso era del mismo color y tenía la cenefa en blanco. Me había parecido una premonición cuando lo vi en el escaparate, y cuando me giré para mirar a Alec, que llevaba cargando con bolsas de cartón desde primera hora de la mañana (sólo cuando me ofreció oficialmente ir a Grecia con él me atreví a considerar que tenía una excusa para renovar mi armario), él simplemente suspiró resignado y asintió con la cabeza, indicándome con un gesto que entrara delante de él.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora