Capítulo 70: A orillas del Mediterráneo.

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Todo mi cuerpo estaba protestando sonoramente por la presión a que le estaba sometiendo, y algo dentro de mi subconsciente, una presencia viscosa y fría que no solía apoderarse de mí, estaba suplicándome que buscara un sitio en el que sentarme y me relajara un poco. Estaba desmadrándome por encima de mis posibilidades: una cosa era pasarme tres días de fiesta durante mi graduación, tres días en los que había tenido mucha motivación para celebrar mis logros, y algún que otro empujón por sustancias de dudosa legalidad; y otra muy distinta era darlo todo en una discoteca atestada de gente venida de todos los puntos de Europa después de más de una semana de intenso ajetreo.

Y, sin embargo, cuando empezaron los acordes de la canción, saqué fuerzas para girarme hacia Tommy y Scott, que pegaban botes a lado de sus novias, disfrutando de una frescura que yo no poseía...

... porque me había dedicado a follar tanto o más de lo que me permitía mi cuerpo durante los últimos días. Y lo de anoche había sido espectacular.

Tanto Diana como Tommy y Scott se quedaron quietos un momento, escuchando con muchísima atención los golpes rítmicos del principio de Shape of you. Había algo en la canción que la había convertido en un clásico atemporal que no podía faltar en ninguna fiesta, pero era difícil saber si su recién recuperado éxito y auge se debía al impacto que Ed Sheeran había tenido en la industria musical, convirtiendo a sus singles en éxitos asegurados, o en el hecho de que Chasing the stars hubieran sacado precisamente a esa canción del baúl de los recuerdos, la hubieran desempolvado y enviado de vuelta hacia el estrellato convirtiéndola en la primera canción que el mundo les había escuchado cantar.

Había diferencias demasiado sutiles entre la versión que habían grabado después de interpretarla por primera vez en el concurso como para poder distinguir una canción de otra en una discoteca abarrotada, pero pronto tocaría salir de dudas.

-The club...-se escuchó a Layla, y todos nos pusimos a chillar al unísono, más fuerte de lo que había reaccionado la discoteca al reconocer esos primeros acordes. La voz femenina que encabezaba la canción no tenía nada que hacer contra aquellas notas distintivas, o eso pensaba todo el mundo allí reunido, hasta que nos vieron gritar tan fuerte que nos dolió la garganta.

Los únicos que no gritaron fueron Logan y Niki, pero lo cierto es que nadie contaba con sus voces a estas alturas: habíamos pasado demasiado tiempo intentando no meternos con Logan por la forma en que estaba metiéndole la lengua hasta el esófago a Niki como para ponernos a reclamarles una atención que sabíamos que no iban a darnos.

-¡LLAMA A LAYLA!-gritó Tommy-. ¡LLAMA A LAYLA, LLAMA A LAYLA!-aullaba él por encima de las voces siguiendo la de su otra novia, voces que no distinguían entre la chica que estaba cantando o el autor original, y que sólo querían tener la excusa perfecta para gritar la letra que tanto les gustaba y que tan bien se sabían.

Tanto Scott como Diana y él sacaron sus teléfonos y los sostuvieron en alto, buscando una cobertura que brillaba por su ausencia. Sin embargo, Scott y Diana parecieron ser los elegidos de Dios, porque en menos que canta un gallo sus móviles estaban dando tono, y entonces...

-¡Chad! ¡ESCUCHA!-bramó Scott con la fuerza de esos pulmones de tenor, o barítono, o contralto (no sé muy bien cómo se le clasificaba), que tenía.

-¡LAY! ¡LAY!-gritó Diana, llevándose el teléfono a la oreja y tapándose un oído para escuchar lo que ella le decía-. ¿ME ESCUCHAS? ¡ESCUCHA ESTO!

-¡ESTAMOS EN UNA PUTA DISCOTECA EN MYKONOS Y ESTÁN PONIENDO NUESTRA CANCIÓN!-le ladró Tommy al altavoz-. ¡ESCÚCHATE, PRINCESA!

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora