A pesar de que ya entraba en mis planes que el timbre me pillara con las manos literalmente en la masa, mi estómago se hundió un par de centímetros, acurrucándose en mis entrañas como un animal asustado durante una partida de caza, cuando mamá me fulminó con la mirada al escucharlo.
La comida no estaba lista por culpa de mi postre, que yo me había empeñado en preparar más tarde contando con que los Whitelaw llegaran cuando todavía no hubiera acabado, y Alec pudiera ayudarme a darle el toque final. Tener un novio cuyo atractivo residía en la fuerza de su torso y en su pasado como boxeador era una ventaja que yo no pretendía desperdiciar, así que cuando papá y mamá habían propuesto invitar a los Whitelaw a comer, mi cabeza había empezado a funcionar a mil por hora, recordándome que, si echaba de menos lo que habíamos tenido en Mykonos había sido, en parte porque me encantaba enseñarle cosas a Alec y que él me las enseñara a mí.
Entre ellas, a cocinar.
Se me daban bien los postres gracias a mamá y su dedicación, pero me salían mejor desde que se los dedicaba a Alec o, incluso, él mismo me ayudaba a hacerlos. Ponía más amor en ellos, más interés y más cuidado, y también me atrevía con combinaciones con las que otras veces no osaría siquiera pensar delante de los fogones, simple y llanamente porque sabía que no podría cargarme un postre que estuviera pensado para mi chico.
Así que yo me había puesto a sonreír como una boba, montando ya en mi cabeza el menú, mientras papá y mamá comentaban que, efectivamente, hacía mucho que no comían con Annie y Dylan. Y ahora tenían más motivos aún para juntar a las familias, con lo que incluso estaban siendo maleducados tardando tanto en ofrecerles unos sitios en nuestra mesa.
-Ya va siendo hora de invitar a los consuegros-bromeó papá, acariciándome la cintura y sonriéndome con esa calidez que delataba que yo era la favorita, pues era incapaz de sonreírles a mis hermanos así.
Cosa que había puesto tremendamente territorial a Scott, que levantó la cabeza del suelo, en el que estaba analizando unos bocetos de cómo sería el escenario del concierto de aniversario que la banda de nuestros padres tenía pensado dar, y lo fulminó con la mirada.
-A mí nunca me habéis propuesto nada como lo que le acabáis de decir a Sabrae-los ojos de mamá en el cuerpo de papá saltaron de mamá a papá alternativamente, buscando en la conexión entre nuestros padres una respuesta a esa incógnita-. ¿Por qué nunca habéis invitado a mis suegros de comidita oficial?
-Porque tu suegro ya viene sin invitarlo. Me da miedo que, como le invitemos, nos acampe en el salón. Y no quiero tenerlo en casa a todas horas.
-¡Oye! ¡Eso no es verdad! ¡Yo no estoy en tu casa a todas horas!-protestó Louis, girándose para fulminar con la mirada a papá, también sentado en el suelo, mientras Tommy simplemente se partía el culo. Aparentemente, lo único que le gustaba más a Tommy que tocarle los huevos a Scott era ver cómo mi padre se los tocaba al suyo.
-¿Entonces qué coño llevas haciendo los últimos quince días si no es comportarte como un okupa? Ni siquiera puedo enrollarme a gusto con mi mujer sin que aparezcas por cualquier esquina y nos interrumpas.
-Estoy cuidando de Sher. Se ha cansado de ti y no sabe cómo decírtelo. Pobrecita, cómo la entiendo. Te debe de tener una lástima increíble, si es capaz de comerse vivos a siete directores ejecutivos de multinacionales y luego no reúne el coraje para decirte que la aburres.
Entonces, el que se echó a reír fue Scott. Ya que, naturalmente, lo único que le gustaba más que vacilar a papá era ver cómo lo hacía Louis por él.
ESTÁS LEYENDO
G u g u l e t h u (Sabrae III)
RomantikTras los meses de la más absoluta felicidad que ha experimentado Sabrae en toda su vida, ha tenido que aprender por las malas que no se le puede poner un vendaje al corazón para impedir que sienta. Lo hace de todos modos, y más intensamente, quizá...