-¿Tú no estabas en el hospital?
-¿Y tú no estabas en Praga?
-Yo he preguntado primero-puso los ojos en blanco, en esa expresión de fastidio que tan bien se le daba, pero mejor se le daba a su hermana. A veces, me daba la sensación de que siempre había sido capaz de sacar de quicio a Saab simplemente porque también podía hacerlo con Scott, como si los dos tuvieran algo en las venas que les obligara a sentirse molestos a la mínima de cambio por algo que a mí apenas me requería ningún esfuerzo. Claro que a Sabrae le resultaba todo mucho más fácil: molestarse por menos, y molestarse más.
-Pero yo soy mayor-ronroneé, inclinando la cabeza a un lado y dedicándole mi sonrisa torcida, aquella que él me había copiado sin ningún tipo de decoro, y que incluso se había atrevido a bautizar antes que yo. Que no te engañen: Scott sería el primero, pero no era el mejor.
Es más, es que ni siquiera era el primero, técnicamente hablando. A fin de cuentas, yo llevaba un mes ejerciendo de mayor de edad, y él, apenas unos días.
-Pero yo soy famoso-atacó, como si eso le encantara o a alguno de los dos nos importara el número de seguidores que tenía en sus redes sociales. En otra época, la manera en que Scott levantaba pasiones y tenía a las chicas locas allá por donde iba ya sin tan siquiera esforzarse por hacer otra cosa que no fuera respirar habría hecho que yo me subiera por las paredes. Incluso él se habría aprovechado de ese nuevo don con las mujeres del que yo no disfrutaba (todavía, porque cuando sus fans me descubrieran en sus fotos otro gallo cantaría) para pincharme, como si tirarse a una chica que estuviera deseándolo con solo leer tu nombre en una revista tuviera algún tipo de mérito.
Ahora, no obstante, a los dos no podía causarnos otra cosa que no fuera gracia toda la atención femenina que despertaba Scott. Los dos sabíamos que era mil veces mejor tener a tu chica preferida en el mundo susurrándote tu nombre al oído, a que lo gritaran miles de desconocidas.
-Pero yo soy el novio-ronroneé en tono aún más dulce, pues me hacía gracia que Scott se pensara que podía ganarme. Tío, puede que hayas convivido con ella, pero ella ha hecho conmigo cosas que no ha hecho con nadie más, pensé, y no me estaba refiriendo al sexo, precisamente. Quiero decir, no exclusivamente al sexo.
-Pero yo soy el hermano-me recordó, como si Sabrae no tuviera otras dos como él, y yo no fuera único en su vida.
-Yo me la follo, ¿qué haces tú?
-La encontré. Literalmente, te la follas gracias a mí. Deberías darme las gracias, porque si no fuera por mí, no la tendrías.
-Gracias, pero no la tengo gracias a ti, sino a Tommy. Después de todo, fue él quien hizo que tuvieras ganas de tener una hermana, ¿no? Tú estabas genial dándotelas de principito en tu casa. Pero llegó Eleanor, y Tommy estaba encantado de la vida, y tú sentiste tanta envidia que quisiste otra, así que la fuiste a buscar-le guiñé el ojo, y Scott me fulminó con la mirada.
-Te voy a partir la cara.
-¿Vas a dejar a tu pobre hermana sin silla?
-Me encanta hacerla de rabiar.
-Eso será si yo te lo permito.
-Perdona, pero, ¿piensas que necesito tu permiso para pinchar a Sabrae? Intenta impedírmelo, lisiado. Venga, tío, si ni siquiera puedes correr-Scott se echó a reír.
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G u g u l e t h u (Sabrae III)
RomanceTras los meses de la más absoluta felicidad que ha experimentado Sabrae en toda su vida, ha tenido que aprender por las malas que no se le puede poner un vendaje al corazón para impedir que sienta. Lo hace de todos modos, y más intensamente, quizá...