¡Hola, flor! Quería dedicar un minutito de tu tiempo a darte las gracias por tu paciencia... y también a avisarte de que este capítulo es bastante más corto de lo que te tengo acostumbrada. Como bien sabes, el sábado que viene es mi examen, así que no he podido dedicarle el tiempo que les dedico normalmente. ¡Espero que lo disfrutes de todos modos! Y, por favor, si rezas antes de irte a dormir... reza el viernes por la noche, que lo voy a necesitar. ¡Gracias! ᵔᵕᵔ ❤
Su ausencia en el círculo de admiración de Beyoncé me dio un toquecito en el hombro, igual que una mano amiga inesperada en una fiesta en la que no conoces a nadie y sólo centras tu esfuerzo en que no se te note lo incómoda que te sientes. Fue como aterrizar después de horas de vuelo turbulento y caer en la cuenta de que, a pesar de sus baches y lo variado de su orografía, el suelo era estable. Y real. No era parte de un sueño o de una especie de milagro propiciado por la ciencia.
Era como una llamada en lo más profundo de mi alma, una cuerda atada en mi cintura y tirando de mí para sacarme de aquel lugar, uno que disfrutaba y que ocurría tantas veces como un eclipse solar, pero que te impedía levantar la vista al cielo sin arriesgarte a la ceguera.
Así que, a pesar de que mamá, Taylor y Beyoncé seguían charlando animadamente en una conversación interesantísima y que no me habría querido perder por nada del mundo, me levanté. Como una tríada de diosas que discuten sobre el destino de los mortales igual que los filósofos teorizaban sobre el origen del mundo hace dos mil años, ellas no se percataron de que la hormiguita paciente, silenciosa y admirada que tenían a sus pies acababa de tomar conciencia de sí misma y se preparaba para marcharse.
Pero mis compañeras de ritual sí.
-¿Adónde vas?-preguntó Momo en un susurro, con una montañita en el ceño ante mi osadía de dejar aquel evento sagrado. Fuera lo que fuera que pretendiera usar de excusa, no iba a ser suficiente para ella, así que bien podía decirle la verdad.
-A buscar a Alec.
-Buf. Debes de quererlo muchísimo-comentó, y volvió enseguida la vista a Beyoncé, que en ese momento estaba comentando unas ideas que tenía para un evento de streaming exclusivamente de mujeres, con público íntegramente femenino, para protestar por las desigualdades que todavía había en la industria.
No te haces una idea, pensé mientras terminaba de levantarme y me abría hueco entre la gente, lo cual no fue nada difícil: todos estaban ansiosos porque alguien se marchara para ocupar su lugar, igual que el océano se abalanza sobre cada hueco que aparece en una playa.
Momo lo sabía. O lo intuía, más bien. Supongo que no podrían juzgarme si les decía que quería presentárselo a Beyoncé como se lo había presentado a The Weeknd, que quería que ella supiera que mi corazón estaba ocupado y que había encontrado a la única persona a la que nadie en este mundo se merecería por mucho que lo intentara, alguien que sería capaz de ensombrecerla incluso a ella. No me malinterpretes: Beyoncé era todo lo que yo aspiraba a ser algún día, independientemente de cuál fuera el camino que terminara por seguir en la vida, y la tenía como esa estrella que te guía en lo más oscuro de la noche y evita que te pierdas en la inmensidad del desierto, pero Alec... Alec era lo que yo quería tener a mi lado cada minuto de mi vida. Era ese cielo que me proporcionaba dibujos preciosos en forma de constelaciones, el oasis al que me dirigía y en el que me instalaría nada más llegar.
Estar con ella me había hecho darme cuenta de eso: que cada minuto juntos era tan valioso como una vida dedicaba al arte y a la posteridad; que renunciar siquiera a una noche durmiendo en sus brazos era mayor sacrilegio que ser muda y cantante, o sorda y compositora, o ciega y pintora; que, si la oferta estaba aún encima de la mesa, yo la aceptaría. Me pondría de rodillas si era lo que Alec quería o necesitaba y le pediría que se quedase, y viviría con la consciencia de haberle pedido que renunciara a una parte de sí mismo porque yo no podía estar sin él. Si no iba a merecérmelo hiciera lo que hiciera, bien podía cumplir mis deseos, volverme egoísta y acapararlo sólo para mí.
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G u g u l e t h u (Sabrae III)
RomanceTras los meses de la más absoluta felicidad que ha experimentado Sabrae en toda su vida, ha tenido que aprender por las malas que no se le puede poner un vendaje al corazón para impedir que sienta. Lo hace de todos modos, y más intensamente, quizá...