Capítulo 83: Los astronautas no usan paracaídas.

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Me giré con el corazón en un puño, odiando y a la vez adorando que alguien me hubiera acercado un mano amiga y salvadora cuando yo no era consciente siquiera de necesitarla.

No sabía por qué había hecho eso, pero me había salido de dentro. No sabía por qué le había cogido la mano, por qué le había hecho mirarme, por qué le había cantado precisamente esa canción y no otra a él.

O sí lo sabía, pero no me atrevía a admitirlo ante mí misma. Quizá nunca fuera capaz de hacerlo más allá de en esos dos segundos en los que estuve a punto de ceder, anónima por primera vez en muchísimo tiempo, sin ocupar el foco y sin tener que preocuparme de que nadie fuera a presenciar e inmortalizar mis errores.

Claro que iba a cantarle Ready to run a Alec. Louis y Liam la habían escrito hacía veinte años para ese momento, anticipando que toda mi existencia y mi felicidad pendían de un finísimo hilo plateado que nada tenía que ver con uno de pesca. Éste estaba hecho de seda. Ligero como el vuelo de una mariposa, tan frágil como sus alas.

-Vamos-Scott, entre Momo y Kendra, me tendía la mano-. Quieren cantar las últimas canciones con nosotros, los hijos, en el escenario. Es la hora.

No necesitaba mirar a Alec para saber la cara que tenía, de abandono, de que la cabeza le daba vueltas, de pánico contenido, de "por favor, elígeme a mí". Toda su energía desprendía esa controlada desesperación.

Aun así, me giré. Cuando le cogí la mano, sus ojos volvieron a mí.

-Ven conmigo-le pedí. Y él parpadeó.

-Pero... yo no soy un Malik.

-Aún-contesté, y me noté sonreír. A pesar de que el hilo de esperanza se estaba deshilachando, todavía tenía el consuelo de que estábamos allí, y Ready to run no era la última canción.

Por suerte, Alec estaba dispuesto a seguirme el juego, lo cual me hizo sentir aún más miserable si cabe.

-No soy yo quien debería cambiarse el apellido-contestó, y yo sonreí un poco más. Apretando con tanta fuerza sus dedos que era imposible que no le estuviera haciendo daño, tiré de él para empezar a moverme. Me temblaban las rodillas, y no tenía nada que ver con el cansancio ni con la tímida intuición que poco a poco se abría paso en mi interior sobre lo que estaba a punto de suceder, ni con lo que tenía confirmado por mi hermano.

Y él, a quien jamás me mereceré, ni viviendo mil vidas de trabajo abnegado, salió a mi rescate volviéndose hacia mis amigas:

-Me prefiere a mí-canturreó. Me di cuenta de que, de fondo, estaba empezando a sonar otra canción: More than this.

-Porque tú le comes el coño-soltó Kendra, y yo le di un manotazo. Ni le prefería a él, ni...

... bueno, sí que le prefería a él. Tarde o temprano, era muy probable que la vida me separara de mis amigas, aunque nunca de forma espiritual. Sin embargo, la sola idea de que Alec estuviera lejos de mí durante un año, algo que ni siquiera era permanente y tenía fecha límite, era suficiente para hacerme enloquecer. Supongo que eso sí que se puede considerar "preferir", al igual que a mí deberían considerarme una amiga pésima. ¿O tenía alguna oportunidad de redención?

-Vosotras os lo perdéis-se mofó él, chulito como nadie. ¿Cómo no iba a desmoronarme pensando en que iba a marcharse, si se comportaba así? Era imposible no generar dependencia de él.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora