Capítulo 48: Elíseo.

40 4 0
                                    


Dan y Astrid apenas eran dos motitas negras en la distancia, corriendo por el húmedo y difuso límite entre la tierra el océano, cuando Eleanor y Tommy pudieron por fin centrar la atención en ellos, ya repartidas las selfies de rigor y dado las gracias a todos los que se habían acercado a nosotros cuando llegamos a la playa.

-¡Daniel! ¡Astrid! ¡Venid aquí ya!-bramó Tommy a toda la capacidad que le permitían sus pulmones, que no era suficiente para luchar contra el ruido de las olas rompiendo en la orilla y que sus hermanos estaban saltando.

-¡DANIEL!-chilló Eleanor, separando las piernas y proyectando la voz como si estuviera en un musical y ella fuera la protagonista-. ¡ASTRID!

Pero los jóvenes Tomlinson no hicieron el más mínimo caso de los mayores, corriendo sobre las olas que llegaban a lamerles los pies. Por un momento pensé que les oían pero no les estaban haciendo el más mínimo caso, hasta que alguien se llevó una mano a los labios y pegó un silbido tan potente que toda la playa se nos quedó mirando, incluidos ellos dos.

No sé por qué, no me extrañó cuando me giré a toda velocidad y vi que el que había silbado así era Alec. Mi chico no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando los dos niños se nos quedaron mirando desde la lejanía, incapaces de resistirse a su llamada. Puede que Tommy y Eleanor tuvieran el privilegio de la sangre, pero éste no era tan potente como sus dotes.

-No sabía que supieras silbar así-comenté, riéndome, y la sonrisa de Alec se ensanchó un poco más cuando sus ojos se fijaron en mí.

-Tengo muchas dotes a las que aún no les has desvelado el misterio, nena-se burló al tiempo que Dan y Astrid se acercaban a la carrera (más desganada, eso sí) a nosotros.

-¿Queréis que os deje el culo caliente?-escupió Tommy cuando llegaron a su lado-. La próxima vez que os tenga que llamar a voces porque os vais sin decir nada, os juro por mi madre que os ato a la sombrilla de Karlie y no os movéis de ahí hasta que nos vayamos.

-Qué vergüenza-les recriminó Duna, cuya única razón para no haber salido corriendo con ellos medía un metro ochenta y siete y aparentemente se trataba del objeto más masivo del universo, ya que no había dejado de orbitar alrededor de él desde que llegó a recogernos a casa.

Duna llevaba esperando este día toda su vida: después de que todos termináramos las clases y los mayores sólo tuvieran que ir al instituto para las recuperaciones o la clase preparatoria de exámenes, habíamos decidido que nos merecíamos un respiro que nos tomaríamos en forma de excursión a la playa. Yo me había pasado vigilando las previsiones meteorológicas de todas las cadenas de televisión que tenía disponibles, amén de las predicciones de las aplicaciones de los móviles y de las mejores webs de Google, para asegurarme de que el día que eligiéramos fuera el indicado. Alec se había reído cuando me desperté un día en su cama y lo primero que hice fue consultar el tiempo, antes incluso de darle un beso de buenos días, pero el pobre no me lo tenía en cuenta.

-Por mucho que lo mires, no te vas a convertir en la nueva Invocadora del Sol, ¿sabes, bombón?-me dio un beso en el hombro y tiró de mí para que dejara de prestarle tanta atención a mi móvil y tan poca a él. Habíamos visto Sombra y hueso ya dos veces juntos, y sospechaba que Alec la había visto como mínimo una por su cuenta, así que le había servido la broma en bandeja.

Sin embargo, dudaba de que mis poderes no existieran realmente, porque a fuerza de desear que hiciera un tiempo dorado ese día, el sol brillaba con fuerza en el cielo previo a que a Alec le asignaran su futuro.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora